Thursday, September 20, 2012

En septiembre comienza a sonar 'Cielo de encanto'



Por: Javier Franco Altamar

En septiembre, comienzan a sonar en la radio los temas de siempre alusivos a la temporada de fin de año, y a esa lista se incorporó, en 1998,  uno muy barranquillero, grabado en la Cárcel Modelo.

Es ‘Cielo de encanto’,  que el músico Chelito De Castro les presentó a los integrantes del grupo Bananas en el penal donde ellos llevaban tres años recluidos.  Tom River (el director) Javier Weeber (arreglista), José Miguel López Fernández, Javier Echeverría (el cantante) y Jorge Enrique Ortega Orozco,  habían caído en 1995 con un cargamento de droga en los instrumentos cuando salían a una gira internacional en el aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla.

Fue durante una visita de sábado. Chelito, con una vieja guitarra que le prestaron en la Cárcel,  interpretó lo que sería el coro de la canción. “…"Tu cielo tiene un encanto, se oyen pitos y sirenas, se alegra mi corazón, parara, parara, para...”

Primero se la cantó a Javier Echeverría. “Él comenzó por pedacitos. Yo la escuché  y dije: nojoda, qué vaina tan bacana”, recuerda el cantante, y se dejó seducir por la canción, que iba creciendo en cada visita, ya con todos los integrantes del grupo impregnados con el mensaje.

“Y fue quizás lo que nos motivó como que a despertarnos de ese letargo de vivir en medio de esa tristeza, de esa tragedia, donde no queríamos saber nada de la música”, dice Echeverría.

Fue así como se animaron a producir el trabajo discográfico ‘Bananas sigue siendo Bananas’ que se grabó,  con el aval del Inpec en la misma cárcel, en un pequeño estudio improvisado en la biblioteca del penal, con cartones de huevo para aislar los sonidos, y con  divisiones de madera acondicionados por los propios músicos.

El trabajo completo, con diez temas entre los que aparece ‘Cielo de Encantos’ salió comenzó a septiembre, luego de dos meses de producción en la Cárcel, y lo hizo para convertirse en éxito, sobre todo esa canción.

Chelito recuerda que  cuando iba a visitar a sus amigos de Bananas, escuchaba casi las mismas preguntas "Chelito, ¿cómo está la calle?” ¿Qué se siente? ¿Cómo está la gente? ¿Cómo se va a ver el fin de año?".

“En ese entonces, no habían construido la parte delantera de la Cárcel, sino que estaba era la pared y  se venían los patios. Entonces era muy fácil que la música de la vía 40, un carro con música a todo volumen, la escucharan ellos, o el paso de la Batalla de Flores. Solamente tenían que mirar para el cielo para imaginarse lo qué podía estar pasando en Barranquilla:

Siento el palpitar
De alegría en mi pecho
Bellos sones de mi tierra
Llegan con el viento
Emociones van,
Dulce mi lamento
Y en tu luna currambera
Bailan mil recuerdos
Una suave brisa
En el firmamento
De estrellas y luceritos
Que alegran mi pensamiento...

"O sea –continúa Chelito- tú te podías alegrar únicamente con lo que veías hacia arriba, era el mismo cielo que estaba viendo el resto de Barranquilla, y ese cielo era la única conexión entre la gente y el grupo Bananas".

El tiro le salió a varias bandas: la canción empujó la producción del resto del disco, eso representó trabajo para Bananas, presentaciones fuera del mismo penal con permisos especiales, la liberación de Bananas casi un año después por el reconocimiento al trabajo, entre otras cosas, y una canción que a pesar de ser el sentir de un interno de cárcel, parece un himno a la nostalgia, de cualquier barranquillero emigrante, y de ese que viene llegando y aplaude cuando ve la ciudad desde el avión, o desde la ventanilla del carro que lo trae por el puente Pumarejo.

Versión ampliada
Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 20 de 2012

Silencio y rarezas de las esperas


Por: Javier Franco Altamar 

Todo el que pone a esperar, sus razones tendrá, pero cuando la espera se alarga sin justificación aparente, comienzan las suspicacias.

Pueden ocurrir dos cosas, que las explicaciones de los responsables muevan a  risa, o que ni siquiera se escuchen razones, lo que da tiempo para que se tejan toda suerte de versiones.

Por ejemplo: ¿qué está esperando la alcaldesa Elsa Noguera para escoger al alcalde de la Localidad Metropolitana? Hace mes y medio que la Junta Administradora Local le mandó la terna, y nada. Como el silencio es lo que impera y los celulares mandan a buzón, toca especular.

Para reírnos un poco, podemos imaginar que Miguel Ángel Ramos Escorcia, José Miguel Rodríguez y César Escalante Castro (los de la terna) están al mismo nivel de la maravilla extrema, y a la mandataria distrital le ha costado un trabajo enorme escoger entre verdaderas lumbreras.

Y por los lados del Departamento nos dan otro ejemplo: ¿qué están esperando los diputados para darle permiso al gobernador, José Antonio Segebre, para que le venda a la Alcaldía la antigua sede de la licorería? Dicen que están esperando unos avalúos y que ese tema no llegó con el debido tiempo para ser examinado en las sesiones.

Es una cuestión sencillita que podría ser aprobada en minutos, pero todo se complica. Las razones huelen raro, ¿qué es lo que esperan? Bueno, son dos situaciones tan distintas que parecen no tener nada que ver la una con la otra. ¿O será que tienen más en común de lo que parece?

Columna 'Pura franqueza'
Publicada en ADN Barranquilla
19 de septiembre de 2012

Circunvalar para sufrir

Por: Javier Franco Altamar

Más allá de sus problemas de deslizamientos en el tramo comprendido entre las carreras 38 y 46,  lo que se ve en la Circunvalar es el más hermoso homenaje al desorden, como para sentirnos orgullosos, si se quiere.

Y digo eso porque ese caos parece provocado por algún designio gubernamental,  porque no de otra forma puede entenderse que la hayan diseñado así, con retornos insólitos donde no debería haberlos, con policías y voluntarios que tratan de corregir esos enredos con conos y pitos que también atajan el flujo.

Se supone que es una vía rápida por la cual puede andarse a 80 kilómetros por hora, pero eso es imposible de cumplir porque unos buses verdes frenan cada 10 metros, imitados, de manera extraordinaria, por unas Dacias que, supuestamente, prestan un servicio ilegal.

Los puentes peatonales son muy bonitos e impresionan, pero no sirven para nada desde la perspectiva de los peatones. He visto a mujeres embarazadas cruzar la vía a pocos metros de esos puentes, y en ligero trote jalando a un niño con la mano.

Carros que hacen la U por encima del separador, bicicletas y carretillas en contravía, camionetas en zigzag, motocicletas que aprovechan cualquier espacio para irse adelante desafiando las leyes del equilibrio y camiones parqueados en el creciente cordón de bodegas.

Como casi no veo policías de tránsito (los poquitos que hay se estresan en la entrada al barrio La Paz) yo me supongo que la Circunvalar es un espacio habilitado adrede por las administraciones para que tengamos donde sufrir a placer.

Columna 'Pura franqueza'
Publicada en el ADN Barranquilla
12 de septiembre

Friday, September 14, 2012

Escribir en exceso en teléfonos móviles lo puede llevar al quirófano






Por: Javier Franco Altamar


Los dedos pulgares se mueven gracias a un grupo de tendones que avanzan pegaditos al hueso radio por un túnel fibroso. El movimiento repetido de los dedos inflama esos tendones, y como no caben dentro del túnel lo rozan y se genera un dolor. Es la llamada ‘Enfermedad de D'Quervain’.

La patología fue descrita a principios del siglo pasado por el médico suizo Fritz de Quervain, pero lo novedoso del tema es que con la aparición de los smartphones o teléfonos inteligentes, el número de enfermos ha venido en aumento, y en el caso de Barranquilla los especialistas han visto duplicar sus consultas.

Antonio José Rueda González es uno de ellos. Es ortopedista y especialista en cirugía de manos, y si hace dos años una o dos de sus 12 consultas diarias eran por la también llamada ‘tenosinovitis’, ahora la mitad de sus pacientes llegan a consultarlo por eso.

“Para asegurarme le pregunté a un colega norteamericano que me encontré en Paipa hace un mes en un congreso de cirujanos de manos, y él me dijo que se le han duplicado y hasta triplicado sus pacientes con esa patología”, dice.

Con los smartphones se ha popularizado el ‘textear’, mandar textos. “El movimiento se hace con los pulgares, es un movimiento repetido de extensión y flexión del dedo para accionar las teclas, eso nos da un exagerado uso del tendón extensor y ha llevado a que hoy en día haya una epidemia de tenosenovitis”, explica Rueda.

Lo primero es la prevención.

El método preventivo más eficaz, dice Rueda, es evitar el movimiento repetitivo de la mano, tratar, en lo posible, de utilizar otros dedos para escribir en el teléfono sería lo ideal, pero como puede parecer complicado o incómodo, debe tratar de hacerse,

Lo otro es realizar pausas activas. Si es persona que usa mucho el teléfono y dentro de su trabajo, es necesario ‘textear’ con frecuencia, deben hacerse esas pausas activas con estiramientos del dedo para flexionarlo. “En ese momento, estoy estirando el tendón, y al hacerlo, él se relaja. También hay que hacer movimientos circulares de las muñecas.  Son pausas de cinco minutos cada dos horas en el sitio de trabajo.

Si ya la persona tiene instaurado el problema, si ya está el tendón inflamado, la recomendación es usar unas férulas de abducción, un aditamento como si fuera un guante, que aleja el dedo pulgar de su posición dejando libre la falange de la uña. Al quedar el dedo abierto, el tendón se mantiene relajado y se desinflama.

Si el problema persiste, están las fisioterapias, que son importantes para que le coloquen al paciente contrastes de temperatura (frío y calor) y ultrasonido. “Con eso debe lograrse la desinflamación de los tendones”, señala el médico.

¿Y si se han hecho 40 fisioterapias y persiste el dolor? Rueda recomienda una cirugía que no pasa de media hora.

 “Algunos colegas optan por hacer infiltraciones aplicando un anestésico y un corticoide para desinflamar. Pero resulta que la mayoría de ellos tiene efecto de depósito y eso dura un mes, pero para poder actuar ese tiempo, él se deposita en el sitio donde se aplica en forma de una sal, y con el uso prolongado de estos medicamentos, esas sales van a producir más inflamación, más rigidez de los tejidos”, asegura Rueda.

Hay médicos que ensayan hasta dos infiltraciones, y si no resulta, van a la cirugía. “Yo, prefiero la cirugía de una vez, porque las infiltraciones pueden llegar a ser una mejoría pasajeras. Además, la intervención es muy sencilla”, sostiene Rueda.

Esa cirugía se hace con anestesia local y consiste en una pequeña incisión con el bisturí en esa parte del brazo y abre el túnel fibroso para liberar los dos tendones: el extensor y el abductor, y santo remedio.

El túnel se deja abierto: eso es todo. “A mí me gusta, después de abrir el túnel, resecar un  poquito (un pequeño recorte adicional) el borde de la incisión del lado más dorsal de la mano, para evitar que se desinflamen los tendones y vaya a cicatrizarse la incisión”, subraya el médico Rueda.


Publicado en EL TIEMPO y ADN
Septiembre 14 de 2012


Thursday, September 06, 2012

Cómo escapó de las Farc relata en detalle el ex ministro Fernando Araújo

Con esto de los diálogos de paz, me acordé de este texto...

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En exclusiva para EL TIEMPO, cuenta con sus propias palabras de qué manera transcurrió cada uno de los cinco días que vagó por la espesura de los Montes de María.

Por: Javier Franco Altamar

El 31 de diciembre amaneció como cualquier domingo. Siendo víspera de Año Nuevo, le pregunté a una guerrillera cómo iba a ser la fiesta. Me contestó que no iba a haber. Me extrañó la respuesta, porque me hizo pensar que seguramente habría alguna operación militar que impediría la celebración, ya tradicional, pero no le di trascendencia; sin embargo, a las 10:15 de la mañana oí que se acercaba una flotilla de helicópteros.

Con frecuencia los helicópteros sobrevuelan y no detectan a los guerrilleros, y pensé que sería lo mismo: simplemente un sobrevuelo de pasada; pero en el último momento me sorprendió que desde un helicóptero comenzaron a ametrallar el campamento.

Me di cuenta enseguida de que era una operación para rescatarme, y de que estaba en juego mi vida, que o aprovechaba la ocasión o la perdía para siempre. Entonces me arrojé al suelo y arrastrándome entre la maleza, entre bejucos espinosos, matas de todo tipo de espinas, logré tomar distancia de dos guerrilleros que me custodiaban.

Ellos se distrajeron en la función de protegerse de los disparos del helicóptero, y ese instante me permitió perdérmeles de vista.

Apenas vi la ocasión de levantarme empecé a correr buscando alejarme del campamento. Son campamentos abiertos, sin paredes ni protecciones. Son totalmente al aire libre. Su verdadera protección es la densidad de la vegetación. Hay matas de piñuela, llenas de espinas, de manera que transitar en esa maraña se vuelve imposible.

Tuve la suerte de que Papá Dios me guió y me sacó por el caminito correcto, primero arrastrándome, luego corriendo. Finalmente llegué a una poza de agua con eneas que pude atravesar con dificultad. En medio del tiroteo, pasado ese pozo, cogí nuevo impulso, por tierra firme, y corrí todo lo que pude, siempre en la misma dirección para alejarme más del campamento.

Yo tenía la orientación de ir hacia el norte. Después de eso me enfrenté a un pastizal inundado que demoré cruzando más dos horas. Quedé extenuado. Superada esa etapa, me sentí mucho más seguro, pero con mucho temor de acercarme a cualquier población o a cualquier campesino, porque sospechaba que alguno podía ser auxiliador de la guerrilla y me daba miedo que en lugar de ayudarme trabajara para recapturarme.

Esas cosas pasan en un instante. Las decisiones se toman en un abrir y cerrar de ojos y funcionan o no funcionan. Siempre tuve la disciplina de mantenerme haciendo ejercicios casi todos los días para aprovechar las circunstancias de huir en caso de que fuera posible.

Alrededor de las 3 de la tarde vi otros helicópteros sobrevolando la zona y un avión explorador. Me hice en un lugar visible, con la confianza de que me estaban buscando.

Había mucho sol y calor, y cuando pasaban las aeronaves me hacía en el sitio visible, y cuando se alejaban, me escondía nuevamente en la sombra; pero no me vieron. Alrededor de las 5 de la tarde, sentí que se fueron y perdí las esperanzas de que me hallaran en ese momento.

Hubo un instante en que pensé que me habían divisado, porque tuve la sensación de que se habían devuelto y comencé a brincar de alegría, pero fue una vana ilusión.

Después de eso seguí caminando en la noche. Afortunadamente había una buena luna y la noche estaba iluminada, y eso me permitió alejarme lo más que pude del campamento. Ya agotado, me recosté un rato aquí, otro allá, y terminé en la parte más alta de una montaña. Estaba muy empinada y me costó mucho trabajo subirla, pero logré hacerlo con la ayuda de la luna.

Desde allí pude divisar algunas poblaciones. Las evité por el temor de que los guerrilleros pudiesen localizarme.

El segundo día


El lunes me puse en marcha temprano. Me tocó esperar la salida del sol para asegurarme de que tomaría hacia el norte. En esos montes es fácil despistarse, porque las laderas suben o bajan al norte, al sur y a cualquier lado. El terreno era muy agreste y había zonas donde era imposible caminar. Entonces localicé una especie de cañada y por ella, que me pareció que iba en dirección norte-este, traté de escabullirme.

La cañada era más fácil de transitar porque el recorrido del agua en el invierno limpia la vegetación y básicamente lo que hay son piedras. Caminé mucho tiempo y llegué a un punto donde la cañada se me perdió, donde ya no había cauce. La cañada parecía derramar sus aguas en una zona extensa, y me sentí perdido. Dije: hasta aquí llegué.

Me senté decepcionado y pensé que había cometido un error, pero me di ánimo y me dije: si cometí un error, hice lo adecuado, porque después de tanto sufrir en mi cautiverio, no podía desperdiciar una oportunidad, no podía permitirme perder el valor de asumir el riesgo.

Y eso me dio tranquilidad, me hizo recuperar la confianza, y decidí explorar un nuevo camino, cogí una nueva cañada, y aunque estaba casi muerto de hambre y de sed, se me iluminó la mente en ese momento y vi un cactus redondo igual al que en alguna oportunidad había visto comer a algunos guerrilleros.

Lo arranqué, y a punta de pegarle con el talón del zapato, logré abrirlo, me tomé el agua interior y empecé a comerlo. Eso me permitió recuperar algo de fuerza el lunes. Ese mismo día por la noche, dormí con el cactus a mi lado, y cada vez que me angustiaba, me comía un pedacito.

Durante la misma noche del lunes escuché, en los alrededores, alguna música, ecos de alguna familia que estaban todavía celebrando el Año Nuevo. Puse atención de qué lugar venía esa música y me propuse ir a buscar ese sitio porque supuse que estaba alejado suficientemente del campamento como para que me encontraran; pero si estaba equivocado, me tocaba asumir el riesgo porque no hacerlo era entregarme a la muerte por inanición.

Aparecen cinco yucas


Muy temprano comencé la búsqueda y encontré una poza pequeña, pero con agua. Me dije, "ya tengo resuelto un problema. Me tocará a lo Robinson Crusoe: tener agua, buscar alguna alimentación y resistir lo máximo que pueda". Me sentía muy cansado y decidí, con el agua asegurada, tomarme el resto del martes de descanso.

El miércoles salí temprano en la dirección contraria a la del martes porque creí haber escuchado el mugido de un ternero en la noche. Me fui guiando a través de una cañada y la otra y me extravié. Cuando vine a ver, descubrió que había caminado en círculo y había llegado al mismo sitio de partida.

Me senté a descansar, pensé en que iba a hacerlo mejor y volví a salir en la dirección del mugido. Mi sorpresa fue que después de caminar unos 500 metros, creí escuchar a una persona trabajando en el arreglo de una cerca y la llamé pidiendo auxilio: "Auxilio, auxilio, denme agua, por favor, ayúdenme", pero no conseguí ninguna respuesta. En lugar de eso, estaba el silencio.

Hacía un calor insoportable. Me recosté en una mata de plátano. No tenía plátanos, fue la única planta frutal que vi porque las demás eran de espinas. Entonces me tomé un tiempo pensando que a lo mejor la persona que me oyó se asustó o a lo mejor fue a buscar ayuda: voy a esperar.

Al cabo de un rato, comencé a inspeccionar en la dirección del ruido y encontré las brasas de un fogón, cinco yucas, un galón de ACPM y un arbolito de limón, lo más exótico que se puede encontrar en esa zona, fue cuando me convencí de que no fueron ilusiones mías lo de los ruidos.

El fogón estaba echando humo, le habían retirado las brasas, pero no lo habían acabado del todo. Pensé: dejaron esto y van a volver, y decidí esperar. Tomé un pedacito de yuca, avivé un poco el fogón, y puse la yuca a que se asara un poco, pero naturalmente, con esa angustia y esa inexperiencia mía en la cocina, eso me quedó totalmente crudo.

Me la comí para tener por lo menos algo en el estómago, y me tomé el zumo de dos limones. Entre la posible acidez y la sed, pues preferí la acidez y me tomé el zumo. Me quedé durmiendo en ese mismo sitio con la esperanza de que las personas regresaran al siguiente día, pero el jueves, a las ocho de la mañana, viendo que no aparecía nadie y consciente de mi sed angustiante, decidí regresar al sitio de la pocita de agua.

Me puse una de las yucas en el bolsillo, cogí una totumita, y el galón de ACPM con el que prepararía un fogoncito para asar la segunda yuca. Me costó mucho trabajo comérmela, me produjo un tremendo malestar estomacal tremendo, y una fuerte acidez, pero por lo menos había comido algo. Saqué la cuenta: me quedaba yuca para tres días, así no durmiera por la acidez y por el hipo que aún tengo.

¡Soy Fernando Araújo!

Después de eso, me hice el propósito de que hoy viernes volvería al sitio con la esperanza de encontrar a quien había dejado el fogón, y aunque no regresara, pues por lo menos encontraría el camino por donde esa persona había llegado al sitio. Me dije: este señor no creo que tenga helicóptero, ni creo que haya llegado en paracaídas, así que ese camino tiene que existir y debo ser capaz de descubrirlo.

Así lo hice, y hoy muy temprano en la mañana comencé a buscar hasta que oí el mugido de un ganado, y dije aquí está la solución. Me acerqué con mucha precaución al sitio y encontré a un campesino ordeñando una vaca. Le pedí que me orientara y me regalara un vasito de leche.

Me tomé una totumita de leche que me supo a gloria. Es el vaso de leche más sabroso que me he tomado en mi vida, y siguiendo las orientaciones del campesino, me dirigí hacia la población de San Agustín, cuya existencia desconocía, pero donde había, según el señor, presencia militar.

Allí funciona el grupo Piraña del Batallón Contraguerrilla con sede en Corozal, y me encaminé hacia allá en una marcha de cuatro horas. Por fin llegué, pedí ayuda. Encontré a una muchacha que me dio un vaso de agua, y para no crearle desconfianza, entablé una conversación trivial sobre sus ocupaciones.

Alcancé a preguntarle sobre la presencia del Ejército y dijo que los militares venían de vez en cuando, y que hacía por lo menos tres días que no los veía por allá.

Me contó que vivía en Barranquilla y que estaba por allá de vacaciones, y le pedí un teléfono prestado. Me dijo que más abajo había un local donde unas señoras vendían llamadas a 250 pesos el minuto. Me orientó, y haciendo dos o tres preguntas más, llegué.

Les comenté que debía hacer una llamada muy importante para mí y que no tenía ni un peso para pagarles, pero que lo haría cuando vinieran a buscarme. Aceptaron, pero la llamada era a un teléfono Movistar y resulta que allá la que entra bien es la señal de Comcel.

Me informó que en la esquina vivía el Inspector del pueblo y él sí tenía posibilidades de llamar por un Movistar. Me dirigí hasta allá, pero un familiar del Inspector me informó sobre su ausencia.

Me angustié mucho, me acerqué nuevamente al negocio de llamadas y les pedí que me ayudaran a comunicarme con el Ejército. Tiene que haber alguna forma. Y me dijeron: ahí están los del Ejército. Pregunté ¿Dónde? Allí en la esquina, me respondieron: mírelos. Y volteé y ahí estaban los soldados de la Infantería de Marina.

Salí corriendo. Gritaba ¡Soldados, soldados! Los abracé y me identifiqué: soy Fernando Araújo Perdomo, estuve secuestrado por las Farc durante seis años, hacía parte del grupo de personas que las Farc tenían para canjear con el Gobierno Nacional. Ayúdenme y protéjanme y lléveme con sus superiores.

Me ayudaron de inmediato, me dieron agua fresca y un sánduche, luego se comunicaron con sus superiores. Entonces comencé a recibir llamadas de los comandantes de las fuerzas militares, del ministro Santos y del Presidente de la República. Eran las 10:40 de la mañana de hoy. Me recogieron en helicóptero y me trajeron a Cartagena.

Publicado en EL TIEMPO
Enero 6 de 2007
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-3390460

Les huyen a las obras ambientales


Por: Javier Franco Altamar 

Cada vez que veo un desastre ambiental como el de la ciénaga de Mallorquín, con su galopante deterioro bajo la complaciente mirada estatal, me preguntó qué ente satánico se impone para que esto sea posible.

Recuperar la ciénaga, según las asociaciones comunales y de pesqueros de La  Playa y Las Flores, vale 23 mil millones de pesos. Yo creo que si la intervención fuera de otra índole, digamos en infraestructura, hace rato que se hubiera hecho.

Quizás porque las obras de infraestructura generan mayor impacto visible. La cultura del cemento, dirán algunos; la de las grandes avenidas que se asocian con el progreso. Los contratistas ya saben cómo es el truco: o se gastan mucho menos de lo proyectado para quedarse con la gran tajada o hacen crecer la
cifra a través de un otrosí que nunca falta.

 La comunidad en general se disfruta el espectáculo inaugural que causa trancones, presidido por un gobernante en el umbral de la eternidad, pero recuperar una ciénaga no parece cuadrar con toda esta puesta en escena. ¿Quién se beneficiaría? ¿Cómo se muestra eso por los medios?

Por supuesto que aparecerán peces, vegetales y aves migratorias, pero ninguno de ellos vota. Las comunidades aledañas suelen ser apáticas a esas dinámicas electoreras y quienes más presionan son los ambientalistas, personajes alternativos, independientes, nada que ver con los barones políticos o las
 élites empresariales.

Como los grandes contratistas locales no tienen vocación ambientalista, tocaría traer extranjeros, que si bien nunca están exentos de tirar la'liga' a quien pone el 'ok' final, suelen ser ajenos a la política local. Eso complica un poco las cosas.

Y otro detallito: las obras ambientales son tema de largo plazo y se corre el riesgo de que los aplausos se los lleve un gobernante del futuro.

Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 5 de 2012

Continúan muriendo los peces de la ciénaga (II)



Por: Javier Franco Altamar

El domingo, la tragedia empeoró. Ahora sí, dicen los pescadores, la ciénaga de Mallorquín se quedó sin peces, porque están muriendo ejemplares adultos y se ven en la orilla, frente al sector La Playita y al barrio Palo Alto del corregimiento La Playa.


De La Playita, donde están las dragas, la Triple A recogió el domingo 85 sacos de peces muertos, y ayer procedía con otros 70 sacos que la misma comunidad recogió en las carreras 13 y 14 de Palo Alto, donde ya se habla de emergencia sanitaria por cuenta de la descomposición.

Ayer, como muestra del impacto de la tragedia, los pescadores exhibieron, en una canoa, los cadáveres de mojarras, chivos, morenas, pez alrevés, róbalos y roncas, la mayoría en edad adulta y que, según algunas hipótesis, se ahogaron con barro de sedimento atrancado en las agallas.

Luis Ávila, secretario de la Asociación de Pescadores, dijo que según la explicación que recibieron de un especialista de la Universidad del Atlántico, gran parte de la responsabilidad la tienen los dragados a que viene siendo sometida la ciénaga para el supuesto mejoramiento de la hidrodinámica.

"Bajo el sedimento estaban muchos contaminantes, y ese lodo esparcido terminó matando a los peces", dijo. A eso se agrega el impacto de los lixiviados del antiguo basurero, los contaminantes que trae el arroyo León que desemboca allí y la carga de metales pesados que vienen desde el río Magdalena.

Oswaldo Consuegra, director de la Federación de Pescadores del Atlántico, lamentó que esto sea la historia de un tragedia anunciada que, como sucesos anteriores relacionados con la ciénaga, "se hace la bulla, viene la prensa, se presentan funcionarios un par de días y no pasa nada", aseguró.

Ayer el agua ya no era verde, sino roja: mala señal, según los pescadores.

Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 4 de 2012

Mortandad de peces en ciénaga de Mallorquín (I)



Por: Javier Franco Altamar

Los peces comenzaron a aparecer a las 5 de la tarde del martes, y ayer en la madrugada el fuerte olor a putrefacción ya se estaba metiendo en las casas del barrio Palo Alto, habitado por las personas más pobres del corregimiento La Playa.


Cuando se levantaron, encontraron una cinta plateada de peces muertos en la orilla de la ciénaga de Mallorquín, cantidades enormes de ejemplares pequeños.

La emergencia ambiental era un hecho. "Yo tengo 16 de años de vivir aquí, y que yo sepa, nunca antes había pasado algo como esto", dijo Benedicta Gordon, una de las habitantes del barrio.

Las autoridades ambientales se hicieron presentes en el lugar la mañana de ayer. Una primera mirada les llevó a la hipótesis de que en el agua hay una carga orgánica producida, quizás, por los vertimientos del arroyo León. Las algas acuáticas, que han venido haciendo presencia, se quedan con el poco oxígeno del que viven los peces.

El agua verde de la ciénaga es una señal de eso, dijo Joe García Quiñónez, asesor de la Corporación Regional Autónoma (CRA).  Ese material contaminante, agregó, puede estar llegando desde hace cuatro
 días, como ha dicho la comunidad. El arroyo León estaría trayendo contaminantes desde otros arroyos, desde la laguna de oxidación del barrio El Pueblo y de empresas ubicadas en el recorrido.
 
"El Damab hará seguimiento a estas empresas para ver si están cumpliendo con los límites permisibles de vertimientos a cualquier cuerpo de agua", dijo García.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 30 de 2012

Es lo poco, pero parece lo mucho


Por: Javier Franco Altamar

Confieso que me asombra todo esto alrededor de la Valorización 2012, empezando con que su exhuberante promoción  parece no corresponder con el 4,7 por ciento que representa en las inversiones del Plan de Desarrollo a Elsa Noguera

Y me asombra porque con tanta publicidad, tanta presentación y tanta defensa, pareciera que fuese el ciento por ciento, es decir, la fuente principal, como si los malpensados tuvieran razón en eso de que si no pasa la V-12, nuestra alcaldesa se quedará sin obras que mostrar.

Sin lugar a dudas, la V-12 prevé obras monumentales: amplias avenidas para la conectividad, nuevos parques, arroyos asesinos controlados y las plazas que faltan en el Centro Histórico, pero defenderlas a capa y espada, haciendo parecer a los opositores del V-12 como enemigos de la ciudad, es una bajada de caña que desvía la atención.

Porque está bien que a nadie le guste pagar impuestos, pero el nivel de rechazo aumenta cuando el asunto se percibe como un "atraco". Entonces comienzan a flotar preguntas. ¿Cuál es el afán? ¿Por qué no se financia de otra manera si es tan poquito porcentaje frente a todo el paquete de inversiones? ¿Será que en realidad no hay plata?

¿Hay acaso algunos compromisos que cumplir con contratistas amigos? ¿Hay algún beneficio enorme para ellos disfrazado de beneficio para la ciudad? ¿Las ganas de sacar adelante las obras es para no pasar en  blanco? Prefiero creer que el diablo no tiene nada que ver con esto y que desconfiar envenena el alma.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 30 de 2012