Tuesday, August 04, 2015

María del Carmen, la devota de 101 años

Por: Javier Franco Altamar
María del Carmen Cabrera Celis vino marcada, de nacimiento, en la devoción a la Virgen del Carmen: su mismo nombre lo dice todo, y si algo tiene que agradecerle a la madre de Dios, es haberle dejado vivir 101 años para seguir venerándola.
Este jueves en la mañana, cumplió con una de las  citas que más la emociona y a la que no ha faltado jamás desde 1928, cuando a los 14 años, comenzó a asistir a las misas mañaneras de la Virgen del Carmen en la recién construida parroquia del barrio El Prado.
Cuando ya era una cincuentona, fue testigo de la llegada de los frayles de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos,  a quienes se encomendó la parroquia luego de haber permanecido, por 15 años, al frente de la de San Miguel del Rosario.
Esa historia ha pasado frente a ella y la recuerda con entusiasmo, porque es una secuencia de momentos atados a su Virgen del Carmen del alma, la que le ha permitido vivir, dice ella, muy sana (no sufre ni siquiera por el azúcar), lúcida y alegre.
Cada domingo, asiste a misa, y todas las noches, le reza su rosario. “Nunca se ha desprendido de mí, me ha acompañado siempre. Es mi vida entera”, asegura esta mujer delgada y menuda, que lee sin lentes por unos ojos vivaces, y que habla con una voz bajita, pero clara.
De eso fueron testigos quienes la acompañaron y la aplaudieron en la celebración de sus primeros cien años el 12 de mayo del 2014. La mañana de ese día, leyó, sin titubear, el aparte de la Biblia que le correspondió en la ceremonia litúrgica en su honor.
Ayer, durante una pausa en  las misas de la mañana, habló con el ADN y lo asumió como un nuevo favor del cielo, porque siempre quiso contar su historia. En algún momento, dice ella, logró captar la atención del periodista Ernesto McCausland. Él prometió entrevistarla, pero la muerte del cronista, ocurrida el 21 de noviembre del 2012, se interpuso.
Por eso,  no paraba de bendecir, y de dar las gracias a la Virgen.  Al lado, su hija, Inés Aminta Berrío Cabrera, le ayudaba a ordenar las ideas y no paraba de celebrar cada ocurrencia de su madre.
“Mi mamá es todo un personaje.  Cuando vamos a un centro comercial, se queda mirando para todos lados y me dice: no veo ninguna cara conocida. Y yo le digo, pero mami, si todos lo que conociste ya están en el cementerio”, cuenta  Inés Aminta y ríe a carcajadas.
Ella tiene 80 años, pero aparenta unos 60. No hay duda de que hay un tema genético de por medio. “Soy hija única. Mi padre murió a los 27 años, y desde entonces, ella fue padre y madre para mí. Me llevaba al colegio, me recogía,  y así me fue inculcando la devoción por la Virgen”, dice ahora. Y asegura que es una herencia que continuará, porque ella ya trasladó su devoción a sus tres hijos, y estos, a sus siete nietos.
Doña María del Carmen, por su parte, no desaprovecha el mínimo instante para hablar: recita su número de cédula para que no quede duda de su buena memoria: 22.277.180 de Barranquilla. Dice que estudió en el colegio Americano e insiste en que “desde niñita” está con la Virgen.
Confiesa que le gusta el baile, que ha participado en cumbiambas, que baila tangos y boleros, que canta canciones de todas las épocas, que lloró la muerte de Carlos Gardel,  y que se toma sus tragos en ocasiones especiales. “No tengo preferencias. Me tomo lo que me brinden, pero con devoción y respeto”, asegura.
No se marchará de la iglesia sin comulgar  y eso lo deja bien claro. Por eso, es hora de regresar al templo: Va recitando: “Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues solo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, o Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón. Dame tu bendición, nunca me abandones, madre mía”.
Su hija celebra y la acompaña en reemplazo del bastón que ella se niega a usar. “Así es ella. Agregándole cosas nuevas a las oraciones”.
Publicado en ADN Barranquilla
Julio 17 de 2015