Thursday, July 04, 2013

Rafael Campo Miranda, el náufrago de la vida



Por Javier Franco Altamar

A sus 95 años, el maestro Rafael Campo Miranda se considera un náufrago de la vida, un sobreviviente del que da testimonio el estudio de su apartamento al norte de la ciudad, lleno de recuerdos, placas, trofeos, “comprado a punta de música”, como dice ahora con orgullo.

Lo del naufragio es un malabar expresivo, un apunte chistoso a propósito de una de sus canciones más célebres, ‘Lamento náufrago’. Pero es, al mismo tiempo, una señal de nostalgia, porque a Rafael Campo Miranda, en su papel de hombre longevo, lúcido y productivo, le ha tocado ser testigo de la muerte de sus “coetáneos”, y hasta de gente menor que él.

Soy el Titanic de la vida”, insiste y saborea la palabra ‘coetáneos’ al pronunciarla con lentitud, para que no quepa duda de que se está refiriendo a las personas de su misma época- Muchos de ellos fueron sus grandes amigos, sobre todo Pacho Galán, muerto hace 25 años, que igual que él, se inspiró en el mar de Puerto Colombia para componer.

Chasquea los dientes como si acabara de comer, y le pide a su empleada que apure los tintos porque los periodistas visitantes deben refrescarse antes de comenzar la entrevista. Viste elegante, de corbata, camisa clara de rayas finas y un pantalón clásico de color pastel que hace juego con los zapatos.

En su rostro resaltan los ojos vivos que amenazan con atravesar la gafas correctoras, cejas pobladas del mismo color blanco absoluto del cabello lacio, peinado hacia atrás para darle respiro a la calvicie frontal.

Cuando se incorpora de su escritorio para buscar algo en su cuarto conque reforzar sus respuestas -un documento, un reconocimiento, una foto, un instrumento, una placa o un libro-, lo hace con movimientos pausados, pero decididos: nada indica que necesite un bastón.

“Todo eso lo conservo, primero, como un patrimonio espiritual y artístico para mis hijos; y luego, para que los periodistas y los amigos,  cuando tengan necesidad de un documental, puedan usarlo de referencia, para que sepan cuál fue mi recorrido, cómo fue mi actividad compositiva musical a través del tiempo”, dice.

Entre los objetos más preciados que recorre ahora con la vista, resalta uno de los más grandes y que ni siquiera es musical: una réplica a escala de un gran danés, amarillo, casi vivo, que parece cuidar el estudio con su presencia intimidatoria.

Es tan evidente la presencia de aquel perro de material sintético que al maestro Campo Miranda le tocado repetir una y otra vez, ante el curioso que no falta, la historia del animal original, que él escuchó, cuando niño, de boca de su padre, Juan Campo Serrano.

 “Dicen que lo encontraron frente a la tumba de su amo en un cementerio de Europa con las patas delanteras ensangrentadas y muerto de un infarto. Murió tratando de sacar a su dueño. Le hicieron un molde al cuerpo y de ahí sacaron varias esculturas. A Barranquilla llegó ésta, que yo recibí de mi padre como herencia, Quiero a este perro como si fuera ser viviente", asegura.

Cuando se le pregunta el secreto de su longevidad, que en el caso suyo no solo es asunto de edad, sino de buen estado de salud y lucidez mental, asegura que tan solo se siente lo suficientemente bien “para resistir los embates de la vida”. Porque, al contrario de lo que podría creerse, pasó por todas las etapas de la vida de un hombre, pero, al contrario de muchos otros, las fue superando una a una.

-Para llegar a esta edad: Inciden muchos factores –dice ahora, sentado frente a su escritorio, cruzando una pierna sobre la otra-: la parte familiar y el régimen alimenticio. El cuidado no, porque yo fumé bastante, tomé bastante y la enterré bastante.

En este momento se ríe con una carcajada lenta, pero pícara. Como ese apunte, habrá varios durante la entrevista, algunos alusivos a las propiedades afrodisíacas de los licores antiguos que exhibe en los estantes de su estudio. “Cuidado vas a publicar eso. Es un secreto” y ríe de nuevo.

A sus placeres de la juventud y los que siguieron en su primera madurez, el maestro Rafael Campo Miranda asegura haberles dicho  adiós a tiempo. “Llegó un momento en que dije: ya esta vaina está bien, y la naturaleza me respondió, De ahí en adelante, seguí viviendo una vida pasiva, muy disciplinada y aquí estoy”.
Por eso, no tiene ninguna complicación con su dieta diaria, donde priman el sancocho de pollo, el arroz con coco, huevo cocido y  el jugo de naranja.

De su infancia en Soledad, donde nació el 7 de agosto de 1918, recuerda esa comida de ‘la vieja guardia’, que era realmente nutritiva. “Había  sopas de la cola de res, se tomaba la leche al pie de la misma vaca, y los sancochos eran de gallina de patio”, sostiene.

Esa alimentación, agrega él, tiene mucho que ver con la condición que exhibe ahora, aunque el resto del crédito lo tiene la ‘raza’, de donde viene. “Tuve dos tíos mellizos se murieron sobrepasando el siglo, y así….”

La historia de su producción musical ha sido contada varias veces, incluso por él mismo en sus escritos, en las tertulias que participa y en las charlas que todavía dicta en los colegios o donde lo invitan.  Un libro suyo titulado ‘Vivencias musicales’, editado en el 2005 y que trae sus canciones más renombradas con sus acordes de guitarra y guiones musicales, recrea esas escenas en las playas de Puerto Colombia, el amor mezclado con la arena, el viejo muelle como testigo.

La vida le ha proporcionado muchas alegrías y reconocimientos nacionales, y pasó por toda clase de momentos al lado de su esposa María del Socorro Vives, con quien tuvo a sus hijos, todos vinculados con la Música, Rafael, y las recordadas ‘Emes’, María y Margarita.

El maestro suspende la narración y canta ahora.

 “Sobre la arena mojada, bajo el viejo muelle la besé con honda pasioooón …” Es un fragmento del porro ‘Lamento náufrago’, canción que le ha dado la vuelta al mundo, señalo.

-Bueno –corrige- pero primero estuvo ‘Playa, brisa y mar’, que originalmente era  solo ‘Playa’. Esa sí fue bárbara. Y después el ‘Pájaro amarillo’, que está de moda ahora mismo en Brasil.

Y así como Puerto Colombia estuvo presente en sus canciones, dice, también lo estuvo Barranquilla, y volvió a aparecer ahora al cumplirse 200 años de haber sido erigido en Villa. Habla primero de ‘Unos para todos’, aquella famosa canción de comienzos de los 70, interpretada por Nelson Henríquez, el  venezolano que aún le está cantando a la Arenosa.

-Está canción está palpitando todavía, y no dejará de sonar hasta tanto las cosas de Barranquilla no se normalicen.

Y recuerda la historia. Era el año de 1972. Barranquilla estaba enferma de una política corrupta y decadente. Rafael Campo Miranda era miembro del Club de Rotarios y le pidieron que se pronunciara a través de una canción. Y él la hizo en señal de protesta porque le dolía en el alma que una ciudad como  Barranquilla, tan grande e importante, estuviera padeciendo todas esos problemas.

-Todavía subsiste esta situación, aunque en forma un poco menor. Lo que ahora nos está violentando más fuerte es la criminalidad, Yo digo en mi canción ‘Unos para todos es la consigna general, no más injusticia en esta tierra sin igual…” En ese momento, la ciudad estaba hundida, “Salvemos a Barranquilla” era la consigna, y sigue vigente porque ahora tenemos que salvarla de la criminalidad. Aquí nunca habíamos tenido ese lastre del crimen, ¡jamás!. Somos gente sonriente, bailadores de cumbia, amables, acogedoras.  Eso es lo que estoy diciendo en mi última canción, la que compuse con motivo del Bicentenario, que no pudo ser grabada porque el tiempo se vino encima.

-Es usted un agradecido con la ciudad, por supuesto.

- Yo nací en Soledad, pero me trajeron a Barranquilla a temprana edad, Esta ciudad me acogió con los brazos abiertos, aquí adquirí mi cultura, mi sapiencia, mi don de gente. Todas aquellas condiciones que enaltecen y dignifican a la persona humana yo las obtuve en Barranquilla, porque a la edad de 8 años, uno no tiene todavía noción de lo que es todo esto. Esta labor compositiva que tiene más de medio siglo, la hice en Barranquilla,

-¿Y Soledad?

-No obstante todo eso, yo quiero mucho a mi tierra de Soledad, y también le compuse a ella. Hay una canción que se llama ‘Cumbia Roja’ es un homenaje a Soledad:

Yo naci en la Costa que tiene el cielo donde más brilla el Sol,
Yo vivo añorando aquel paisaje que me vio un día nacer
Con ritmo de cumbia me bautizaron con agua sol y sal
Y me dieron de fortuna toda la espuma de las olas del mar…

-Ya que usted, canta, maestro, ese tema con tanta fluidez, y se nota que le sale del alma, háblenos del secreto para componer. ¿Cuál sería?

-Hay una motivación que le palpita a uno en la parte más insondable del alma. Es como una obsesión, Uno oye la canción y saborea la letra hasta cuando llega el momento que se reglamenta todo y compone la línea melódica y lo poético, Son puras manifestaciones del alma, Es un don divino.

-¿Cuánto dura su proceso de composición?

- Eso es relativo, en algunas soy rápido, pero hay otra en que uno se lleva mucho tiempo, ‘Lamento náufrago’ fue muy trabajada, lo mismo que ‘Playa’. En cambio ‘Viento verde’ y ‘Pájaro amarillo’ fueron facilitas de componer.

Y vuelve a cantar.

 Sobre el juncal florido del riachuelo,
viene volando un pájaro amarillo.
Lleva, lleva, en su piquito el primer besito
que me diste, que se perdió en la llanura

 Y continúa…

 -Cuando uno se acostumbra a componer y los elementos o ingredientes son el amor a la mujer y el paisaje marino, uno se inspira más. Pero fíjese una cosa curiosa. Aquí en Barranquilla, ‘Lamentos náufrago’  fracasó, no tuvo acogida (fueron arreglos de Juancho Esquivel), pero el acetato llegó a Caracas y lo cogió un director musical allá, miró la letra y dijo que esa canción era como un poema. Entonces le hicieron un arreglo bonito y atractivo. La obra vino por las nubes, llegó a Colombia grabada por la orquesta de Chucho Sanoja y aquí fue un verdadero carnaval junto con ‘Playa’: se volvieron famosísimas.

 -¿Y a qué se debería ese fracaso inicial?

 No sé. Me pasó también cuando yo compuse ‘Playa’, Los viejos músicos me dijeron que por qué le había puesto esa letra a ese porro si el porro no lleva letra. Les dije: ¡cómo no! si al porro se le percibe al compás como al bolero, entonces también se le puede  poetizar, Ya yo me sentía que había fracasado con el porro, pero entonces vino un amigo costeño desde Bogotá y me dijo que en la avenida Caracas, en una tienda, oyó un disco y en la parte circular de la etiqueta decía ‘Playa’, autor Rafael Campo Miranda. Era mi primera canción. Yo di un brinco de la emoción al saber que mi obra entró por Bogotá.

-¿Cuánto tiempo vivió en Puerto Colombia?

-8 meses, yo no salía de la playa, En ese tiempo había un lugar que le llamaban la Isla Verde, Yo me transportaba allá cinco días, vivía una vida natural, Había garzas y uno pescaba. La Isla Verde desapareció por los arreglos hidráulicos de Bocas de Ceniza, después, compuse ‘Lamento náufrago’ en los años 50, Pero eso fue una cosa bárbara,

-¿Qué siente ahora al volver?

- Cada vez que voy y veo el muelle me da es tristeza, Yo conocí el muelle cuando estaba bueno, veía cuando llegaban los buques con orquestas a bordo, y ese muelle iluminado de punta a punta, si uno se ubicaba en una loma en las afueras del pueblo, aparecía como un monstruo luminoso en la distancia, para después verlo caer. Eso a mí me dio ganas de llorar.

-Hablemos de la nueva canción a Barranquilla

- Se llama ‘Mi amada Barranquilla’, es en ritmo alegre y la va grabar Hugo Molinares. Es un homenaje a la ciudad y fue muy fácil de componer, no como ‘Uno para todos’, que era diferente a lo que yo hacía. Esta nueva canción es una evolución de la otra y se complementa. Yo soy un hijo adoptivo de Barranquilla, la amo y se lo demuestro en mis canciones.

-¿Cuantas canciones ha compuesto hasta ahora?

- Hasta ahora he compuesto unas 98 canciones, pero yo no soy de esos que le preguntan cuántas compusiste y dicen 5.000, pero no le pega ninguna… ahora, cualquiera que se enamora ya se es compositor. Ser compositor es trabajado.

Y por ese trabajo que ha sido suyo por años es que ahora vive una vejez tranquila, sin decrepitudes y muy activo, viviendo de la música, insiste, la que le ha dado “este refugio donde me escondo”, como le llama a su apartamento, que comparte con una de sus hijas y donde lo atiende una empleada de confianza como el rey que es. Ahora saborea el café humeante que le acaban de traer


 -Aquí me oculto por horas para hacer mis composiciones –dice antes del nuevo sorbo-: componer es función del alma, y el alma no envejece.

Publicado en ADN.COM
Julio 4 de 2013

Wednesday, July 03, 2013

Telecaribe, a la espera de un gerente


Por: Javier Franco Altamar

A pocos días de conocerse el nombre del nuevo gerente de Telecaribe, vale la pena reflexionar acerca del tipo de dirección que se merece el canal y cuáles desafíos debe asumir.

Si bien el nuevo gerente debe despertar simpatías en el seno de la Junta Administradora Regional de gobernadores, no debe ser ese el único criterio para seleccionarlo, sino que debe ofrecer una afortunada combinación entre las capacidades para administrar (que no se recogen del piso) y los conocimientos en producción de televisión.

Lo último, se cae por su peso, equivale a decir ‘zapatero a tus zapatos’, pero eso debe acompañarse de unas condiciones mínimas para planificar y gestionar el canal como el buen negocio que debe ser, para que sea capaz de competir con buena programación y para que de alguna manera sea rentable y no dependa tanto de giros nacionales y de partidas departamentales.

Ese nuevo gerente debería de proponerse el diseño de una agenda de productos que expresen la riqueza de la región, pero que no por eso sean pesados, aburridos y excluyentes. Es pensar un poco más en las audiencias y un poco menos en cualquier antojo del que se sienta con poder para meter la mano.

Ese gerente debe ser escuchado, debe tener voz y mando para que llegue hasta donde sea necesario y logre convertir a Telecaribe en algo más fácil de manejar, una entidad donde las expresiones de cada grupo de interés sean sensatas y defendidas sólo en función del canal.


Hoy, en el Museo del Atlántico, los 19 aspirantes admitidos comparecerán ante la Junta: es la ocasión para que expresen sus intenciones, sus líneas de propósitos y lo preparados que están para poner el canal en la ruta soñada.

Publicada en ADN-Barranquilla
Julio 3 de 2013

Tuesday, July 02, 2013

Una charla entre chistes y nostalgias con Leo Dan





Por: Javier Franco Altamar

El cantante argentino Leo Dan llegó como siempre: respondiendo con chistes, y burlándose por momentos de sí mismo, muy contento de encontrarse de nuevo en Barranquilla después de cuatro años de no venir por acá.
“El clima está lindo ahora. La vez pasada, cuando, vine hacía mucho calor. Incluso, me doy cuenta de que la ciudad no es tan chica como yo pensaba”, dijo ayer en visita al diario ADN.
Vino a promocionar su presentación de mañana por la noche en el Salón Jumbo del Country, donde compartirá escenario, como estrella principal, con la colombiana Vicky y con la agrupación venezolana, ‘Los Terrícolas’.
Dice que eso de los ‘50 años de vida artística’, expresión con que se está vendiendo el concierto, es “puro invento de los empresarios y promotores” así sea cierto, porque está cantando desde 1963, cuando era un jovencito delgado y tímido, con una frondosa cabellera y  cantaba casi encogido, haciendo esfuerzos para moverse.
“No me muevo mucho porque no sé moverme. No sé bailar. Soy un tronco. Cuando bailo, me agarro de las personas. Eso de reggaetón, que se baila suelto, no es conmigo por ejemplo”, dice y se ríe.
Promete una presentación de una hora (o 15 minutos más, puede ser), con base en una rutina compuesta por sus canciones eternas como ‘He prometido’, ‘Cómo te extraño’, y ‘Mary es mi amor’. “Esta no la puedo dejar de cantarla, ni ‘Estelita’, son canciones que el público va a pedir o las querrá escuchar”, asegura.
Si bien tratará de cantar unas nuevas, garantiza un show que gustará, con mariachi incluido, y chistes, si se da la ocasión.
Su nombre de pila bautismal es Leopoldo Dante Tévez, pero para el mundo artístico es, simplemente, Leo Dan. nació en Villa Atamisqui, Santiago del Estero, Argentina, el 22 de marzo de 1942.
Durante su carrera ha grabado 36 álbumes en Argentina, España y México. Su gusto por la música mexicana lo llevó a grabar con mariachis. Ha compuesto más de 3.000 mil canciones y la cifra continúa en aumento.
-¿Nota diferente la ciudad ahora, maestro?
-Esta vez me gusta más porque corre aire y todas esas cosas. No he sufrido con el calor. La vez pasada, me llevaron al hotel y al Aeropuerto, ahora veo es realmente es bonito. Pensé que era más chico.
-¿Qué nos trae en esta oportunidad?
-Siempre trabajo con base en una rutina, con las canciones conocidas que creemos que el público va a pedir o que las quiere escuchar. Tratamos de incorporar unas nuevas, pero lo que garantizamos es que el show gusta y venimos con Mariachi…
Estamos sentados en la sala de Junta en las instalaciones de EL TIEMPO y ADN de Barranquilla, En este momento, cuando avanza la respuesta, se siente el ruido de una pieza metálica que cae. Es el platillo con que la joven de prensa y divulgación sostenía el vaso de agua que acababan de darle. Ahora vemos que se ha mojado el pantalón….
-Traemos un  mariachi –retoma el cantante-, y una chica que en algún momento tira un platillo para llamar la atención; pero eso es parte del show.
“Me bañé”, dice ella entre risas.
- Ya era hora –, agrega Leo Dan y todos ríen
Aprovecha para endulzar la taza de té de manzanilla que pidió. No usa azúcar, sino un sustituto. “Es que soy diabético tipo dos. Se trata con pastillitas y una buena dieta no hay problema”
Dice que cantará, por supuesto, las tradicionales ‘Cómo te extraño’, ‘Mary es mi amor’, y ‘Estelita’, con el mismo timbre suave que lo sigue caracterizando a los 71 años.
-¿Cómo ha hecho para conservar la voz?  Hay otros de su época que no la conservan, como Camilo Sesto, por ejemplo.
- Debe ser porque ganan poco- responde con una carcajada-. Es una virtud el cantar siempre, pero Camilo debe ser que no canta mucho. Es la desgracia de los cantantes que no cantan, a no ser que vocalicen. Yo no vocalizo, no me cuido, y como no fumo, no tomo, no tengo sexo….
Volvemos a reír en la Sala de Juntas. Hay un teléfono que repica, el representante de Leo Dan sale un momento a contestar y le hace señas desde afuera para decirle que es urgente.
-Dile que llame en diez minutos o en 15, que estoy con unos periodistas. Es que no tienen ni idea de eso. Le debo plata y encima quiere que lo atienda, jajaja.
Para todas las respuestas parece reservar una carcajada. Tiene expresión de abuelo consentidor, Cuando se ríe, las facciones se le contraen con fuerza. En su cabeza, resalta la calvicie frontal que luce ahora con orgullo. Le recuerdo que a veces, cuando lo entrevistan en medios televisivos, lo ponen a ver un video de cuando tenía 20 años, y él exclama “¡Por Dios, qué tiempos, qué pelo!”. Le pregunto que si no ha pensado usar peluquín.
-Sí, una vez, pero se me cayó – responde con otra carcajada-. No, no: de verdad, me hubiese encantado ponerme un peluquín, pero bueno, se me iba a caer de todos modos. Me imagino que viene una admiradora mía y me dice: “Leo, qué lindo pelo”, y se queda con él en la mano. No,  mejor no.
-¿Y sigue componiendo, Maestro?
-Si, Mira, la prueba está aquí. Esto es lo último que compuse.
En ese momento, saca del bolsillo del pantalón un pequeño grabador en el cual reproduce un silbido suyo. “Esa es la idea. Silbo una cosa que escuché, una cosa que siento...
-Hablemos del proceso de producción de un tema ¿cómo se da en su caso?
-Depende. Hay cuatro maneras de componer. Una, cuando uno tiene hambre. Otra, cuando tiene necesidad. Otra, cuando estás contento, y otra, cuando te pagan. Las cuatro las aplico: cuando estoy contento, cuando miro a una muchacha como ella…
Acaba de señalar a la practicante de Redacción Inguel De la Rosa. Ella es delgada, morena, y tiene una apariencia espigada de modelo de pasarela. Ella le dice que sabe de sus canciones porque algunos de sus parientes mayores toman trago mientras las escuchan.
-Bueno, pero mis canciones no son para emborracharse, sino para pagar –vuelven las carcajadas-. Yo por lo general he tratado de ser más blanco en mis canciones, más espiritual, pero sin darme cuenta, No es porque no me gusta tomar. La experiencia fue muy triste cuando yo tomaba. Es más, regalaba dinero y no sabía a quién le prestaba. Hay una canción mía que se llama ‘¿Por qué estás triste?’ que tiene el don de hacer que la gente deje de tomar. Pero no me gusta decirlo mucho porque me dejan de contratar en los bares.
Más carcajadas. Parece que con el maestro Leo Dan no se puede hablar en serio, De pronto es su forma de entender la seriedad, no sé
-¿Cómo ha sido su experiencia con el público después de tantos años?
-No paro de cantar, todo el tiempo estoy cantando.
-Pero me imagino que mientras canta, matiza sus canciones con algún tipo de anécdota, algún chiste.
-Depende: si me dejan hablar. En teatro soy más efectivo porque tengo a la gente allí y puedo intercambiar chistes. Soy muy ocasional. Hace como dos años en Nueva York, me presenté en un teatro para 600 personas. Empecé a cantar y me di cuenta de que en la fila de adelante faltaban cinco personas. Iban a llegar tarde, con seguridad. Cuando canté la segunda canción, le dije al público. “Si llega a venir esta gente a sentarse, ustedes ayúdenme: yo me voy a despedir de ustedes, y díganme gracias, Leo, qué lindo show”. Y efectivamente: A la tercera canción, llegaron. Dije “bueno, muchas gracias”, y la gente decía “Gracias, Leo, gracias”, y el tipo miraba la hora en su reloj. Aquello fue infernal.
-Pero usted era muy tímido en sus comienzos. Incluso, cantaba sentado, ¿cómo logró superarlo?
-Depende de qué cosa. Cantaba sentado porque vengo de un pueblo donde la gente es muy tranquila y no les gusta trabajar. Entonces siempre me gusta cantar sentado. Es más. Nosotros somos los que inventamos la bicicleta en mi pueblo: para correr sentados.
-¿Y le siguen molestando que le digan Maestro?
-Sí, porque ganan poco. Prefiero que me digan diputado, senador, o Messi.
-¿El show que nos va a presentar tiene algo diferente de los otros?
-Bueno, me cambio de ropa.
-Pero esta gira se inscribe dentro de la celebración de los 50 años de vida artística.
-Eso es lo que se inventan los empresarios, porque yo llevo como 60 años cantando. Al año de nacido,  ya yo cantaba. ‘Arroz con leche’, pero como éramos tan pobres, cantábamos ‘arroz’, no más porque leche no había. Éramos tan pobres que dormíamos en el mismo cuarto y soñábamos lo mismo.
Todos volvemos a reír. Le pregunto por su hijo Nico, que le heredó lo artístico en el canto. Es uno de sus cuatro hijos con Mariette, la ‘Mary’ de su canción histórica.
-Nico está en Miami –dice-, pero no está dedicado tanto al canto porque está punto de recibirse como abogado, Quiere estudiar el ‘bussines’ de la música.
-¿No le irá a pasar lo mismo que usted, que quiso ser veterinario y terminó siendo cantante?
-A mí eso me pasó por el bien de los animales. Él quiere ser cantante, pero antes quiere ser abogado para manejar sus propios negocios, porque lo han embromado muchas veces…
-Volvamos al show ¿Qué significa cantar con Vicky y los terrícolas?
Vicky y los terrícolas son mis amigos. Para mí es una alegría poder compartir con ellos escenario. Es hermoso. Antes compartía con Óscar Golden, pero infortunadamente se nos fue. Voy a hacer un homenaje a Leonardo Favio, que es muy lindo, es posible que mostremos unas fotos donde estoy con él.
-¿Y a Sandro, no le tiene por allí algún homenaje?
-No, porque una vez le hice una vez homenaje y me tocó moverme. Tuve que ir al quiropráctico para que me reconectara los huesos de la columna vertebral.
-¿O sea, que usted sigue con ese estilo pausado, sin moverse mucho?
-No me muevo mucho porque no sé moverme. No sé bailar. Soy un tronco. Cuando yo bailo, me agarro de las personas. Eso de reggaetón no es conmigo.
-¿Cuál fue la última de sus canciones que se ha conocido?
-‘Amigo mío’, lleva como 20 años. De las nuevas me gustaría promocionar  ‘Cuando salga la luna en Colombia’ y otra que se llama ‘Justo en Medellín’. Son canciones que nacieron hace dos años. La primera es dedicada a la paz de Colombia. Una señora fue la que me dio la idea cuando me dijo, en España, una frase muy linda: “volveré a Colombia cuando salga la luna”.
-¿Usted no se siente raro cantando esas canciones juveniles ahora con más de 70 años?
-La que se siente rara es Estelita porque ya está vieja, pobrecita, porque yo estoy igual. El otro día canté en Rosario, y apareció Celia, inspiración de otra de mis canciones. Pensé que iba a llegar con un bastón, pero estaba igual de linda, con hijos, con nietos.
-Usted tiene canciones con nombre de mujer y son bastante…
-Gracias a Dios
-¿Y todas esas mujeres existen?
-Me imagino que sí, porque yo las perdí de vista, Todas existieron. A mí nunca me gustó clonarme o hacer cosas raras. Las mujeres a las cuales les canté son de a de veras. Como ya se sabe, Mary es la dueña de mi quincena. Ella húngara y nuestros hijos son hungaritos. Llevamos 48 años de casados.
-¿Y cuál es el secreto de esa longevidad matrimonial?
-Pues viajar y darle descanso a la mujer.
-¿Para cuidar su voz no hace nada especial?
-Nada. Gárgaras de tachuelas- dice y ríe de nuevo.
-Pero caramba: la mayoría de la gente usa miel de abeja, limón,..
-Es que hay muchas abejas gay…de pronto se me afina la voz demasiado.
-¿Le gustaría venir en Carnavales a Barranquilla?
-Me encantaría, claro: son famosos
-Por aquí estuvo cantando Juan Gabriel
-Me imagino que vino disfrazado. Es mi amigo, mi hermano. Yo lo quiero mucho y él también a mí. Hemos bailado juntos, también.
-Pero me acaba de decir que usted no baila
-Pero Juan Gabriel sí.
-¿Y canta algunas canciones de él?
No, me revienta Juan Gabriel si lo hago. Pero él si le gusta mucho mi música.
-¿A propósito, quién le sirvió de referencia en la música?
-Cuando me iniciaba, me inspiraba mucho en la música de Paul Anka, Elvis Presley, Palito Ortega y otros. No han sido mis maestros, pero si mi inspiración. Cuando vivía en Méjico tuve la suerte de conocer a Cesar Costa y a José Alfredo Jiménez de quien aprendí mucho. Además, todos eran mis amigos. A quien admiraba más era a José Alfredo porque en cada frase decía lo que el pueblo sentía. “Amanecí otra vez entre tus brazos”… ¡Coño! Qué lindas frases.
-Pero ¿Ha sabido de cantantes actuales que digan ‘mi referencia es Leo Dan’?
-Todos…. Jajaja. Perdona mi modestia, pero es que soy argentino. Mentira: Marco Antonio Solís dice que soy su inspiración. Joan Sebastian dice que cuando estaba en el campo me escuchaba y quería componer. Juan Gabriel escuchaba mi música.
-Le escuché a usted, en una entrevista, que la dificultad con el paso de los años ha sido dar las notas más altas.
-Yo cantaba más alto antes, pero un día me agarró una bronquitis en Nueva York, Hacía mucho frío afuera, llegué a mi habitación, me eché a dormir y desperté, y sentí el aire acondicionado encendido No tuve la fuerza para apagarlo. La voz se me bajó uno o dos tonos. Y fue hasta mejor porque empecé a cantar como macho ya.
Más carcajadas.
-¿Cuánto tiempo es capaz de cantar de corrido?
-Mucho más de una hora, bastante…
-¿Y sin tomarse un vaso de agua?
-No, el agua te lava la garganta. Lo que sí tomo es té de manzanilla: uno antes de cantar, y otro después de cantar.
-¿Y las tachuelas que me había dicho, qué?
Eso es para impresionarlo a él –dice señalando al fotógrafo Carlos Capella, que no se cansa de tomarle fotos, y ahora está agachado con el lente largo apuntando desde el bajo vientre- Fue para entrar en confianza, pero ahora mira cómo tiene agarrada la cámara. El que trata de impresionarme ahora es él. Parece argentino.
Todos reímos de nuevo. Es momento de una tanda de fotografías con quienes esperan afuera de la Sala de Juntas.

María Moñitos sigue bailando en Carnavales

El disfraz que se inventó el desaparecido Emil Castellanos está cada vez más vivo




Por: Javier Franco Altamar

Vista desde mis 12 años, la mujer me parece extraña. La minifalda deja ver dos piernas cortas, pero robustas, y ahora que las junta en un giro militar llevándose las muñecas en jarra a la cadera con las manos hacia fuera, sé que voy a ser testigo de algo extraordinario. Veo que da una vuelta sobre su propio eje y me estrello contra sus grandes ojos azules, que se abren a lo alto del rostro de quijada ancha. Ahora la boca se dispara como alistándose para un beso largo.

Tengo la suficiente madurez para saber que aquello no es una mujer, pero dudo. Quizás se deba a la calidad de la actuación, o me confunden los nudos de colores que se mezclan con el cabello, o más bien la fuerza de la expresión coqueta, que ella –o él, no sé bien- regala como respuesta a cada cosa que le dicen.

Estamos en una fiesta de cuadra a mediados de los años 70 y la noche aún es joven. Es una de esas reuniones bailables de Carnaval que 40 años después se han ido limitando a la memoria de quienes las gozaron. En este caso, la han organizado unos vecinos de La Unión, barrio de mi niñez.

Es usual que los disfrazados recorran verbenas y reuniones, y en cada estación, se luzcan ofreciendo un poco de su talento o de su burla a cambio de unas monedas o unos billetes, y a eso ha llegado, ya lo sé, aquel personaje que ahora mi padre, en los bríos de sus 35 años, ha sacado a bailar. Él, riéndose de la caricatura de su propia conquista carnavalera, da un par de vueltas con ‘la mujer’ tomándola por la cintura y todos ríen. El baile es agresivo, de pasos fuertes. Noto que los brazos de la pareja de mi padre son macizos, producto de algún ejercicio diario. Las reglas dicen que, en un baile, corresponde al hombre llevar el ritmo, pero es ‘ella’ la que zarandea a mi ahora asustado padre, es ‘ella’ la que domina la danza.

Unos pocos minutos después, cuando él –ya no tengo dudas- haya bailado brevemente con tres o cuatro de nuestros compañeros de fiesta, mi padre me lo presentará en una tregua de risas. “Mucho gusto: mi hijo”, le dirá atrayéndome por un omoplato. Ante mi saludo tímido, incierto, la ‘bailarina’ fuerte me quedará mirando y abrirá sus ojos de nuevo, azules, intimidantes. Unos minutos después, cuando se haya marchado, y antes de que yo alcance a preguntar, mi padre me responderá que es ‘María Moñitos’ y me hablará de ese loco...

Volveré a verlo un carnaval tras otro, luego en los desfiles, en fotos, en una película sobre un Drácula del carnaval barranquillero y ahora en las fotografías que me muestra su hija Ruby, cartones sobrevivientes de una de esas lluvias que un día se metió bajo la cama y esculcó entre las cajas. Son fotos que lo muestran con su familia, con personajes a los cuales ‘coqueteó’ en su momento, posando, dando testimonio de una alegría que lo acompañó hasta el día de la muerte de su autor, Emil Castellanos, el hombre detrás del disfraz. Eso fue hace 12 años, y aunque parezca un contrasentido, porque Emil se fue, ‘María Moñitos’sigue viva, sigue bailando en Carnaval.

Una de sus formas de persistencia es que aún participa en los desfiles principales así sea en cuerpo ajeno. Sus ojos continúan abriéndose en otros rostros, no importa que para hacerlo, algunos deban ayudarse con lentes de contacto, porque no es fácil nacer con los ojos azules por estas tierras. La excepción es, quizás, Iván Varela, quien lleva cinco años disfrazándose de ‘María Moñitos’, y se incorpora a algunos eventos callejeros.

Persiste con mucha fuerza, también, en el recuerdo combinado de vecinos y parientes que extrañan la alegría de Emil cuando se volvía ‘Moñitos’, y las fiestas que se armaban en torno suyo en la calle 23 con carrera 18, barrio Las Nieves. Allí vivía él, y era la sede única de las cuatro horas que duraba su metamorfosis para convertirse en esa mujer coqueta de minifalda, con lacitos de colores en las trenzas del cabello crespo, ojos muy abiertos y labios en trompa.

Su principal cómplice, su apoyo, su guía en el largo proceso de transformación, era su mujer, Naudí Pedroza, con quien iba corrigiendo detalles, puntualizando, puliendo, hasta quedar plenamente satisfecho dentro de su vestido de colores. Podía tener arandelas o ser liso, con encajes, llevar estampados o lo que fuera. Lo importante era no quedar desligado del presente de la ciudad o a espaldas de la moda femenina del momento.



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Los días de la metamorfosis eran los de mayor tensión para la familia, porque Emil se levantaba a las cinco de la madrugada y ponía a todo mundo en función de lo que se avecinaba. Para garantizar una buena dosis de entusiasmo, mandaba a comprar fritos, de los mejores, en un ventorrillo del barrio, y luego de un opíparo desayuno, comenzaba el ritual.

Después de los moñitos y el traje, que de antemano había encargado a una modista amiga, venía el maquillaje, que corría por cuenta de una vecina especialista. Castellanos era tan exigente con esa parte, que si al final no le gustaba, buscaba a otra persona para que le quedara tal como él lo quería, ni más ni menos, para tener una mínima garantía de durabilidad: él, ya convertido en ‘María Moñitos’, se encargaría de mantenerlo a salvo de la maicena, más popular en ese entonces que la actual espuma, cayéndole a trompadas al atrevido o al agresor que se atreviera a echarle. Para eso, servía la fuerza oculta de Emil.

En las fotos que ahora veo, sin embargo, está eternizado como ‘María Moñitos’. Las cámaras lo atrapaban, sin falta, en sus momentos más expresivos, porque ni los periodistas quedaban a salvo de sus coqueterías y atrevimientos. Lo que más bien hacía era aprovechar la presencia de las cámaras para sentarse en las piernas del primero que veía, y hasta besar a alguno en la mejilla de manera apasionada. Después, venían las carcajadas. “No tengo nada de homosexual. Yo lo que soy es un tronco de vivo y me gusta entusiasmar al público”, responderá cualquier otro día, con su apariencia de Emil Castellanos, ante las cámaras de un noticiero de televisión, sin dejar de hablar con los ojos de vez en cuando, como para poner en evidencia que ‘María Moñitos’ también participaba en la respuesta.

En una de esas fotos aparece besando al cantante Checo Acosta; en la otra, acosando al cantinero; y en una tercera, abrazando a un vendedor. Ni siquiera cambiaba de actitud asíposara con su mujer y sus ocho hijos. En esa foto en especial, parece estar dando testimonio de lo numerosa que era su familia. Al que pregunte le responderán que esa numerosa descendencia fue conformada en dos tandas, porque cuando habían nacido los primeros cuatro vástagos (Emil, Analía, Silvana y Ruby), Castellanos abandonó por un rato su hogar, alcanzó a casarse con otra mujer y hasta concibió un quinto hijo con ella; pero terminó regresando al lado de Naudí, como ella sabía que ocurriría. Entonces vino el resto de los Castellanos Pedroza (Kevin, Jesús, Norberto y Andrés), sin que él se preocupara por detener ese crecimiento poblacional porque así como detestaba la harina de maíz en su papel de ‘María Moñitos’, así rechazaba los métodos anticonceptivos en su papel de Emil.

No obstante, por todos y cada uno de sus hijos se preocupó en extremo. Lo principal era garantizarles la educación, de manera que gran parte de lo que recogía en Carnavales era para el pago de matrículas y útiles escolares, que compraba completos para no preocuparse de eso el resto del año.

Aunque no desperdiciaba oportunidad para sacarle dinero a su disfraz, Emil Castellanos se concentraba en continuar siendo albañil más allá de las fiestas. También era pintor esporádico, plomero, electricista, y reparaba cualquier cosa que le pusieran como desafío. Era un esfuerzo tremendo, pero así como se esforzaba, al mismo tiempo era desprendido, amable, y benefactor espléndido hasta donde lo dejaba su pobreza, abriendo espacios a la ancianita extraviada o al niño triste en su casa, sin importar que viviera hacinado con su mujer y sus ocho hijos.

También era ese pescador ocasional que se iba para Bocas de Ceniza el 31 de diciembre huyendo de los tragos y abrazos de ese día, y evitando el jolgorio de su propio cumpleaños el primero de enero, porque la única felicidad que concebía era la que le proporcionaba el disfraz. Al regresar a Las Nieves, el 2 de enero, venía cargado de peces de todas las especies, y los compartía con sus vecinos.

Y asimismo cuando era Emil, se preocupaba por la seguridad de la cuadra y era el primero en golpear, con sus puños de roca, al ratero atrevido que se dejara capturar por la turba de vecinos. Mientras muestra la colección de fotos, Ruby recuerda, entre risas, que su padre acostumbraba a salir en la madrugada a la calle, apenas cubierto por una toalla a la cintura, y llegaba hasta la esquina para ‘atrapar ladrones’. De pronto eran los mismos que él visitaba ya convertido en ‘María Moñitos’ cada 24 de septiembre, Día de la Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos, y a los que terminaba dándoles regalos, comida, algún detalle, en vía contraria al propósito de su disfraz.


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Lo del nombre de ‘María Moñitos’ no fue un bautizo propio. En realidad, el disfraz nació un poco distinto, cuando él tenía 17 años y acaba de prestar su servicio militar en el Ejército. Lo primero que se le ocurrió fue vestirse con prendas femeninas, ponerse una peluca, y caminar de fiesta en fiesta con una muñeca en los brazos, simulando ser una mujer engañada.

Al año siguiente, con la experiencia encima de haber perdido varias pelucas por cuenta de los traviesos que saboteaban su disfraz, se decidió por usar su propio cabello y llenarlo de los moñitos de colores que, en adelante, distinguieron al personaje y empujaron un bautizó del que no se tiene lugar ni fecha precisa. En cualquier caso, ese bautizo vino de alguna exclamación en una de esas apariciones repentinas suyas: “Ahí llegó la Moñitos”, se oyó decir, y el ‘María’ vendría a incorporarse con el correr del tiempo. En ese segundo año, cuando quedó escriturada la imagen que llevaría por siempre, Emil le imprimió al disfraz otro ingrediente: un supuesto talonario de apuestas permanentes con un número y un valor en dinero. A la víctima de turno, él le pedía que le apuntará las ‘bolas’ (en este caso, cifras), para no quedarse él con las ‘bolas’ (los testículos) de la víctima.

No era una amenaza para despreciar, porque las manos de Emil Castellanos, curtidas por muchos años de trabajo duro con cemento y piedras, eran agrestes y grandes, manos que al servicio de 'María Moñitos' eran muy hábiles para desplazarse, con velocidad de cobra, a las partes nobles del cliente.

Con el paso de los años, ya no tenía necesidad de amenazas, ni de liarse a golpes con el que, confundido por su apariencia, le hacía algún lance o le faltaba el respeto. Su sola presencia, con el bailoteo sensual, la postura repentina con las manos en jarra, manos sueltas con las palmas hacia fuera, labios disparados y ojos gigantes, daban para que el espontáneo le diera billetes, monedas, él los depositaba en cualquier parte de su disfraz: en la faja, en los falsos senos, en la cintura, y sólo se preocupaba por contarlo cuando se despojaba de la indumentaria en casa y el dinero salía de su escondite.

De los recovecos del vestido saltaban hasta dólares. Sus hijos, que lo acompañaban en el conteo de la noche, recuerdan que pocos años antes de su muerte, luego de participar en desfiles e irse a bailar por los estaderos de Barranquilla, a sentarse en la piernas de la víctima o a montar una corta presentación, Emil alcanzó a traer a casa unos 800 mil pesos, cifra cuatro veces más grande que un salario mínimo mensual de la época.

Eran ganancias grandes para un albañil, pero él nunca se quejó del duro trabajo que escogió para llenar los vacíos entre carnaval y carnaval. Incluso, como una muestra de lo exigente que era con el oficio de la mezclas y los morteros, no se aguantó las ganas y en el sepelio de su padre, 13 meses antes del suyo propio y en el mismo cementerio Universal, le pidió el palustre al hombre que empezaba a tapar la bóveda de pared, y él mismo terminó el trabajo, dejando la superficie lista para el nombre del difunto: Enrique Castellanos, el sujeto que le transmitió los ojos azules, que se lo trajo de Los Pondores (La Guajira), y se lo entregó a su hermana Sara. Ella sería la única persona que Emil reconoció siempre como madre, porque la biológica, Dilia Calderón, lo disfrutó apenas 45 días. Una mañana, cuando se disponía a amamantarlo, la mujer se dio cuenta de que ya el bebé no estaba: el atrevido de Enrique se lo había llevado para Barranquilla, supo después.

En esta ciudad, entonces, Emil vivió prácticamente toda su vida. Aquí mismo murió el 1 de septiembre del 2000, y hasta lo hizo en su ley, porque esa noche, la noche de su muerte, animó en una despedida de soltero, y por no quedar como descortés, aceptó un plato de comida que tenía de todo, y él era alérgico a los mariscos. Terminó ahogándose en una angustia de asma, llegó muerto a la Clínica del Caribe y se fue con sus moñitos a su tumba en medio de un cortejo muy parecido a un desfile de carnaval.

Pero ‘María Moñitos’ continuó, después de todo. La primera señal de que no se había ido la dio su propio hijo Jesús, de seis años, que lo encarnó en el Carnaval del 2001, seis meses después de la muerte de su padre. Jesús estaría en esas hasta los 11 años. Si no siguió, dice su hermana Ruby, fue porque el Bienestar Familiar le puso el ojo a la situación, sobre el supuesto erróneo de que el niño era explotado. En realidad, ya su hermana mayor, Analía, quien encontró un empleo antes de la muerte de su padre, se había encargado no sólo de Jesús, sino del resto de sus hermanos.

El disfraz, sin embargo, persistió. Lo hizo en el primer plano del rostro coqueto convertido en figuras de poliestireno. Lo hizo a cuerpo entero, también, con sus brazos en jarra y la minifalda, ya fuera en dibujo de camisetas, indumentaria de coreografía o publicidad de tarjeta prepago celular. Fue una multiplicación en figuras, en otras caras y los otros cuerpos –mujeres, hombres, niños- que se lanzaban a los desfiles a personificarlo.

No faltaron los homenajes, que, según los hermanos Castellanos, nunca derivaron en retribuciones para los descendientes: tanta gente que se ha lucrado del personaje, asegura Ruby, y nada para la familia, por eso ya están pensando en registrar el disfraz ante las autoridades.

Si para el año próximo se da el apoyo suficiente, Jesús, de 20 años ahora, asumirá el disfraz de su padre otra vez. En este Carnaval del 2013 casi se da, porque el joven recibió una invitación de la reina Daniela Cepeda, pero la familia respondió muy tarde, cuando ya los recursos estaban distribuidos.

De todos modos, esta sola intención fue una señal nueva de que ‘María Moñitos’ sigue viva, que sigue vigente, como lo demostró la propia Daniela al enfundarse un disfraz alusivo a ‘María Moñitos’ en noviembre del año pasado. Fue en el evento central de los Premios Luna realizado en el Country Club. Algo similar había hecho en el desfile de la Guacherna del 2010 la entonces reina Giselle Lacouture, al danzar con una indumentaria de falda corta similar a la de Emil, una peluca de moñitos, los ojos muy abiertos, azulados por los lentes de contacto, y la boca disparada en trompa, una y otra vez.

Ese beso, pero desde la auténtica ‘María Moñitos’, aparece ahora congelado en cada una de las fotos que se salvaron de la lluvia, cuando la casa no era cómo luce ahora, enterita y bien dispuesta, sino que era casi un lote con un par de habitaciones a los que Analía, como nunca hizo su padre, les metió mano y mandó a ampliar. Las fotos están dispersas, disputándose el espacio con recortes de periódicos dentro de los dos únicos álbumes que la familia conserva.

En una de esas fotos, que salió publicada en el diario EL TIEMPO un par de meses antes de su muerte, aparece Emil en su vieja casa, maquillado, vestido como mujer y con algunos moñitos en el cabello, sosteniendo, cerca de su rostro, un primer plano de su personaje, con el beso disparado y los ojos azules muy abiertos. Las dos ‘María Moñitos’ hacen el mismo gesto en una especie de coreografía perpetua: el rostro enmarcado en los lacitos de colores que empezaron siendo suyos, pero que se han ido multiplicando en la memoria creciente del Carnaval de Barranquilla.

Publicado en febrero del 2013
Adn y EL TIEMPO