Wednesday, February 08, 2012

La sociedad de la mutua desconfianza

Por: Javier Franco Altamar

Por lo general se desconfía de los mecánicos: si los dejas solos con tu carro, existe el riesgo de que se queden con los repuestos que acabas de entregarle y, en el peor de los casos, te reemplacen piezas buenas por unas de segunda que le habrán quitado a una víctima anterior. Por eso es recomendable estar al pie de ellos.

También suele desconfiarse de los médicos de las EPS, porque ellos se esfuerzan en no remitirte al especialista dado que desde arriba los obligan a mantener unos topes máximos de remisiones: vainas de un presupuesto, piensas.

Y si miras la receta, notarás unos nombres repetidos de medicamentos baratos dentro del llamado POS, y cualquier remedio adicional recomendado es el mejor promovido por el visitador médico locuaz: uno se imagina que desde los respectivos laboratorios hay regalitos motivadores.

Se desconfía de los gobernantes: tú supones que se ferian nuestros impuestos y que bajo el disfraz de licitaciones transparentes se mueven intereses políticos. Y sientes, oh verdad, que terminan escogiendo a quienes apoyaron en las elecciones, o los señalados por el dedo del jefe político de turno, verdadero dueño de los destinos.

Todos sabemos que la ‘viveza’ es parte de nuestra cultura, y que aprovechar papaya es una muestra de talento frente al resto de los estúpidos mortales.

La pura verdad es que por estos lares de la posmodernidad colonial, vivimos de la mutua desconfianza, y eso alimenta nuestros negocios, que suelen estar llenos de filtros para que no baste una firma, que podría ser, oh Dios, la del más vivo.

Publicado en ADN-Barranquilla,
Febrero 8 de 2012

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