Por: Javier Franco Altamar
Soy de los que se preocupan por asistir a la Batalla de Flores con la esperanza de que sea mejor que la anterior, pero ha venido ocurriendo que cuando me retiro a casa, lo hago con la certidumbre de que este desfile va de mal en peor.
El asunto es que no soy el único: todos nos vamos a la Vía 40 con el ánimo de divertirnos y regresamos decepcionados de un desfile cada vez más comercializado, que debe de ser un gigantesca ubre generadora de dinero para la Fundación Carnaval, pero que a cambio de ello se está tirando lo más representativo de nuestra fiesta.
Por fortuna para los organizadores del desfile, todavía está el foráneo dispuesto a presumir que estuvo en primera línea de la Batalla de Flores y que pagará costosos palcos empaquetados en otras ofertas del portafolios turístico del Carnaval.
Y todavía están las grandes empresas, nacionales y multinacionales, que se preocupan por traer a sus directivos desde otros rincones del país y ponerlos de testigos directos del desfile.
No importará, para estos directivos, que el desfile haya sido un desastre folclórico, porque los noticieros nacionales dirán lo contrario, y entonces cada cual podrá contar, en sus respectivos círculos sociales, que la pasaron de maravilla entre vasos de whisky.
Y en la Fundación Carnaval continuarán frotándose las manos, porque este desfile (sobre todo, éste) seguirá siendo una máquina de producir dinero. Lo menos importante serán las protestas, los editoriales y se reirán de gestos como el de la cumbiamba ‘El Gran Carajo’, que se retira humillada.
Publicado en ADN-Barranquilla,
Febrero 22 de 2012
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