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Friday, May 11, 2012

Víctor se 'desconectó' de la luz hace 19 años

Por: Javier Franco Altamar

En 1993, pocos días después de la muerte de su madre, única persona con la que compartía la casa, Víctor Pertuz Rocha tomó una decisión de la que no se arrepiente: no volvería a consumir energía eléctrica porque sencillamente no la iba a necesitar más.

Como dejó de pagar las facturas, un día cualquiera la empresa distribuidora de energía se llevó la acometida. Más adelante, él mismo desmontó el medidor. “Hace tanto tiempo que no sé qué pasó con él, pero era que la empresa seguía insistiendo en enviarme recibos”, dice él.

Su casa –heredada de su bisabuelo, asegura– queda en la calle 45B No. 22-68, barrio Alfonso López, y se distingue no sólo por ser pequeña, sino porque la fachada en una colección de citas bíblicas y frases alusivas a su condición de ajeno a la red eléctrica porque la única que él necesita es la luz de salvación de Jesucristo. “Nos alumbra la luz de Cristo, nuestro único Salvador”, dice una de las sentencias. “Esta es la democracia que pregona nuestro país, no hay quien defienda al pobre de las injusticias. ¿Hasta cuándo hemos de soportar”, dice la otra. Y una categórica: “yo le tengo miedo al recibo”.

Es creyente, muy creyente. “Lo soy desde mi época de infante de Marina, cuando luego de una vida desordenada, y después de haberme fugado de la cárcel, escuché una voz que me llevó a recapacitar, y desde entonces soy otro”, asegura este delgado y diminuto hombre de 59 años. La voz –dice– era de Dios, y fue más poderosa de la otra que le decía, al oído contrario, que era un bobo si se entregaba, como en efecto lo hizo.

Y empezó su nueva vida de regreso a casa, en obediencia absoluta a Dios como jefe supremo, tomando decisiones en contra de todo lo que parece una imposición, como es el caso del servicio de energía.

Con tantos años por fuera del sistema, y con la insistencia de Electricaribe por enviarle facturas con base en consumos estimados, (llegaron hasta por 90 mil pesos) alcanzó a acumular una deuda por 1 millón 67 mil pesos a abril del 2011, pero luego de varios derechos de petición y una inspección de la empresa para confirmar que, en efecto, no tiene acometida, se estableció una deuda definitiva de 572 mil pesos con base en la cual se firmó un acuerdo de pago en marzo pasado. “Ahora debo pagar como 12 mil pesos mensuales y me parece bien, pero aún estoy esperando el primer recibo”, asegura Pertuz, consciente de

que puede pagarlos con las marañas que le salen a diario entre los mismos vecinos. De eso vive, y tiene los 25 metros cuadrados de casa como dormitorio ocasional y oficina. La cierra por las tardes dejándola bajo el cuidado de un perro, porque de todos modos prefiere dormir cerca de su esposa y sus cuatro hijos, que viven en el barrio Buena Esperanza. “Pero fíjese cómo son las cosas; no acepto que me pongan un abanico”.

Publicado en EL TIEMPO y ADN
Mayo 10 y 11 2012 Barranquilla

Wednesday, February 29, 2012

Elsa Marina dejará otra huella en Barranquilla


Por:Javier Franco Altamar

Elsa Marina Losada empezó su año internacional con mucha fuerza: participó en importantes ferias artística de Italia y Estados Unidos donde hizo contactos y ventas, regresó a Barranquilla a disfrutar del Carnaval, fue para Brasil y luego a Chicago.

Pero estará de vuelta a mediados de marzo, dispuesta a seguir dejando huella en su propia ciudad.

'Elmar', como firma ella, es cartagenera de nacimiento, pero es más currambera que el sancocho de guandú, porque fue traída a los 8 años, creció y ha vivido aquí desde entonces. "Cuando me preguntan de dónde soy, no respondo colombiana, sino barranquillera", dice con una gran sonrisa.

Hace 11 años, sufrió las consecuencias de un aneurisma Le quedaron algunas secuelas en el habla y la escritura (dislexia), pero al mismo tiempo, sintió la presencia de Dios como guía y maestro, y su arte se llenó de brillo, comenzó a manejar mejor los colores.

“Todo en la vida es para bien. Este es mi arte y lo llevo en el alma, es mi forma de manifestarme y me hace muy, muy feliz”, dice ella.

Su expresión más amplia, la que la ha llevado a exponer en todo el mundo, es el llamado arte utilitario, que adorna elementos de cerámica, porcelana, cuero, madera y tela, entre los que se aparecen paraguas, adornos, bolsos, pocillos, vasos, bandejas y muchas otras cosas. Algunos son obras únicas por su realización a mano.

Pero la nueva huella de la que habla ahora es un juego de murales que resume la esencia de Barranquilla y que adornará el puente de la carrera 53 con la avenida Circunvalar, con la misma técnica de mosaicos que usó para los murales en los bajos del puente de la Circunvalar con la 38.

"Este será mi arte propio reflejado en nuestra cultura, unido a una escultura en homenaje al animal que nos representa: una gran iguana de 20 metros", explica la artista.

La presencia definitiva de la iguana no se ha definido, pero lo claro es que será una estructura de concreto reforzado, cuya piel será una mezcla de las mismas baldosas picadas que llevarán los murales, solo que con los colores propios del animal.

La obra luce tan impactante en las planchas de diseño, que el secretario de Cultura del Distrito, Afif Simán Slebi, no dudó en acogerla, anunciando, el 6 de enero, su apoyo en las diligencias distritales requeridas.

Mientras tanto Elsa ultima los detalles del presupuesto, y empezará a tocar puertas para financiar su obra con el apoyo del sector privado.

Publicado en ADN-Barranquilla,
23 de febrero de 2012

Thursday, January 26, 2012

Soldado y leñador, por los semáforos del país


Por: Javier Franco Altamar

La parodia parece un homenaje a dos oficios, pero en realidad envía un mensaje a la inversa: los leñadores no deberían existir porque destruyen los bosques, y los soldados de la patria terminan en el olvido.

El leñador está pintado de café brillante sobre su pedestal, lleva sombrero, barba ficticia y un hacha. El soldado es verde íntegro, casco, binoculares, pertrechos y cantimplora.

Ambos se quedan quietos junto al semáforo. De pronto se mueven simulando cada oficio, y el militar se baja para darle un saludo marcial a cada conductor y recibir una moneda.

“No vivimos de las monedas, sino del arte. Esto es arte urbano”, dice él antes de que se le malinterprete. No es mendicidad, aclara, sino una disciplina que viaja con él hace diez años por todo el país, en provecho de fiestas, desfiles y semáforos.

Él soldado es César Augusto Orozco Castañeda, tiene 34 años, manizalita. “Aprendí en la universidad de la calle”, asegura. Y el leñador es su esposa, Elsa María Castellanos Torres. “Que no talen más, por favor”, repite.

Llevan una semana en Barranquilla. “No habíamos venido antes por el calor, pero nos arriesgamos”, asegura César.

Él suda copiosamente, igual que su mujer, pero les ha ido tan bien que permanecerán tres meses más. “Hemos demostrado que del arte se puede vivir, pero uno no se puede estabilizar porque si la gente lo ve mucho tiempo a uno, pues se aburre”, dice ella. Es hora de continuar el trabajo.

Publicado en ADN-Barranquilla
Enero 26 de 2012

Un Indio Pielroja hecho en Barranquilla


Por: Javier Franco Altamar

Apenas comienza a maquillarse, él deja de ser Luis Carlos Estrada Mogollón “y me vuelvo un guerrero, ¿ya?”, dice mientras el espejo se convierte en testigo de la metamorfosis que avanza: está a punto de transformarse en un pielroja.

Usa pintura artística de dos colores: la carmesí a todo lo largo y ancho de la cara, y la blanca en el espacio que deja la cinta pegada de antemano sobre la nariz, los ojos y bajo la barbilla.

Para untar la roja usa su propio índice, pero la blanca corre por cuenta de un pincel operado por su esposa o su hija. Después viene la vestimenta colorada y brillante, la peluca de mechones blancos y el penacho traído desde Estados Unidos, elaboración artística de la tribu norteamericana que dice homenajear.

Está en esa representación desde 1976. Son 34 años en los cuales también ha sido otros indios, pero el principal es este, con indumentaria y pertrechos diseñados según la apariencia original. “Y uso pintura cara. Es mejor para evitar cualquier vaina en la piel, ¿ya?”.

En la puerta de su casa del barrio El Lucero, una de sus nietas, Andrea Carolina, lo acompaña en una de las parodias: ella es un oso, y él, con la flecha que amaga, pero que nunca sale del arco, la amenaza. Así lo harán más adelante en los desfiles.

Hoy es jubilado de Electricaribe y aprovecha su tiempo libre para promover desfiles y presentaciones. Es el vicepresidente de la Fundación de Disfraces del Carnaval.

Publicado en ADN-Barranquilla
Enero 26 de 2012

Thursday, January 19, 2012

El Cantinflas del Concorde


Por: Javier Franco Altamar

Si hay alguien que le ha sacado el jugo a su disfraz de Carnaval es el soledeño
Jorge Lara García, que una mañana de enero se despertó con la idea de que sería ‘Cantinflas’ en un concurso de disfraces convocado por la Alcaldía.

“Ñércole, me casé con Cantinflas”, dijo Ana Barros, su esposa, cuando lo vio disfrazado por primera vez

Eso fue hace 26 años en su tierra natal, y aunque no ganó el primer lugar, empezó a ser reconocido por la graciosa caracterización.

Fue tanta la conexión con el personaje que no tardó en tomar una decisión crucial: permanecería disfrazado todo el año como estrategia de mercadeo para vender tintos. “A la orden, chula”, le dice a una muchacha y mueve las cejas hacia arriba una y otra vez.

Así llegó a la urbanización el Concorde de Malambo, y ahora ya nadie lo conoce con su nombre, sino como ‘El Cantinflas del Concorde’.

Y mientras caracteriza al personaje, baila tango y mueve las caderas. “Ay, Chavela, Chavela”, repite., y el puente queda tendido para vender.

“Ser Cantinflas me ha permitido sostener mi hogar y darles educación a mis hijos. Yasir, el segundo, está a punto de graduarse de abogado”, dice.

Pero no sólo vende tintos por las calles del barrio donde vive, sino que, con la misma indumentaria, a veces maneja motocarros de transporte colectivo, y cuando lo requieren, muestra su talento para representar al personaje en estaderos, fiestas y espectáculos de Barranquilla y el resto del Atlántico.

Está tan metido en el personaje, que toda su ropa tiene que ver con el ídolo creado por el cómico mexicano Mario Moreno: los pantalones a la cadera, los cargadores, las chaquetas negras, los sombreros y hasta los zapatos.

Cuando mejor le va es en Carnaval, porque hay monedas, propinas, reconocimientos, desfiles, aplausos, y él se la goza plena.

Publicado en ADN-Barranquilla
Enero 17 del 2012