Wednesday, October 31, 2012

Contra nuestros cerros, capacidad destructiva ejemplar


Por: Javier Franco Altamar

Puede sonar atractivo emprenderla contra las multinacionales por los daños a los recursos naturales y hasta pruebas podrían mostrarse; pero basta un paseíto por nuestros paisajes para advertir la triste verdad: la destreza destructiva de muchos de nuestros empresarios es capaz de producirle retortijones de envidia al más inescrupuloso de los depredadores ambientales.

Un ejemplo: con sus respectivos permisos o lo que sea, hay mucha actividad contra los cerros en busca de piedras, arena o espacio. Eso está haciendo más rico a alguien, pero, además de otras cosas, les están quitando una muralla natural a los vientos, cuando menos.

Un ejemplo: con sus respectivos permisos o lo que sea, hay mucha actividad contra los cerros en busca de piedras, arena o espacio. Eso está haciendo más rico a alguien, pero, además de otras cosas, le están quitando una muralla natural a los vientos, cuando menos.

No voy a examinar en vano el caso de las especies animales desplazadas por las máquinas, porque para algo debe servir habernos convertido en la especie dominante del planeta, pero abrirles paso a los vendavales que la naturaleza, en trabajo de millones de año, contrarrestó con montañas, es un lucrativo suicidio.

Los cerros, lo saben los especialistas, tiene un valor ambiental como suelos de protección, y cumplen una función ecológica de equilibrio de interfase entre el  medio natural y el espacio urbano construido, pero destruirlos no aparece por ninguna parte como una opción capaz de ser compensada, como puede ocurrir con una reposición de árboles, por ejemplo.

Incluso, los cerros permiten encausar las aguas, ellos mismos suelen ser fuente de provisión de corrientes, mejor dicho: son tan útiles e importantes que una cabeza medianamente instruida apreciaría su valor.
Pero, bueno, comprendamos al empresario involucrado y aceptemos su discurso: no se puede detener el progreso por cuenta de nostalgias indígenas ni tonterías de esas, y la gente no come de paisaje, como le escuché decir alguna vez a un dirigente gremial.

Es la postura individual y egoísta que algunos entienden como evolución del género humano. Ese empresario o ese ejecutivo que representa a la institución depredadora, le importa es el dinero, y toca entenderlo: así se lo indican sus lógicas. Que sus hijos y sus nietos se entiendan con vendavales y tragedias, que para ese entonces, él será un recuerdo difuso, candidato firme al olvido.

Columna Pura franqueza
Publicada en ADN Barranquilla
24 de octubre de 2012

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