Wednesday, July 30, 2008

Helmer Luis, el hacedor de historietas


Lleva 13 años en eso, pero apenas ahora comenzó a buscar un empujón

por JAVIER FRANCO ALTAMAR

Un muchacho moreno y lánguido recorre por estos días el Centro Histórico de Cartagena. Dentro de su morral lleva una pequeña muestra de su talento: dos revista de historietas.

Anda buscando quien le pare bolas, más por consejos de sus amigos y parientes que por iniciativa propia. Las dos revistas fueron dibujadas por él mismo a lápiz, en blanco y negro, y en hojas de block tradicionales.

Su intención es que alguien le dé un empujoncito como sea y para donde sea, pero que ojalá mucha gente, más allá de su círculo cercano de conocidos, sepa de la existencia de su arte.

Tiene 19 años, se llama Helmer Luis Arroyo Martínez, es estudiante de grado 11 y se ha pasado los últimos 13 años pintando historietas.

La mecánica hasta ahora ha sido muy simple: él las termina de pintar, se las muestra a los primeros que se topa en su barrio o en su cuadra, y las vende por unos cuantos pesos o las presta según sea las condiciones.

En ese cuento, algunas de estas revistas se han perdido, aunque otras han regresado a sus manos. La mayoría, sin embargo, se las han comprado. “Todo eso es muy emocionante y me hace sentir orgullosa de él, pero como es tan tímido, tuvimos que convencerlo, entre los vecinos y yo, para que promoviera su arte. Por eso se está acercando a los medios de comunicación”, dice Ana Leyda, su madre.

Al principio, Helmer –bautizado igual que su padre- se limitaba a copiar historietas halladas en los periódicos y revistas, pero a partir de los 15 años, comenzó su propia producción. Las tramas se inspiraban historias de películas, en vivencias propias, en la situación del país, y en los cuentos de la abuela Gladis.

No recuerda cuántas ‘revistas’ ha hecho, pero tan sólo le quedan las dos que ahora carga en el morral. “Produzco una por mes, y tan pronto termino, inicio la otra”, asegura él. Eso quiere decir que ha producido unas 50 historias en los últimos cuatro años.

“A veces no termino una porque sencillamente me aburro, pero la mayor parte de las veces, antes de pintar, ya tengo el principio, el nudo y el desenlace”, dice con gran seguridad. Esa expresión cambia un poco cuando las preguntas van orientadas a su vida privada. Entonces inclina la cabeza como mirando la mesa, ocultando la sonrisa blanca en un gesto de timidez.

Estudia en el colegio Camilo Torres del barrio El Pozón, uno de los sectores más deprimidos de Cartagena.

Su capacidad para el dibujo es reconocida en el plantel, y por eso, hace tres años, lo sedujeron para que participara en un concurso interno de pintura. Ganó por decisión unánime con un dibujo alusivo a Sierva María de los Ángeles, el personaje principal de la novela Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez.

“Yo la tenía pegada en la pared de mi cuarto, pero se fue dañando con el tiempo. Es que estaba hecha en cartón paja y no resistió la exposición al ambiente. Terminó en una bolsa de basura”, señala.

Estas dotes de pintor aparecieron casi por azar, recuerda él, cuando sus padres le dieron posada al tío Marlon.

El inesperado huésped duró dos meses en la casa, y mientras solucionaba el problema familiar que lo condujo allí, pintaba todo el día cuadros artísticos por encargo. “De un momento a otro, yo comencé a imitarlo, pintando en papel. Ya después, fui perfeccionando la técnica”, apunta.

La pasión por la pintura, expresada a veces en las paredes para no desaprovechar la angustia del alma, le mereció regaños de su madre, pero él siguió adelante, y a medida que pasaban los años, se fue mostrando en el colegio, donde se dio cuenta, además, de que tenía habilidades para la caricatura.

“La caricatura contiene una alta carga de burla, y hubo personas a quienes no le gustaron. Mis víctimas preferidas eran mis compañeros, y una vez pinté a una de las profesoras, pero por ese lado, no pasó a mayores”, recuerda.

Mientras tanto, seguía la producción de historietas, y el público lector crecía. Ya no sólo eran los compañeros de clases, sino los vecinos y amigos de otros entornos.

Hace un año, uno de esos amigos se llevó a su propio colegio la historieta La isla del miedo. Su trama, llena de suspenso y de sorpresivas escenas de terror, atrapó a los muchachos y el asunto llegó a oídos de una profesora. “Ella me llamó y me propuso que la presentara al Festival de Cine para ver si hacían un cortometraje, y quedó en orientarme, pero eso quedó así. Recuerdo que la profesora se llama Raquel”, dice.

La violencia en Colombia, el drama, el humor y muchas otras temáticas aparecen en esas historias. Olimpia, por ejemplo, se desarrolla en torno a una personaje del más allá, está inspirada en narraciones de la abuela Gladis. Ella murió hace 10 años, pero dejó un legado de varias historias de espantos contadas. El tesoro del Mohán, por su parte, incluye monstruos, una búsqueda mística y una historia de amor entre dos exploradores. Son las dos historietas que le quedan y están a la venta.

Hace tres años, por la época del concurso colegial que ganó, estuvo a punto de trasladar al dibujo la historia completa de Sierva María de los Ángeles, “pero me cansé, es que se volvió difícil por lo extensa”, dice, pero sí alcanzó a terminar una sobre la India Catalina. Esa se extravió.

Por ahora, está visitando los medios de comunicación. “Por aquí los vecinos se emocionan cada vez que él muestra su trabajo. Yo también me emociono, pero eso tan lindo que él hace deben conocerlo los demás”, sostiene doña Ana Leyda.

Como estudia de noche, Helmer Luis le saca provecho a las horas de sol para seguir el consejo de su madre y de sus vecinos. De manera que en cualquier momento, se le puede ver caminando por el Centro con su morral a la espalda.

Es un paso lento, pero él está convencido de que su andar no tiene reversa.

Cartagena, junio de 2008

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