Thursday, November 22, 2012

Ernesto, el memorioso que se desocupó el miércoles



Por: Javier Franco Altamar

El recuerdo más antiguo que guardo de Ernesto McCausland es el de ese muchacho desparpajado e inquieto que atendió una invitación nuestra para una charla en la Universidad Autónoma del Caribe, y nos habló de sus recién inauguradas aventuras en la Unidad Investigativa de El Heraldo.

La tal charla se nos ocurrió desde el interior de un grupo de tertuliadores que conformamos en esa primera parte de los años 80, y que tenía a la cabeza a Iván Barrios Mass. Era él quien manejaba los hilos del grupo, pero yo a veces lograba contagiarlo con mis locuras de que trajéramos a los expertos de los medios a hablarnos de sus pilatunas, y que de paso nos dieran los secretos de su talento o los referentes para triunfar.

De pronto la idea se le ocurrió al mismo Iván, y eso no tiene la mayor importancia, pero lo cierto es que pretendíamos reunir en un mismo escenario y en ese momento,  a los cuatro ases de esa Unidad: el propio Ernesto, Marco Schwartz, Jorge Medina y Pedro Lara Castiblanco.

Con el teatro lleno de ávidos y románticos estudiantes, empezamos a temer que nos iban a quedar mal. Por allí andaban, en el auditorio, Alberto Salcedo Ramos y Martín Tapias, si la memoria no me traiciona, cada uno líder en sus respectivos círculos de amigos, devoradores de libros ambos y consumidores industriales de tinto en la cafetería de la Universidad.

Él único que se presentó, luego de unas llamadas angustiosas de Iván, fue McCausland. Se apareció en una moto de mediano cilindraje, y fue cuando se detuvo a nuestro lado que nos dimos cuenta de que incluso sentado en el cojín, era más alto que todos nosotros.

Se disculpó, parqueó la moto en cualquier lado y se sometió a nuestro escrutinio en el teatro. Sus compañeros de la Unidad no vinieron y eso no importó. Ernesto, que lucía un jean, camisa deportiva y unos zapatos de tela, habló recostado de un codo al atril, con un pie cruzado por encima del otro, dejando ver que no tenía medias.

No era ningún experto, por supuesto, pero hablaba como si lo fuera. Al menos, lo era mucho más que nosotros, que no habíamos pasado, todavía, de una cartelera cultural de pasillo donde hizo sus primeras pinolas periodísticas un sujeto a quien apodaban ‘El chileno’ y que resultó llamarse Jorge Cura.

No recuerdo los temas específicos que tocó Ernesto, pero no resulta difícil recrearlos porque la pasión ya se le notaba, y es fácil suponer (recordar) que lo que alcanzó a decir a través de sus hijas en el discurso de agradecimiento al jurado del Premio Simón  Bolívar, es una repetición más estilizada y madura de lo que esa vez nos dijo.

Alguna vez que me lo encontré en un restaurante de hotel en Cartagena y le recordé aquella charla, así como traje a colación el hecho frente a Lara Castiblanco, hace un par de meses, cuando me le encontré en una sala de espera en Telecaribe. Pedro sonrío al recordar esas locuras que todavía lo mueven; y Ernesto dijo “¿Así es la vaina?”, como si no se acordara.

Pero se acordaba, porque como dicen los pupilos que le quedaron en El Heraldo, “Ernesto tenía una memoria dinosáurica”, con lo que tratan de decir que traía con facilidad al presente cosas que se le habían ocurrido mucho tiempo atrás. Por eso, cuando todo mundo la creía olvidada, y advertía sobre la vigencia de cualquier promesa que le hubiesen hecho meses o años atrás.

Mucho me temo, sin embargo, que la memoria de corto plazo le jugaba malas pasadas de vez en cuando a Ernesto. Por lo menos así me pareció una vez que nos encontramos en el ascensor del hotel Estelar de Cartagena y me felicitó por una nota mía que le había impresionado sobremanera.

Yo había entrado primero al ascensor, y él venía detrás acompañado de un sujeto bajito que yo no conocía. Ernesto agachó un poco la cabeza para evitar golpearse con el marco de arriba, y mientras el ascensor subía con su carga periodística, se dirigió a mí.

-Nojoda, Jávier, estaba por hablar contigo para felicitarte por una nota tuya que leí. ¡Buenísima, llave!.

-¿Cuál, Ernesto?

-Nojoda, espérate… es que no recuerdo...

Le mencioné tres o cuatro que podrían calificar de memorables para el más bisoño de los estudiantes, y le hablé de alguna otra que me dejó satisfecho. También me fui un poco más en el pasado para ayudarlo a recordar, pero el movía la cabeza gacha diciendo que “no, no, no”.

Cuando se despidió de mí y se difuminó en el pasillo con su paso apurado de falso gigante, me quedó la sensación de que el gran Ernesto era un genio común y corriente, con una memoria de galleta de soda para nada envidiable.

Pero a partir de entonces, comencé a reconocerle una cualidad, esa sí, envidiable: la de la onmipresencia. Era fácil verlo en televisión, o presentado eventos y congresos, o escribiendo en alguna parte y dirigiendo documentales y películas. En todo caso, parecía sintonizado con todos sus colegas de alguna forma, hasta con esa curiosidad por personajes como Juancho Polo Valencia que yo creí exclusiva de una corta lista de locos en la que me incluyo.

Por eso, no dudé un segundo en mandarle, con uno de los asistentes que me contactó para pedírmelas, unas copias del perfil de tres entregas que El Tiempo Caribe, con la alcahuetería de Carmen Peña Visbal, me publicó en julio de 1998.

Después supe que Ernesto, igual que yo, estaba escribiendo un libro inspirado en la vida de Juancho Polo Valencia. Lo publicaría en forma de novela 10 años después de mi reportaje. Tuvieron que pasar dos años más para que yo sacara mi propio libro sobre el juglar, y no tardaría Ernesto en pedirme que le mandara una copia digital de uno de los capítulos para publicarlo en El Heraldo.

Mi agradecimiento por ese detalle fue una de esas cortas charlas que tuve con él, muy dado a decir las cosas de manera muy directa, como ya lo había hecho unos meses antes en la Universidad del Norte. Estaba en lo más alto de su papel sui géneris de editor de El Heraldo en donde nada quedaba fuera de su control.

Si la memoria no me traiciona fue en un evento organizado por la Cámara de Comercio en julio del 2010 y que tenía como estrella principal a la expresidenta chilena Michelle Bachelet. Allí me encontré a Ernesto en un rincón, organizando el aparataje del cubrimiento periodístico de su diario, entre tabletas electrónicas y teléfonos inalámbricos.

-Hey, Jávier –me dijo cuando nos dimos al mano- necesito que me ayudes, loco.

¿El gran Ernesto pidiéndome ayuda? ¿De qué se trataría? Descarté enseguida que tuviera alguna angustia económica. De pronto estaría perdiendo la razón por permanecer mucho tiempo con la vista fija en una pantalla plana que llevaba en la mano.

-Bueno, dime-, le dije.

-Es que los egresados de Comunicación están llegando con muchas fallas al medio, llave.  Ayúdame, enséñalos, nojoda, exígeles, pero no dejes que salgan así…

Le expliqué que yo no era el único docente de periodismo de Barranquilla, pero que estaba poniendo todo de mi parte. Le conté,  incluso, que les mandaba a leer, a mis alumnos, una crónica suya sobre una lluvia de plátanos en La Junta.

Sonrió y se volvió a ocupar. Se desocupó el miércoles por la madrugada, cuando ya no pudo luchar más contra el cáncer.

Barranquilla, noviembre 22 de 2012

Se fue el gran cronista





Por: Javier Franco Altamar

En las últimas horas de su vida, que se apagó ayer en la madrugada, Ernesto McCausland aprovechó un respiro del cáncer y pidió una bandera del Junior.

A él le hubiese gustado verla, pero no le alcanzaría el tiempo. A Rosario Borrero, jefe de redacción de El Heraldo, diario donde era editor general, le llegó la información y mandó a comprar la bandera.

La noche del martes, el reportero deportivo Rosemberg Anaya la llevó al hotel Country International, sitio de concentración del equipo, para buscar las firmas de los jugadores.  Logró que lo hicieran Giovanny Hernández,  Sebastián Viera, y otros más.

Al día siguiente, le darían la sorpresa a Ernesto en su apartamento de la carrera 54 con la calle 74, pero la muerte se impuso y la gran pieza rojiblanca, bordada con el tiburón y el escudo del Junior, tuvo que ser llevada a la sala de velación 2 del cementerio Jardines de la Eternidad.

De todos modos se le cumplió ese deseo a McCausland, como también el de que la camisa de su cadáver estuviera adornada con un botón alusivo al equipo amado.

Lo demás ya estaba listo: él mismo se había encargado de dejar todo en su puesto para que se cumpliera, sin azares ni sorpresas, el cronograma de su relato de despedida.

No le gustaba que nada quedara al garete y así lo manejó, hasta donde pudo, durante los ocho meses que duró su pelea contra el cáncer, que si bien lo estaba destruyendo por dentro, le daba algunos respiros de vez en cuando que él aprovechaba para conectarse con El Heraldo.

Lo dejó de hacer, muy a su pesar, en los últimos seis meses, cuando sus mismos compañeros y subalternos se lo pidieron para que fuera consecuentes con las recomendaciones médicas.

En la sala de Redacción siempre tuvieron la esperanza de que regresara, pese a que era evidente que se estaba consumiendo.

Muy pocos pudieron felicitarlo en persona luego de que fuera exaltado, el 23 de octubre, con el premio de periodismo Simón Bolívar en la modalidad Vida y Obra.

Uno de los pocos que alcanzó a hacerlo fue su colega y compadre Jorge Cura, que pasó a visitarlo hace tres semanas y se encontró con la triste realidad de un hombre que sonreía y daba muestras de fe, pero que permanecía conectado a una bala de oxígeno.

El acceso se fue haciendo más restringido, sólo a sus parientes más cercanos, a las enfermeras que se turnaban las 24 horas para atenderlo y a monseñor Víctor Tamayo, obispo auxiliar de Barranquilla  y con quien lo unía una fuerte amistad.

Monseñor, quien anda en estos días por Europa, se despidió de él el sábado. Llamó antes para estar seguro de que podría atenderlo, y se encontró con un hombre moribundo, pero sonriente, dispuesto a recibir la comunión, así el hecho de tragar la hostia le resultara doloroso.

Tamayo recuerda que luego de una corta ceremonia, ablandó la hostia con agua y se la llevó a Ernesto a la boca. “Cuando la tragó, se puso a aplaudir. Vi, entonces,  que tenía esa fe en la vida y ese amor, y prometí tenerlo presente en mis oraciones”, dijo el Obispo.

Fue la última vez que lo vio, dándole a McCausland la oportunidad para vivir las líneas de cierre de su propia crónica en perfecta paz espiritual, y para abrir los primeros espacios a las historias que tendrán que escribirse con los recuerdos que dejó.

Publicado en ADN Barranquilla
Noviembre 22 de 2012

A sacarle provecho al raponazo: no hay de otra


Por: Javier Franco Altamar

Ahora que acabamos de perder con Nicaragua casi la mitad de nuestro mar territorial, lo único que queda es sacarle el mayor provecho a la situación, porque limitarnos a llorar sobre leche derramada, no tiene mayor sentido.

Eso lo saben el presidente Juan Manuel Santos y sus asesores. Por eso salió muy molesto en televisión a rechazar esa parte del fallo que nos perjudica, esa que luce absurda con nuestros cayos en medio de las aguas ya nicaragüenses.  No importa que no haya nuevas instancias porque ese fallo de la Corte Internacional de Justicia es inapelable, pero por lo menos tenemos un mandatario indignado. Nadie le hubiera aceptado un discurso de resignación, ni en chanza.

Que toca sacarle provecho también lo saben los estrategas políticos, porque suena muy bien pedir cabezas y echarle la culpa a alguien. No importa que se sepa que las renuncias no solucionan nada ni se va a recuperar el mar, pero eso es lo de menos: al caído caerle, hay que disfrutar los malos ratos del otro, caray.

Que toca sacarle provecho lo saben los ministros o funcionarios respectivos. No importa que no se vaya a hacer nada o que termine haciéndose mal, o que hacerlo sea una obligación estatal desde siempre,  pero es el momento de anunciar apoyos a los pescadores, acompañamientos de soberanía y planes de desarrollo para el archipiélago de San Andrés y Providencia.

Los adversarios del actual gobierno también lo saben, que toca tratar de hacer ver que la falla fue de Santos y su ministra de Relaciones Exteriores, y que esto es una muestra de lo mal que se manejan las relaciones  internacionales de nuestro país, así sepan, y lo tenga bien claro, que ni Santos ni su canciller fueron quienes decidieron acudir a La Haya, sino que recibieron un ‘chicharrón’ y lo que se dio, en la práctica, fue una coincidencia temporal entra la emisión del fallo y este cuatrienio,

También lo saben algunos periodistas: al tema se le saca provecho tocándolo por las ramitas, porque profundizarlo le quitaría la gracia. Saben que lo atractivo es estimular la polémica, llamar al uno, y llamar al otro, resaltar los absurdos, destacar que el mapa de Colombia ha cambiado y tocará explicarlo en las aulas, así se sepa que hay implicaciones más graves, mucho más graves.

Columna ‘Pura Franqueza’
Publicada en ADN Barranquilla
Noviembre 21 de 2012

Por un Macondo creativo

Por: Javier Franco Altamar

Edward de Bono, padre del pensamiento lateral, ha dicho que el solo hecho de detenerse a pensar en que puede haber una mejor manera de hacer lo que siempre hacemos, así esto se esté haciendo bien, es ya empezar a ser creativo.

Y añade que la creatividad corre peligro cuando nos entregamos a la rutina. Mejor dicho: la rutina, (‘costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas’) es el peor enemigo de la creatividad.

Creatividad por excelencia la de algunos noticieros nacionales, que cuando ocurre algo para celebrar en nuestra ciudad (digamos, una estrella  más de Junior), comienzan el titular respectivo con un ingenioso e inigualable “Se adelantó el Carnaval en Barranquilla”.

Otra muestra de ese talento es bautizar de “macondiano” todo lo curioso que pasa por estos lares costeños. Los intelectuales dirán que eso es una simplificación. Se rasgarán las vestiduras porque usted, distinguido colega, el que emplea ese calificativo, no tiene ni idea del alcance del término y tiene un limitado entendimiento sobre la obra de Gabriel García Márquez, pero résteles importancia: el creativo es usted, y el otro es un loquito.

Un buen ejemplo de creatividad (y sobre todo, de una excelente lectura de la realidad) lo dan titulares como “luto en la música” cuando muere un músico; o “en las letras, el teatro, el deporte” o lo que sea cuando muere uno de sus exponentes. En sencillo: los demás creen que la muerte del personaje es la noticia pero usted, como buen creativo, sabe que la noticia es el luto.

Por eso me parece tan creativo eso de “consternación por masacre”, pues no cabe duda que la noticia es la consternación, y no la masacre.

Es creativo, por ejemplo, hablar de “plantón”. Déjele lo de “protesta, manifestación, marcha  o movilización” a los rutinarios del pasado.

Diga “según se informó”  cuando quiere atribuir la fuente, porque (y eso no tiene por qué saberlo el terrícola rutinario) la información también puede ser fuente de sí misma. Además: suena elegante.
Y ya lo dije una vez y lo repito como para que no queden dudas: cuando termine de dar la noticia sobre la muerte de alguien, diga “paz en la tumba de…”, así todavía el cuerpo esté calientito en la morgue del hospital: eso es ser creativo.

Columna: Pura Franqueza
Publicado en ADN Barranquilla
Noviembre 14 de 2012

Wednesday, October 31, 2012

De entornos y sarcasmos, a propósito del espacio público


Por: Javier Franco Altamar

Cuando se evaluar la gestión de un funcionario público, lo mediático, las simpatías, las antipatías,  mejor dicho, lo más visible  o impactante, suele determinar los rechazos y favores, pero detrás de eso suele haber mucho de pasional, poco objetivo.

Me ocurrió con una consulta hecha de rapidez por las redes sociales, y que asumí por curiosidad. En sus resultados queda muy mal parada a la secretaria de Control Urbano y Espacio Público, Diana Amaya, de quién elogian, por ejemplo, que ha sido capaz de ‘adornar’ nuestros entornos con vendedores estacionarios, quioscos, vehículos mal estacionados, avivatos de todas las calañas y varias otras perlas.

¡No hay que ser tan duros en el sarcasmo!: el tema de pronto no es de personas, sino de sistemas, de procesos que no son culpa de ella y que a lo mejor heredó. Diana es muy amable, se deja entrevistar y dio una muestra de su criterio, por decir lo menos, al reversar la orden de construir el coso distrital en plena zona urbana de Juan Mina.

Pero le dan duro, carajo, esos contactos míos. Dicen, por ejemplo, que se las monta a algunos, pero se las perdona a otros. Dicen que todos los días se aparecen nuevos vendedores en los andenes, pero se les deja enraizarse, esperando, de pronto, a que el problema se crezca y toque definir reubicaciones, y demás. Son ese tipo de cosas que ponen a correr los miles de millones a favor de algún contratista amigo, insinúan.

O también aseguran que, simplemente, Diana no se quiere dar mala vida: hay cosas más urgentes y rentables. Amenazar a un comerciante con cerrarle el negocio en la zona norte puede ser más provechoso que tirar abajo un quiosco o quitar una mesa en la calle 30. La naturaleza de quienes denuncian y presionan es distinta, también.

Pero a veces ni eso, agregan los otros: hay zonas públicas, parqueaderos, sectores al norte que terminan siendo escandalosos bebederos de personas con gran poder adquisitivo, y contra los que no pasa absolutamente nada, vaya usted a saber  las razones.

Son asuntos que se cruzan con los de otras dependencias, diría yo en defensa de Diana. Al Damab, si mal no estoy, le corresponde la contaminación auditiva de los carros con parlantes; la Secretaría de Movilidad tendría que entenderse con el caso de los camiones mal parqueados de los restaurantes y los desórdenes de algunos cruces. Y en el frente de la Policía de Tránsito, su ausencia en algunos sitios, estimula el irrespeto a las normas.

Yo creo que a Diana se le notó su talante cuando montó una especie de cacería contra los vendedores de camisetas y elementos alusivos a la selección Colombia por los días del partido contra Paraguay. No era para evitar, como me lo insinuó sarcásticamente otro contacto, que desde las esferas gubernamentales se fuera a pensar que Barranquilla había dado un giro hacia el Polo Democrático. No señor: era porque esos vendedores estaban haciendo de las suyas en el espacio público.

El problema es que con tantos otros problemas mucho más duros y complejos, se fueran contra algo tan efímero y vistoso, y lo hicieran con la misma energía y decisión que se pide en esos otros espacios que los barranquilleros hemos ido perdiendo poco a poco.

Columna Pura Franqueza
Publicada en ADN Barranquilla
Octubre 31 de 2012

Contra nuestros cerros, capacidad destructiva ejemplar


Por: Javier Franco Altamar

Puede sonar atractivo emprenderla contra las multinacionales por los daños a los recursos naturales y hasta pruebas podrían mostrarse; pero basta un paseíto por nuestros paisajes para advertir la triste verdad: la destreza destructiva de muchos de nuestros empresarios es capaz de producirle retortijones de envidia al más inescrupuloso de los depredadores ambientales.

Un ejemplo: con sus respectivos permisos o lo que sea, hay mucha actividad contra los cerros en busca de piedras, arena o espacio. Eso está haciendo más rico a alguien, pero, además de otras cosas, les están quitando una muralla natural a los vientos, cuando menos.

Un ejemplo: con sus respectivos permisos o lo que sea, hay mucha actividad contra los cerros en busca de piedras, arena o espacio. Eso está haciendo más rico a alguien, pero, además de otras cosas, le están quitando una muralla natural a los vientos, cuando menos.

No voy a examinar en vano el caso de las especies animales desplazadas por las máquinas, porque para algo debe servir habernos convertido en la especie dominante del planeta, pero abrirles paso a los vendavales que la naturaleza, en trabajo de millones de año, contrarrestó con montañas, es un lucrativo suicidio.

Los cerros, lo saben los especialistas, tiene un valor ambiental como suelos de protección, y cumplen una función ecológica de equilibrio de interfase entre el  medio natural y el espacio urbano construido, pero destruirlos no aparece por ninguna parte como una opción capaz de ser compensada, como puede ocurrir con una reposición de árboles, por ejemplo.

Incluso, los cerros permiten encausar las aguas, ellos mismos suelen ser fuente de provisión de corrientes, mejor dicho: son tan útiles e importantes que una cabeza medianamente instruida apreciaría su valor.
Pero, bueno, comprendamos al empresario involucrado y aceptemos su discurso: no se puede detener el progreso por cuenta de nostalgias indígenas ni tonterías de esas, y la gente no come de paisaje, como le escuché decir alguna vez a un dirigente gremial.

Es la postura individual y egoísta que algunos entienden como evolución del género humano. Ese empresario o ese ejecutivo que representa a la institución depredadora, le importa es el dinero, y toca entenderlo: así se lo indican sus lógicas. Que sus hijos y sus nietos se entiendan con vendavales y tragedias, que para ese entonces, él será un recuerdo difuso, candidato firme al olvido.

Columna Pura franqueza
Publicada en ADN Barranquilla
24 de octubre de 2012

Cucamba, paraíso de la población mokaná



Por: Javier Franco Altamar

Es un pequeño paraíso de leyendas, adornado con pozos de aguas cristalinas y árboles gigantescos desconocidos para muchos, pero que conviven al natural con las familias de la población mokaná.

No tiene nada que envidiarle al parque Tayrona y está cerca de aquí, al final de un sendero que se desvía a tres kilómetros del peaje de Puerto Colombia, en el kilómetro 91 de la Vía al Mar en el sentido Cartagena-Barranquilla.

La desviación avanza en sentido contrario al mar, por la vereda Bajo Ostión, donde se ve un sendero salpicado por las primeras casas mokaná. Es poco lo que un carro logra internarse, quizás kilómetro y medio, de allí en adelante el terreno transitable se angosta y se vuelve el más apropiado para una caminata ecológica.

Al final, luego de un ascenso moderado, se llega a Cucamba, un pequeño poblado sobre una meseta que fue cementerio de este grupo indígena, cuyas primeras referencias las dio el conquistador Pedro de Heredia a principios del siglo XVI.

“Por aquí viene gente de vez en cuando, pero nos gustaría montar algo más organizado con caminatas turísticas por nuestro territorio. Ojalá eso se diera porque sería fuente de ingresos para nuestras familias”, dice el presidente del Cabildo Indígena de Bajo Ostión, Efraín Vásquez Hernández.

El Consorcio Vía al Mar, que administra la carretera a Cartagena, ha expresado su intención de ayudarlos en eso, pero primero deben ellos organizarse. Luego se podría evaluar formalmente la idea.

Un recorrido ecoturístico por la zona incluiría el disfrute del pozo de aguas cristalinas al que se desciende luego del reposo en Cucamba. Es el mismo pozo donde hasta hace 15 años funcionaba un cantil de lavanderas y donde en cualquier momento se escucha el estrépito de una zambullida en clavado.

Se dice que es el Mohán, un personaje ambiguo que hace años se aparecía en la orilla e invitaba a un chapuzón al caminante.

Benito Hernández, uno de los más viejos, recuerda haberlo visto hace 40 años. Se le apareció en forma de mujer, y luego de convidarlo se lanzó al agua para desaparecer bajo la onda circular.



Publicado en ADN Barranquilla
24 de octubre de 2012

Tuesday, October 09, 2012

Detrás de las cifras, una realidad palpita


Por.  Javier Franco Altamar 


Alguna vez, a través de esta misma columna, insistí en la necesidad de examinar bien las estadísticas para evitar entenderlas al revés o, lo que sería peor, llegar a conclusiones absurdas, por eso toca mirar con lupa el último informe del Dane sobre el desempleo en Barranquilla y su área metropolitana, e ir un poco más allá.

Ya se ha dicho que como en la encuesta se tiene como desocupados a quienes “están buscando empleo”, los vendedores ambulantes, limpiavidrios y maromeros de esquina, son tenidos como empleados, y resulta que esa informalidad no es un empleo en el sentido estricto de la palabra.

La última encuesta del Dane revela que la tasa nacional de desempleo fue del 10,5 por ciento en promedio, y Barranquilla aparece por debajo de ese promedio con su 8,7. La fiesta se viene abajo, sin embargo, cuando se observa que la informalidad es del 51,8 por ciento en todo el país, y que Barranquilla, con su 59,7 por ciento,  está muy por encima de ese promedio nacional.

Es un aspecto terrible, es cierto, pero hay otros que deberían ser tenidos en cuenta. Por ejemplo, de los últimos informes del Banco de la República se desprende que la industria local no está reaccionando con el TLC como se esperaba.

Por mencionar algo, las ventas externas de productos agropecuarios, alimentos y bebidas aumentaron el 24, 8 por ciento en julio pasado, pero es un comportamiento empujado por el aumento del 57,8 por ciento en flores; y el del 46,15 en ganado vivo. ¿Y la producción local para dónde cogió?

Lo peor es que esta producción local está siendo desplazada en los mercados internos por artículos de importación que entran ayudados por un dólar barato que, por esa misma razón, desestimula la exportación: tremendo lío.

De hecho, según el más reciente informe del Dane, durante los siete primeros meses de 2012 las compras externas del país crecieron 11,6  con relación al mismo período de 2011, estimuladas por el crecimiento de 7,9 por ciento en las importaciones de manufacturas, es decir, de producción industrial.

“Es un dólar que no reacciona ni va a reaccionar”, le escuché decir al analista Joseph Daccarett, que no sólo por estudioso, sino por productor, está en contacto permanente con el fenómeno, y sabe que una cosa son los empleos transitorios de la construcción, y otra, los puestos estables y duraderos que ofrece la industria.

El dólar quizás reaccionará en ocho años han dicho los grandes vaticinadores del país, porque las razones que lo abaratan se conservarán, como la inversión extranjera, que aumenta la cantidad de dólares el mercado y tiene al Banco de la República comprando por millones para frenarlo un poco. Y en Barranquilla se está dando gran parte de esa inversión.

Mejor dicho, para no complicar más las cosas, toca formalizar al informal para que se vuelva un agente dinámico en la economía local, y, por otro lado, estimular la innovación en el sector industrial para competir mejor contra lo importado, quizás con un apoyo estatal muy fuerte a la inversión en tecnología y conocimiento.
La tareíta no es fácil, en todo caso. O lo es si le ponen empeño desde los diferentes niveles del Estado.

Publicado en ADN Barranquilla
Octubre 3 de 2012

Publicado en ADN Barranquilla
Octubre 3 de 2012

Thursday, September 20, 2012

En septiembre comienza a sonar 'Cielo de encanto'



Por: Javier Franco Altamar

En septiembre, comienzan a sonar en la radio los temas de siempre alusivos a la temporada de fin de año, y a esa lista se incorporó, en 1998,  uno muy barranquillero, grabado en la Cárcel Modelo.

Es ‘Cielo de encanto’,  que el músico Chelito De Castro les presentó a los integrantes del grupo Bananas en el penal donde ellos llevaban tres años recluidos.  Tom River (el director) Javier Weeber (arreglista), José Miguel López Fernández, Javier Echeverría (el cantante) y Jorge Enrique Ortega Orozco,  habían caído en 1995 con un cargamento de droga en los instrumentos cuando salían a una gira internacional en el aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla.

Fue durante una visita de sábado. Chelito, con una vieja guitarra que le prestaron en la Cárcel,  interpretó lo que sería el coro de la canción. “…"Tu cielo tiene un encanto, se oyen pitos y sirenas, se alegra mi corazón, parara, parara, para...”

Primero se la cantó a Javier Echeverría. “Él comenzó por pedacitos. Yo la escuché  y dije: nojoda, qué vaina tan bacana”, recuerda el cantante, y se dejó seducir por la canción, que iba creciendo en cada visita, ya con todos los integrantes del grupo impregnados con el mensaje.

“Y fue quizás lo que nos motivó como que a despertarnos de ese letargo de vivir en medio de esa tristeza, de esa tragedia, donde no queríamos saber nada de la música”, dice Echeverría.

Fue así como se animaron a producir el trabajo discográfico ‘Bananas sigue siendo Bananas’ que se grabó,  con el aval del Inpec en la misma cárcel, en un pequeño estudio improvisado en la biblioteca del penal, con cartones de huevo para aislar los sonidos, y con  divisiones de madera acondicionados por los propios músicos.

El trabajo completo, con diez temas entre los que aparece ‘Cielo de Encantos’ salió comenzó a septiembre, luego de dos meses de producción en la Cárcel, y lo hizo para convertirse en éxito, sobre todo esa canción.

Chelito recuerda que  cuando iba a visitar a sus amigos de Bananas, escuchaba casi las mismas preguntas "Chelito, ¿cómo está la calle?” ¿Qué se siente? ¿Cómo está la gente? ¿Cómo se va a ver el fin de año?".

“En ese entonces, no habían construido la parte delantera de la Cárcel, sino que estaba era la pared y  se venían los patios. Entonces era muy fácil que la música de la vía 40, un carro con música a todo volumen, la escucharan ellos, o el paso de la Batalla de Flores. Solamente tenían que mirar para el cielo para imaginarse lo qué podía estar pasando en Barranquilla:

Siento el palpitar
De alegría en mi pecho
Bellos sones de mi tierra
Llegan con el viento
Emociones van,
Dulce mi lamento
Y en tu luna currambera
Bailan mil recuerdos
Una suave brisa
En el firmamento
De estrellas y luceritos
Que alegran mi pensamiento...

"O sea –continúa Chelito- tú te podías alegrar únicamente con lo que veías hacia arriba, era el mismo cielo que estaba viendo el resto de Barranquilla, y ese cielo era la única conexión entre la gente y el grupo Bananas".

El tiro le salió a varias bandas: la canción empujó la producción del resto del disco, eso representó trabajo para Bananas, presentaciones fuera del mismo penal con permisos especiales, la liberación de Bananas casi un año después por el reconocimiento al trabajo, entre otras cosas, y una canción que a pesar de ser el sentir de un interno de cárcel, parece un himno a la nostalgia, de cualquier barranquillero emigrante, y de ese que viene llegando y aplaude cuando ve la ciudad desde el avión, o desde la ventanilla del carro que lo trae por el puente Pumarejo.

Versión ampliada
Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 20 de 2012

Silencio y rarezas de las esperas


Por: Javier Franco Altamar 

Todo el que pone a esperar, sus razones tendrá, pero cuando la espera se alarga sin justificación aparente, comienzan las suspicacias.

Pueden ocurrir dos cosas, que las explicaciones de los responsables muevan a  risa, o que ni siquiera se escuchen razones, lo que da tiempo para que se tejan toda suerte de versiones.

Por ejemplo: ¿qué está esperando la alcaldesa Elsa Noguera para escoger al alcalde de la Localidad Metropolitana? Hace mes y medio que la Junta Administradora Local le mandó la terna, y nada. Como el silencio es lo que impera y los celulares mandan a buzón, toca especular.

Para reírnos un poco, podemos imaginar que Miguel Ángel Ramos Escorcia, José Miguel Rodríguez y César Escalante Castro (los de la terna) están al mismo nivel de la maravilla extrema, y a la mandataria distrital le ha costado un trabajo enorme escoger entre verdaderas lumbreras.

Y por los lados del Departamento nos dan otro ejemplo: ¿qué están esperando los diputados para darle permiso al gobernador, José Antonio Segebre, para que le venda a la Alcaldía la antigua sede de la licorería? Dicen que están esperando unos avalúos y que ese tema no llegó con el debido tiempo para ser examinado en las sesiones.

Es una cuestión sencillita que podría ser aprobada en minutos, pero todo se complica. Las razones huelen raro, ¿qué es lo que esperan? Bueno, son dos situaciones tan distintas que parecen no tener nada que ver la una con la otra. ¿O será que tienen más en común de lo que parece?

Columna 'Pura franqueza'
Publicada en ADN Barranquilla
19 de septiembre de 2012

Circunvalar para sufrir

Por: Javier Franco Altamar

Más allá de sus problemas de deslizamientos en el tramo comprendido entre las carreras 38 y 46,  lo que se ve en la Circunvalar es el más hermoso homenaje al desorden, como para sentirnos orgullosos, si se quiere.

Y digo eso porque ese caos parece provocado por algún designio gubernamental,  porque no de otra forma puede entenderse que la hayan diseñado así, con retornos insólitos donde no debería haberlos, con policías y voluntarios que tratan de corregir esos enredos con conos y pitos que también atajan el flujo.

Se supone que es una vía rápida por la cual puede andarse a 80 kilómetros por hora, pero eso es imposible de cumplir porque unos buses verdes frenan cada 10 metros, imitados, de manera extraordinaria, por unas Dacias que, supuestamente, prestan un servicio ilegal.

Los puentes peatonales son muy bonitos e impresionan, pero no sirven para nada desde la perspectiva de los peatones. He visto a mujeres embarazadas cruzar la vía a pocos metros de esos puentes, y en ligero trote jalando a un niño con la mano.

Carros que hacen la U por encima del separador, bicicletas y carretillas en contravía, camionetas en zigzag, motocicletas que aprovechan cualquier espacio para irse adelante desafiando las leyes del equilibrio y camiones parqueados en el creciente cordón de bodegas.

Como casi no veo policías de tránsito (los poquitos que hay se estresan en la entrada al barrio La Paz) yo me supongo que la Circunvalar es un espacio habilitado adrede por las administraciones para que tengamos donde sufrir a placer.

Columna 'Pura franqueza'
Publicada en el ADN Barranquilla
12 de septiembre

Friday, September 14, 2012

Escribir en exceso en teléfonos móviles lo puede llevar al quirófano






Por: Javier Franco Altamar


Los dedos pulgares se mueven gracias a un grupo de tendones que avanzan pegaditos al hueso radio por un túnel fibroso. El movimiento repetido de los dedos inflama esos tendones, y como no caben dentro del túnel lo rozan y se genera un dolor. Es la llamada ‘Enfermedad de D'Quervain’.

La patología fue descrita a principios del siglo pasado por el médico suizo Fritz de Quervain, pero lo novedoso del tema es que con la aparición de los smartphones o teléfonos inteligentes, el número de enfermos ha venido en aumento, y en el caso de Barranquilla los especialistas han visto duplicar sus consultas.

Antonio José Rueda González es uno de ellos. Es ortopedista y especialista en cirugía de manos, y si hace dos años una o dos de sus 12 consultas diarias eran por la también llamada ‘tenosinovitis’, ahora la mitad de sus pacientes llegan a consultarlo por eso.

“Para asegurarme le pregunté a un colega norteamericano que me encontré en Paipa hace un mes en un congreso de cirujanos de manos, y él me dijo que se le han duplicado y hasta triplicado sus pacientes con esa patología”, dice.

Con los smartphones se ha popularizado el ‘textear’, mandar textos. “El movimiento se hace con los pulgares, es un movimiento repetido de extensión y flexión del dedo para accionar las teclas, eso nos da un exagerado uso del tendón extensor y ha llevado a que hoy en día haya una epidemia de tenosenovitis”, explica Rueda.

Lo primero es la prevención.

El método preventivo más eficaz, dice Rueda, es evitar el movimiento repetitivo de la mano, tratar, en lo posible, de utilizar otros dedos para escribir en el teléfono sería lo ideal, pero como puede parecer complicado o incómodo, debe tratar de hacerse,

Lo otro es realizar pausas activas. Si es persona que usa mucho el teléfono y dentro de su trabajo, es necesario ‘textear’ con frecuencia, deben hacerse esas pausas activas con estiramientos del dedo para flexionarlo. “En ese momento, estoy estirando el tendón, y al hacerlo, él se relaja. También hay que hacer movimientos circulares de las muñecas.  Son pausas de cinco minutos cada dos horas en el sitio de trabajo.

Si ya la persona tiene instaurado el problema, si ya está el tendón inflamado, la recomendación es usar unas férulas de abducción, un aditamento como si fuera un guante, que aleja el dedo pulgar de su posición dejando libre la falange de la uña. Al quedar el dedo abierto, el tendón se mantiene relajado y se desinflama.

Si el problema persiste, están las fisioterapias, que son importantes para que le coloquen al paciente contrastes de temperatura (frío y calor) y ultrasonido. “Con eso debe lograrse la desinflamación de los tendones”, señala el médico.

¿Y si se han hecho 40 fisioterapias y persiste el dolor? Rueda recomienda una cirugía que no pasa de media hora.

 “Algunos colegas optan por hacer infiltraciones aplicando un anestésico y un corticoide para desinflamar. Pero resulta que la mayoría de ellos tiene efecto de depósito y eso dura un mes, pero para poder actuar ese tiempo, él se deposita en el sitio donde se aplica en forma de una sal, y con el uso prolongado de estos medicamentos, esas sales van a producir más inflamación, más rigidez de los tejidos”, asegura Rueda.

Hay médicos que ensayan hasta dos infiltraciones, y si no resulta, van a la cirugía. “Yo, prefiero la cirugía de una vez, porque las infiltraciones pueden llegar a ser una mejoría pasajeras. Además, la intervención es muy sencilla”, sostiene Rueda.

Esa cirugía se hace con anestesia local y consiste en una pequeña incisión con el bisturí en esa parte del brazo y abre el túnel fibroso para liberar los dos tendones: el extensor y el abductor, y santo remedio.

El túnel se deja abierto: eso es todo. “A mí me gusta, después de abrir el túnel, resecar un  poquito (un pequeño recorte adicional) el borde de la incisión del lado más dorsal de la mano, para evitar que se desinflamen los tendones y vaya a cicatrizarse la incisión”, subraya el médico Rueda.


Publicado en EL TIEMPO y ADN
Septiembre 14 de 2012


Thursday, September 06, 2012

Cómo escapó de las Farc relata en detalle el ex ministro Fernando Araújo

Con esto de los diálogos de paz, me acordé de este texto...

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En exclusiva para EL TIEMPO, cuenta con sus propias palabras de qué manera transcurrió cada uno de los cinco días que vagó por la espesura de los Montes de María.

Por: Javier Franco Altamar

El 31 de diciembre amaneció como cualquier domingo. Siendo víspera de Año Nuevo, le pregunté a una guerrillera cómo iba a ser la fiesta. Me contestó que no iba a haber. Me extrañó la respuesta, porque me hizo pensar que seguramente habría alguna operación militar que impediría la celebración, ya tradicional, pero no le di trascendencia; sin embargo, a las 10:15 de la mañana oí que se acercaba una flotilla de helicópteros.

Con frecuencia los helicópteros sobrevuelan y no detectan a los guerrilleros, y pensé que sería lo mismo: simplemente un sobrevuelo de pasada; pero en el último momento me sorprendió que desde un helicóptero comenzaron a ametrallar el campamento.

Me di cuenta enseguida de que era una operación para rescatarme, y de que estaba en juego mi vida, que o aprovechaba la ocasión o la perdía para siempre. Entonces me arrojé al suelo y arrastrándome entre la maleza, entre bejucos espinosos, matas de todo tipo de espinas, logré tomar distancia de dos guerrilleros que me custodiaban.

Ellos se distrajeron en la función de protegerse de los disparos del helicóptero, y ese instante me permitió perdérmeles de vista.

Apenas vi la ocasión de levantarme empecé a correr buscando alejarme del campamento. Son campamentos abiertos, sin paredes ni protecciones. Son totalmente al aire libre. Su verdadera protección es la densidad de la vegetación. Hay matas de piñuela, llenas de espinas, de manera que transitar en esa maraña se vuelve imposible.

Tuve la suerte de que Papá Dios me guió y me sacó por el caminito correcto, primero arrastrándome, luego corriendo. Finalmente llegué a una poza de agua con eneas que pude atravesar con dificultad. En medio del tiroteo, pasado ese pozo, cogí nuevo impulso, por tierra firme, y corrí todo lo que pude, siempre en la misma dirección para alejarme más del campamento.

Yo tenía la orientación de ir hacia el norte. Después de eso me enfrenté a un pastizal inundado que demoré cruzando más dos horas. Quedé extenuado. Superada esa etapa, me sentí mucho más seguro, pero con mucho temor de acercarme a cualquier población o a cualquier campesino, porque sospechaba que alguno podía ser auxiliador de la guerrilla y me daba miedo que en lugar de ayudarme trabajara para recapturarme.

Esas cosas pasan en un instante. Las decisiones se toman en un abrir y cerrar de ojos y funcionan o no funcionan. Siempre tuve la disciplina de mantenerme haciendo ejercicios casi todos los días para aprovechar las circunstancias de huir en caso de que fuera posible.

Alrededor de las 3 de la tarde vi otros helicópteros sobrevolando la zona y un avión explorador. Me hice en un lugar visible, con la confianza de que me estaban buscando.

Había mucho sol y calor, y cuando pasaban las aeronaves me hacía en el sitio visible, y cuando se alejaban, me escondía nuevamente en la sombra; pero no me vieron. Alrededor de las 5 de la tarde, sentí que se fueron y perdí las esperanzas de que me hallaran en ese momento.

Hubo un instante en que pensé que me habían divisado, porque tuve la sensación de que se habían devuelto y comencé a brincar de alegría, pero fue una vana ilusión.

Después de eso seguí caminando en la noche. Afortunadamente había una buena luna y la noche estaba iluminada, y eso me permitió alejarme lo más que pude del campamento. Ya agotado, me recosté un rato aquí, otro allá, y terminé en la parte más alta de una montaña. Estaba muy empinada y me costó mucho trabajo subirla, pero logré hacerlo con la ayuda de la luna.

Desde allí pude divisar algunas poblaciones. Las evité por el temor de que los guerrilleros pudiesen localizarme.

El segundo día


El lunes me puse en marcha temprano. Me tocó esperar la salida del sol para asegurarme de que tomaría hacia el norte. En esos montes es fácil despistarse, porque las laderas suben o bajan al norte, al sur y a cualquier lado. El terreno era muy agreste y había zonas donde era imposible caminar. Entonces localicé una especie de cañada y por ella, que me pareció que iba en dirección norte-este, traté de escabullirme.

La cañada era más fácil de transitar porque el recorrido del agua en el invierno limpia la vegetación y básicamente lo que hay son piedras. Caminé mucho tiempo y llegué a un punto donde la cañada se me perdió, donde ya no había cauce. La cañada parecía derramar sus aguas en una zona extensa, y me sentí perdido. Dije: hasta aquí llegué.

Me senté decepcionado y pensé que había cometido un error, pero me di ánimo y me dije: si cometí un error, hice lo adecuado, porque después de tanto sufrir en mi cautiverio, no podía desperdiciar una oportunidad, no podía permitirme perder el valor de asumir el riesgo.

Y eso me dio tranquilidad, me hizo recuperar la confianza, y decidí explorar un nuevo camino, cogí una nueva cañada, y aunque estaba casi muerto de hambre y de sed, se me iluminó la mente en ese momento y vi un cactus redondo igual al que en alguna oportunidad había visto comer a algunos guerrilleros.

Lo arranqué, y a punta de pegarle con el talón del zapato, logré abrirlo, me tomé el agua interior y empecé a comerlo. Eso me permitió recuperar algo de fuerza el lunes. Ese mismo día por la noche, dormí con el cactus a mi lado, y cada vez que me angustiaba, me comía un pedacito.

Durante la misma noche del lunes escuché, en los alrededores, alguna música, ecos de alguna familia que estaban todavía celebrando el Año Nuevo. Puse atención de qué lugar venía esa música y me propuse ir a buscar ese sitio porque supuse que estaba alejado suficientemente del campamento como para que me encontraran; pero si estaba equivocado, me tocaba asumir el riesgo porque no hacerlo era entregarme a la muerte por inanición.

Aparecen cinco yucas


Muy temprano comencé la búsqueda y encontré una poza pequeña, pero con agua. Me dije, "ya tengo resuelto un problema. Me tocará a lo Robinson Crusoe: tener agua, buscar alguna alimentación y resistir lo máximo que pueda". Me sentía muy cansado y decidí, con el agua asegurada, tomarme el resto del martes de descanso.

El miércoles salí temprano en la dirección contraria a la del martes porque creí haber escuchado el mugido de un ternero en la noche. Me fui guiando a través de una cañada y la otra y me extravié. Cuando vine a ver, descubrió que había caminado en círculo y había llegado al mismo sitio de partida.

Me senté a descansar, pensé en que iba a hacerlo mejor y volví a salir en la dirección del mugido. Mi sorpresa fue que después de caminar unos 500 metros, creí escuchar a una persona trabajando en el arreglo de una cerca y la llamé pidiendo auxilio: "Auxilio, auxilio, denme agua, por favor, ayúdenme", pero no conseguí ninguna respuesta. En lugar de eso, estaba el silencio.

Hacía un calor insoportable. Me recosté en una mata de plátano. No tenía plátanos, fue la única planta frutal que vi porque las demás eran de espinas. Entonces me tomé un tiempo pensando que a lo mejor la persona que me oyó se asustó o a lo mejor fue a buscar ayuda: voy a esperar.

Al cabo de un rato, comencé a inspeccionar en la dirección del ruido y encontré las brasas de un fogón, cinco yucas, un galón de ACPM y un arbolito de limón, lo más exótico que se puede encontrar en esa zona, fue cuando me convencí de que no fueron ilusiones mías lo de los ruidos.

El fogón estaba echando humo, le habían retirado las brasas, pero no lo habían acabado del todo. Pensé: dejaron esto y van a volver, y decidí esperar. Tomé un pedacito de yuca, avivé un poco el fogón, y puse la yuca a que se asara un poco, pero naturalmente, con esa angustia y esa inexperiencia mía en la cocina, eso me quedó totalmente crudo.

Me la comí para tener por lo menos algo en el estómago, y me tomé el zumo de dos limones. Entre la posible acidez y la sed, pues preferí la acidez y me tomé el zumo. Me quedé durmiendo en ese mismo sitio con la esperanza de que las personas regresaran al siguiente día, pero el jueves, a las ocho de la mañana, viendo que no aparecía nadie y consciente de mi sed angustiante, decidí regresar al sitio de la pocita de agua.

Me puse una de las yucas en el bolsillo, cogí una totumita, y el galón de ACPM con el que prepararía un fogoncito para asar la segunda yuca. Me costó mucho trabajo comérmela, me produjo un tremendo malestar estomacal tremendo, y una fuerte acidez, pero por lo menos había comido algo. Saqué la cuenta: me quedaba yuca para tres días, así no durmiera por la acidez y por el hipo que aún tengo.

¡Soy Fernando Araújo!

Después de eso, me hice el propósito de que hoy viernes volvería al sitio con la esperanza de encontrar a quien había dejado el fogón, y aunque no regresara, pues por lo menos encontraría el camino por donde esa persona había llegado al sitio. Me dije: este señor no creo que tenga helicóptero, ni creo que haya llegado en paracaídas, así que ese camino tiene que existir y debo ser capaz de descubrirlo.

Así lo hice, y hoy muy temprano en la mañana comencé a buscar hasta que oí el mugido de un ganado, y dije aquí está la solución. Me acerqué con mucha precaución al sitio y encontré a un campesino ordeñando una vaca. Le pedí que me orientara y me regalara un vasito de leche.

Me tomé una totumita de leche que me supo a gloria. Es el vaso de leche más sabroso que me he tomado en mi vida, y siguiendo las orientaciones del campesino, me dirigí hacia la población de San Agustín, cuya existencia desconocía, pero donde había, según el señor, presencia militar.

Allí funciona el grupo Piraña del Batallón Contraguerrilla con sede en Corozal, y me encaminé hacia allá en una marcha de cuatro horas. Por fin llegué, pedí ayuda. Encontré a una muchacha que me dio un vaso de agua, y para no crearle desconfianza, entablé una conversación trivial sobre sus ocupaciones.

Alcancé a preguntarle sobre la presencia del Ejército y dijo que los militares venían de vez en cuando, y que hacía por lo menos tres días que no los veía por allá.

Me contó que vivía en Barranquilla y que estaba por allá de vacaciones, y le pedí un teléfono prestado. Me dijo que más abajo había un local donde unas señoras vendían llamadas a 250 pesos el minuto. Me orientó, y haciendo dos o tres preguntas más, llegué.

Les comenté que debía hacer una llamada muy importante para mí y que no tenía ni un peso para pagarles, pero que lo haría cuando vinieran a buscarme. Aceptaron, pero la llamada era a un teléfono Movistar y resulta que allá la que entra bien es la señal de Comcel.

Me informó que en la esquina vivía el Inspector del pueblo y él sí tenía posibilidades de llamar por un Movistar. Me dirigí hasta allá, pero un familiar del Inspector me informó sobre su ausencia.

Me angustié mucho, me acerqué nuevamente al negocio de llamadas y les pedí que me ayudaran a comunicarme con el Ejército. Tiene que haber alguna forma. Y me dijeron: ahí están los del Ejército. Pregunté ¿Dónde? Allí en la esquina, me respondieron: mírelos. Y volteé y ahí estaban los soldados de la Infantería de Marina.

Salí corriendo. Gritaba ¡Soldados, soldados! Los abracé y me identifiqué: soy Fernando Araújo Perdomo, estuve secuestrado por las Farc durante seis años, hacía parte del grupo de personas que las Farc tenían para canjear con el Gobierno Nacional. Ayúdenme y protéjanme y lléveme con sus superiores.

Me ayudaron de inmediato, me dieron agua fresca y un sánduche, luego se comunicaron con sus superiores. Entonces comencé a recibir llamadas de los comandantes de las fuerzas militares, del ministro Santos y del Presidente de la República. Eran las 10:40 de la mañana de hoy. Me recogieron en helicóptero y me trajeron a Cartagena.

Publicado en EL TIEMPO
Enero 6 de 2007
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-3390460

Les huyen a las obras ambientales


Por: Javier Franco Altamar 

Cada vez que veo un desastre ambiental como el de la ciénaga de Mallorquín, con su galopante deterioro bajo la complaciente mirada estatal, me preguntó qué ente satánico se impone para que esto sea posible.

Recuperar la ciénaga, según las asociaciones comunales y de pesqueros de La  Playa y Las Flores, vale 23 mil millones de pesos. Yo creo que si la intervención fuera de otra índole, digamos en infraestructura, hace rato que se hubiera hecho.

Quizás porque las obras de infraestructura generan mayor impacto visible. La cultura del cemento, dirán algunos; la de las grandes avenidas que se asocian con el progreso. Los contratistas ya saben cómo es el truco: o se gastan mucho menos de lo proyectado para quedarse con la gran tajada o hacen crecer la
cifra a través de un otrosí que nunca falta.

 La comunidad en general se disfruta el espectáculo inaugural que causa trancones, presidido por un gobernante en el umbral de la eternidad, pero recuperar una ciénaga no parece cuadrar con toda esta puesta en escena. ¿Quién se beneficiaría? ¿Cómo se muestra eso por los medios?

Por supuesto que aparecerán peces, vegetales y aves migratorias, pero ninguno de ellos vota. Las comunidades aledañas suelen ser apáticas a esas dinámicas electoreras y quienes más presionan son los ambientalistas, personajes alternativos, independientes, nada que ver con los barones políticos o las
 élites empresariales.

Como los grandes contratistas locales no tienen vocación ambientalista, tocaría traer extranjeros, que si bien nunca están exentos de tirar la'liga' a quien pone el 'ok' final, suelen ser ajenos a la política local. Eso complica un poco las cosas.

Y otro detallito: las obras ambientales son tema de largo plazo y se corre el riesgo de que los aplausos se los lleve un gobernante del futuro.

Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 5 de 2012

Continúan muriendo los peces de la ciénaga (II)



Por: Javier Franco Altamar

El domingo, la tragedia empeoró. Ahora sí, dicen los pescadores, la ciénaga de Mallorquín se quedó sin peces, porque están muriendo ejemplares adultos y se ven en la orilla, frente al sector La Playita y al barrio Palo Alto del corregimiento La Playa.


De La Playita, donde están las dragas, la Triple A recogió el domingo 85 sacos de peces muertos, y ayer procedía con otros 70 sacos que la misma comunidad recogió en las carreras 13 y 14 de Palo Alto, donde ya se habla de emergencia sanitaria por cuenta de la descomposición.

Ayer, como muestra del impacto de la tragedia, los pescadores exhibieron, en una canoa, los cadáveres de mojarras, chivos, morenas, pez alrevés, róbalos y roncas, la mayoría en edad adulta y que, según algunas hipótesis, se ahogaron con barro de sedimento atrancado en las agallas.

Luis Ávila, secretario de la Asociación de Pescadores, dijo que según la explicación que recibieron de un especialista de la Universidad del Atlántico, gran parte de la responsabilidad la tienen los dragados a que viene siendo sometida la ciénaga para el supuesto mejoramiento de la hidrodinámica.

"Bajo el sedimento estaban muchos contaminantes, y ese lodo esparcido terminó matando a los peces", dijo. A eso se agrega el impacto de los lixiviados del antiguo basurero, los contaminantes que trae el arroyo León que desemboca allí y la carga de metales pesados que vienen desde el río Magdalena.

Oswaldo Consuegra, director de la Federación de Pescadores del Atlántico, lamentó que esto sea la historia de un tragedia anunciada que, como sucesos anteriores relacionados con la ciénaga, "se hace la bulla, viene la prensa, se presentan funcionarios un par de días y no pasa nada", aseguró.

Ayer el agua ya no era verde, sino roja: mala señal, según los pescadores.

Publicado en ADN Barranquilla
Septiembre 4 de 2012

Mortandad de peces en ciénaga de Mallorquín (I)



Por: Javier Franco Altamar

Los peces comenzaron a aparecer a las 5 de la tarde del martes, y ayer en la madrugada el fuerte olor a putrefacción ya se estaba metiendo en las casas del barrio Palo Alto, habitado por las personas más pobres del corregimiento La Playa.


Cuando se levantaron, encontraron una cinta plateada de peces muertos en la orilla de la ciénaga de Mallorquín, cantidades enormes de ejemplares pequeños.

La emergencia ambiental era un hecho. "Yo tengo 16 de años de vivir aquí, y que yo sepa, nunca antes había pasado algo como esto", dijo Benedicta Gordon, una de las habitantes del barrio.

Las autoridades ambientales se hicieron presentes en el lugar la mañana de ayer. Una primera mirada les llevó a la hipótesis de que en el agua hay una carga orgánica producida, quizás, por los vertimientos del arroyo León. Las algas acuáticas, que han venido haciendo presencia, se quedan con el poco oxígeno del que viven los peces.

El agua verde de la ciénaga es una señal de eso, dijo Joe García Quiñónez, asesor de la Corporación Regional Autónoma (CRA).  Ese material contaminante, agregó, puede estar llegando desde hace cuatro
 días, como ha dicho la comunidad. El arroyo León estaría trayendo contaminantes desde otros arroyos, desde la laguna de oxidación del barrio El Pueblo y de empresas ubicadas en el recorrido.
 
"El Damab hará seguimiento a estas empresas para ver si están cumpliendo con los límites permisibles de vertimientos a cualquier cuerpo de agua", dijo García.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 30 de 2012

Es lo poco, pero parece lo mucho


Por: Javier Franco Altamar

Confieso que me asombra todo esto alrededor de la Valorización 2012, empezando con que su exhuberante promoción  parece no corresponder con el 4,7 por ciento que representa en las inversiones del Plan de Desarrollo a Elsa Noguera

Y me asombra porque con tanta publicidad, tanta presentación y tanta defensa, pareciera que fuese el ciento por ciento, es decir, la fuente principal, como si los malpensados tuvieran razón en eso de que si no pasa la V-12, nuestra alcaldesa se quedará sin obras que mostrar.

Sin lugar a dudas, la V-12 prevé obras monumentales: amplias avenidas para la conectividad, nuevos parques, arroyos asesinos controlados y las plazas que faltan en el Centro Histórico, pero defenderlas a capa y espada, haciendo parecer a los opositores del V-12 como enemigos de la ciudad, es una bajada de caña que desvía la atención.

Porque está bien que a nadie le guste pagar impuestos, pero el nivel de rechazo aumenta cuando el asunto se percibe como un "atraco". Entonces comienzan a flotar preguntas. ¿Cuál es el afán? ¿Por qué no se financia de otra manera si es tan poquito porcentaje frente a todo el paquete de inversiones? ¿Será que en realidad no hay plata?

¿Hay acaso algunos compromisos que cumplir con contratistas amigos? ¿Hay algún beneficio enorme para ellos disfrazado de beneficio para la ciudad? ¿Las ganas de sacar adelante las obras es para no pasar en  blanco? Prefiero creer que el diablo no tiene nada que ver con esto y que desconfiar envenena el alma.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 30 de 2012

Tuesday, August 28, 2012

Con su pinta de los 70, va por la calle vendiendo


Por: Javier Franco Altamar

Parece un maniquí de publicidad para una fiesta setentera, o un empleado de disquera vestido así adrede para promover un álbum de salsa vieja, pero es Oswaldo Peñaranda, soledeño de 41 años, vendedor de zapatos y chancletas, dueño de 47 pantalones y 56 camisas que evocan los años 70.

Eso ya es curioso por sí solo, pero lo es más el hecho de que viste así todos los días, y con esa indumentaria recorre las calles soledeñas empujando una carretilla llena del producto que vende.

Su apariencia le ayuda mucho para la representación: es flaco, alto, moreno y tiene el cabello apretado fácil de peinar en afro. Por eso tiene un aire al Óscar De León que se ve en las carátulas de la Dimensión Latina, o mejor, al Piper Pimienta de los Latin Brothers.

“Por bobo no hice el casting en la novela del ‘Joe la leyenda’. No hice la diligencia, quizás por el trabajo, pero bueno, será que Dios me tiene algo guardado, no sé qué será”, dice.

Y así es con cada cosa que habla: Dios en cada palabra, Dios para agradecer que salió de un fondo infernal donde conoció la droga, donde era un “desechable” que se bañaba cada tres días y dormía en la calle. “Eso fue hace ocho años, pero me levanté por mis hijos, por mi familia y le doy gracias a Dios y a mi mujer Aracelis, que me aguantó bastante”, recuerda.

Comenzó, entonces, a vender zapatos: primero un par, luego una docena, inicialmente en un maletín y ahora con su carretilla, vistosa, llena y variada.

A las pintas setenteras llegó poco después, hurgando en el escaparate de su mamá. Allí vio a su padre en un álbum de fotos y se le metió el tema de vestirse como él. Un anciano de Las Malvinas le prestó un pantalón y una modista vecina hizo el resto.


Todo el que lo ve lo saluda y si antes le hacían bromas hoy es blanco de elogios por su originalidad para vender.

Con esa indumentaria va a todas partes y asiste a las fiestas. Nada más la cambia en Carnaval, cuando se disfraza de loco o de bebé. Aunque quizás no vuelva a hacerlo porque se bautizará como cristiano evangélico.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 28 de 2012

Monday, August 27, 2012

El coso es cosa seria


Por: Javier Franco Altamar

El Coso distrital se necesita, no hay duda, pero el tira y jala entre el Distrito y la comunidad de Juan Mina, donde se proyecta construir este albergue de animales callejeros, me mueve a algunas reflexiones que me gustaría compartir hoy.

Le escuché decir por la radio a la alcaldesa Elsa Noguera que la selección del lugar, en pleno corazón del corregimiento, se dio porque es la única zona rural del Distrito y debe quedar ahí por ley. Además, hay una vocación agropecuaria coherente con la situación.

La comunidad se opone a la construcción del Coso porque considera que se convertirá en un problema de salubridad. Mejor dicho: Juan Mina se siente como una gran cloaca urbana donde ya están el relleno sanitario y varias empresas contaminantes.

Y así como ocurre con la megacárcel, o con algunos proyectos de barrios donde tratan de ubicar a desplazados, la mirada distrital siempre es hacia los mismos lados: los más alejados posible de su pujanza central, y hasta se atreve a explorar a algunos de los pobres y vecinos municipios como Malambo y Galapa.

No se piensa nunca (de pronto estoy diciendo una barbaridad, pero tengo que decirla) en terrenos como los que fueron explotados por la histórica Cementos del Caribe, por ejemplo, muy cerca de los estratos altos. Y ni siquiera se contempla el área de expansión hacia Puerto Colombia a ver qué pasa: ¿estaré blasfemando acaso?

Yo creo que mucha gente piensa así y se siente, por eso, más motivada a  protestar. Se supone que un gobernante se debe a todos y no es para proteger y acomodar a algunos.

Columna: Pura Franqueza
Publicado en ADN Barranquilla
23 de agosto de 2012

Se metió a robar en un asilo, y se durmió




Por: Javier Franco Altamar

A las seis de la mañana,  Arnold Rolong, el joven que se encarga del aseo en el hogar de ancianos, metió el trapero bajo una de las camas y sintió que tropezó con algo. Al agacharse, descubrió que era un hombre de unos 35 años que dormía plácidamente de espaldas, con la cabeza apoyada en un brazo.

Los ancianos ya estaban en el comedor y fueron alertados. Isaura Vega, compañera de Arnold, llamó a la Policía, pero la patrulla no llegaba. De manera que se arriesgaron. Arnold levantó la cama y entre él e Isaura  dominaron al intruso golpeándolo con palos y lo inmovilizaron con una correa.

Luego lo sacaron al comedor y lo ataron a una silla. Allí fue golpeado a varias manos por algunos indignados ancianos y los propios empleados del hogar. Fue llevado a la fuerza hasta la terraza donde algunos vecinos se acercaron y se sumaron a la golpiza. La Policía llegó una hora después y se llevó al hombre, cuya identidad no había sido divulgada hasta ayer en la tarde.

Todo esto ocurrió ayer en el hogar de la Fundación Confrancianos, ubicada en la calle 36 No. 17-199, barrio La Unión. Se presume que el hombre entró por la noche moviendo una de las tejas del techo en el comedor y que se metió al cuarto buscando escondite bajo una de las camas mientras todos iban a dormir.

Luz Mila Meza, administradora del establecimiento donde son atendidos 35 ancianos, recuerda que a esa hora todos estaban pendientes de un nuevo integrante del hogar que se incorporaba con algo de nerviosismo. "Suponemos que el tipo se escondió mientras nosotros andábamos en esas y se quedó dormido
 porque estaba muy drogado", dice ella.

 Isaura Vega recuerda que el hombre (que estaba descalzo y tenía un pie hinchado como consecuencia, quizás, de la caída) no respondió ninguna pregunta y sólo pedía que no lo golpearan. Vestía dos pantalonetas y una camiseta, llevaba un cuchillo y una navaja que le fueron entregados a la Policía.

Todos celebraron que, por lo menos, el hombre no alcanzó a herir a nadie. "Se durmió por la gracia de Dios o por el orín de los abuelitos," bromeó la administradora.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 22 de 2012 

La magia de las obras



Por: Javier Franco Altamar

Descubrir por qué algunas de las obras públicas tardan tanto en entregarse debe ser uno de los enigmas más entretenidos que existe.

Digo "entregarse" porque para inaugurarse basta con que agonice el periodo del  gobernante de turno para que él saque de su sombrero una ceremonia y su nombre quede eternizado en una placa.

 Pero más allá de ese detallito, está el avance de la obra, que al adjudicarse plantea un horizonte de tiempo, y por alguna razón que pertenece al reino de Harry Potter (digo yo) comienza a dilatarse en su ejecución y a sobrepasar, mágicamente, el valor original del contrato hasta al doble o al triple, si nos
 descuidamos.

 Ocurrió con los cinco espolones de Puerto Colombia, que ahora cuestan el doble y quedaron a la mitad.

 Pasó con la Plaza de la Paz, que iba a ser entregada, con algo de apuro, en diciembre, pero todavía anda en unos detalles finales que se extienden y se extienden... Y por supuesto, se necesitó de una adición presupuestal para saltar de los originales 4.160 millones de pesos a los 10 mil millones que terminará costando.

 Lo que está ocurriendo en el parque Suri Salcedo nos puede ayudar a entender un poco estos asuntos 'mágicos'.

La Policía y sus redes de apoyo lo están interviniendo para recuperarlo, y esperan gastarse, como mucho, 200 millones de pesos. Pero pocos días después de divulgarse esta iniciativa, el gobernador José Antonio Segebre anuncia 1.500 millones de pesos para lo mismo.

 Mejor dicho: si la Policía termina el Suri al costo que dice, hay un truco en peligro, porque la magia no existe: existen los magos.

Columna 'Pura Franqueza'
Publicado en ADN Barranquilla
15 de agosto de 2012

Thursday, August 02, 2012

Murales de la ‘Minga’ adornan calle Murillo

Por: Javier Franco Altamar


Hace año y medio que nació la ‘Minga Urbana Tierradentro’ y ya lleva nueve murales en la ciudad. Ahora sus miembros se alistan para pintar otro cerca del Teatro Amira De la Rosa, y diez más sobre la historia de Barranquilla.

La ‘Minga’, que en lengua indígena se refiere al trabajo en grupo con un objetivo específico, es en esencia un espacio alterno para la expresión, que en el caso de los murales busca no sólo recuperar el espacio donde se pintan, sino mostrar con la ayuda del arte las problemáticas de la ciudad.

“Todos tienen un mensaje vinculado con lo ancestral, con nuestros valores y con la tierra”, asegura Jhonatan Ballestas, de 23 años, fundador de ‘Tierradentro’.

Lo que van realizando no se queda sólo en las paredes, sino que se va incluyendo en un blog. “Para ir registrando nuestro trabajo con su argumentación incluida”, explica Luis Cuenca, el encargado del espacio web.

Ellos no saben con certeza cuántos miembros tiene la ‘Minga’. Lo más preciso es decir que son “varios” y que se encuentran cuando quieren ‘minguear’. De ahí puede salir un sancocho, un concierto, un recital, un encuentro para tertuliar sin avales ni registro institucional o sólo las ganas de hacer algo en vez de estarse quejando.

Se reúnen en el parque Metropolitano, donde llaman la atención ya sea por sus vestimentas con motivos indígenas o artesanales, o porque lucen felices.

A estas alturas, cuando hasta el parque llegan a felicitarlos por su trabajo, pueden decir que ya gozan de reconocimiento como grupo que promueve el arte, como portadores de un mensaje de conciencia ancestral y como pioneros de un movimiento urbano muralista en la ciudad.

“La hemos convertido en una galería urbana para que accedan a ella las personas que no puedan ir a una cerrada”, enfatiza Ballestas.

Pero corrige: esto no tiene nada que ver con el grafito, una expresión extranjera válida, con la cual coincide únicamente por el uso de la pared como lienzo. “Nosotros usamos brocha, pinceles, nada de aerosoles contaminantes”, explica.

Esfuerzo por amor al arte


Los conceptos de los murales son de Jimmy Silvera y Jhonatan Ballestas. Ellos hacen el boceto y dan las indicaciones para que los demás del grupo se incorporen a la obra y pinten.

Los dos primeros murales están pintados en la Universidad del Atlántico. Uno, incluso, fue objeto del saboteo de unos grafiteros.

Después vinieron nueve más, tres de ellos sobre la calle Murillo entre la carreras 9 y 4; y otro en la Circunvalar, en un muro de contensión frente a la entrada a Los Girasoles.

“Ese está sobre un núcleo de basura y actúa como un reclamo”, señala Ballestas. Y Cuenca resalta que duraron dos semanas pintándolo porque ahí el sol pega pleno y debieron trabajar de noche.

Para todos han pedido permiso a los dueños, y los han sacado adelante con esfuerzo y financiación propia.

Publicado en ADN Barranquilla
Agosto 1 de 2012

Periodista, no terrorista


Por: Tatiana Velásquez Archibold


Déjense de tanto terrorismo que eso es lo que más pánico genera y no nos deja avanzar”, fue la petición que la alcaldesa Elsa Noguera pronunció con rabia ante un grupo de periodistas que la abordaron en un evento esta semana. Esa misma petición es la que hoy me hace dejar a un lado la tecnología, razón de ser de esta columna semanal.

Noguera, quien ya se disculpó por la que calificó como “frase desafortunada”, hizo tal aseveración bajo una lógica muy ilógica para mí: a más publicación de hechos violentos, más promoción de Barranquilla como sitio inseguro que atrae a delincuentes. Como si la inseguridad se resolviera acallando a los medios.
Y digo lógica ilógica porque los barranquilleros merecen conocer qué tan insegura es la ciudad en la que viven.

Además de entrometerse con la agenda periodística, la alcaldesa confundió la labor de los medios. Ella creyó, o quizá cree, que nosotros estamos para ‘vender la ciudad’ y no para informar. No, señora alcaldesa, nosotros no somos el Fondo Mixto de Promoción del Atlántico ni agencias de viajes.

En el audio que da testimonio de la “desafortunada frase” se escucha a una periodista aclarándole a la alcaldesa que el terrorismo no son más que los hechos diarios de violencia que sacuden a esta ciudad, y que al parecer, agrego yo, pretende que se maquillen. Ese no es el deber ser de los medios. La función de los periodistas es la de denunciar, hacer visible lo que los dirigentes pretenden esconder y aportar en la construcción de una ciudadanía que ‘no trague entero’. Si los periodistas no lo intentamos entonces debemos cambiar de profesión.

Columna: Un ojo en la red.
Publicada en ADN Barranquilla
Agosto 2 de 2012

Percepción y silencios


Por: Javier Franco Altamar

La inseguridad no sólo conduce a indicadores por cuenta de la sumatoria de casos, sino que puede medirse a través de percepciones. En ambas situaciones, sin embargo, los resultados deben examinarse con cautela.

Es que esos resultados dan hasta para llegar a interpretaciones absurdas. Por ejemplo, si en un Carnaval hay diez homicidios y en el siguiente ocho, se resalta el ‘descenso’ y se le oye decir al funcionario que “hubo dos muertos menos”, cuando en realidad hubo ocho más y ninguna resurrección.

Y en las percepciones puede darse que algunas vayan en contravía a los números.

Podría ocurrir, por ejemplo, que las cifras de homicidios vayan subiendo, y la percepción de inseguridad no sea tan mala. Y puede que eso responda a que los entrevistados ‘perciban’ esos muertos como ajenos o como víctimas de ajustes de cuentas. Los golpea, eso sí, el atraco callejero, que figura débil en los indicadores porque para contarlo se usan las denuncias, y muchas víctimas tienen la convicción de que denunciar no sirve para nada.

Sea como sea, ahí están los hechos, y los medios periodísticos no tienen más remedio que registrarlos si es que pretenden ser fieles con una realidad a la que, incluso, pertenece el absurdo analítico.

La percepción de las audiencias viene después, y se alimentará de esos resultados, de análisis y reflexiones. Los medios periodísticos podrían tratar de ocultar esas informaciones o suavizarlas con eufemismos, pero en ese caso estarían actuando como si fueran extensiones de alguna oficina de prensa estatal.

Columna: Pura franqueza
Publicada en ADN Barranquilla
Agosto 1 de 2012

Thursday, July 26, 2012

Joe sigue cantando en los recuerdos de Mary




Por: Javier Franco Altamar


En ‘Mi Mary’, la emblemática canción del amor que se tuvieron, Joe le pregunta, una y otra vez, si se acuerda “de aquel día”.

Y nunca lo va a olvidar. Ese 28 de enero, ella y una amiga lo vieron tocar en la caseta ‘La Puya Loca’ del barrio Los Pinos. La amiga ya era novia del entonces corista Checo Acosta, y para Mary Luz Alonso comenzaba la historia de 20 años al lado de “Álvaro”, como prefirió llamar siempre a Joe Arroyo.

Él compuso esa canción –como muchas otras que después serían éxitos– en la casa de ambos sobre la carrera 38 con la 80B, donde todavía vive Mary con Eikol y Nayalibe, las dos hijas de la pareja.

Nadie niega que fue la mejor época en la producción de Joe, desde el año 85 en adelante. Y pese a que fallas de lado y lado los llevaron a la separación, en realidad Joe nunca se ha marchado: están sus congos, sus fotos, la mesa del patio donde se reunían con Chelito De Castro, cuatro noches seguidas, para pulir melodías.

La musa no tenía fecha para aparecerse. Cualquier noche, él salía disparado de la cama nupcial y tomaba el primer papelito a su alcance para escribir la letra. Y después buscaba la grabadora para registrar cada tarareo. En eso podía tomarse dos jornadas, siempre de noche.

Después aparecía Chelito, y más adelante, los músicos de su orquesta ‘La Verdad’, que le ayudaban a incorporar la percusión.

Eran jornadas exigentes, recuerda Mary, en las que los horarios se trastocaban, y mientras las niñas jugaban con las barbies en el cuarto hasta las 4 a.m., Joe apretaba a sus músicos hasta la misma hora.

Muchas veces le tocó a ella en la madrugada preparar viuda de bocachico para que Joe comiera. “Mi Mary, si no fueras mía, yo no sé qué haría sin ti”, le diría él en aquella canción.

Muy 'tragao' de su patria chica

“Mijita, estoy componiendo una canción bien bacana”, le dijo Joe Arroyo a su esposa Mary Luz Alonso. Ella lo había visto abandonar la cama de un brinco para irse a la sala a escribir en una pequeña libreta que había conservado de un hotel.

Pocos minutos después, la tarareaba frente al micrófono de la grabadora. A los cuatro días ya era una pista en un casete con la ayuda del piano de Chelito De Castro. Sólo entonces, les preguntó a todos qué les parecía. La aprobación fue unánime. “Mijita -le dijo a Mary Luz-, esto es un batazo.

Y no se equivocó. La canción ‘En Barranquilla me quedo’, que es su más reconocido homenaje musical a la ciudad, le permitió sentenciar, de paso, que jamás se íría de aquí.

La letra, sin embargo, se venía cocinando por años. Cuando Joe veía a Barranquilla a lo lejos, ya sea desde el avión o la ventanilla del carro, decía: “Yo si quiero a Barranquilla, carajo. Me regaló una mujer y una hija”. Eran los tiempos en que sólo tenían a Eikol, porque Nayalibe nació cinco meses antes de la grabación del tema.

“Esta ciudad recibió a Joe y lo apoyó. ¿Como no quererla? Él estaba tragao de Barranquilla”, dice Mary Luz.

Boquita salá fue la conexión


Dos días antes de empezar a grabar su álbum ‘Fuego en mi mente’, que incluiría el tema ‘En Barranquilla me quedo’, Joe Arroyo asistió, en Soledad, al sepelio de Francisco ‘Pacho’ Galán. Fue con su esposa de entonces, Mary Luz Alonso, y su arreglista de cabecera, Chelito de Castro.

“Se fue uno de los grandes pilares de la música”, repetía Joe a quienes le preguntaban sus impresiones por la muerte del maestro, ocurrida en Barranquilla el 21 de julio de 1988. Estuvo hasta el último instante y apenas habló para darle el pésame a Armando, el hijo de ‘Pacho’.

Chelito interpretó el momento. Comprobó que los dos músicos estaban conectados. Por eso, cuando le tocó el turno a la canción en los estudios Fuentes en Medellín, incorporó, dándole la palabra a su piano, un fragmento del estribillo de ‘Boquita Salá’ de ‘Pacho’: “El sabor de tu boca fresca quiero llevar en la memoria...”.

Publicado en ADN Barranquilla
26 de julio de 2012