Por. Javier Franco Altamar
Alguna vez, a través de esta misma columna, insistí en la
necesidad de examinar bien las estadísticas para evitar entenderlas al revés o,
lo que sería peor, llegar a conclusiones absurdas, por eso toca mirar con lupa
el último informe del Dane sobre el desempleo en Barranquilla
y su área metropolitana, e ir un poco más allá.
Ya se ha dicho que como en la encuesta se tiene como
desocupados a quienes “están buscando empleo”, los vendedores ambulantes,
limpiavidrios y maromeros de esquina, son tenidos como empleados, y resulta que
esa informalidad no es un empleo en el sentido estricto de la palabra.
La última encuesta del Dane revela que la tasa nacional de
desempleo fue del 10,5 por ciento en promedio, y Barranquilla
aparece por debajo de ese promedio con su 8,7. La fiesta se viene abajo, sin
embargo, cuando se observa que la informalidad es del 51,8 por ciento en todo
el país, y que Barranquilla , con su 59,7 por
ciento, está muy por encima de ese
promedio nacional.
Es un aspecto terrible, es cierto, pero hay otros que
deberían ser tenidos en cuenta. Por ejemplo, de los últimos informes del Banco
de la República se desprende que la industria local no está reaccionando con el
TLC como se esperaba.
Por mencionar algo, las ventas externas de productos
agropecuarios, alimentos y bebidas aumentaron el 24, 8 por ciento en julio
pasado, pero es un comportamiento empujado por el aumento del 57,8 por ciento
en flores; y el del 46,15 en ganado vivo. ¿Y la producción local para dónde
cogió?
Lo peor es que esta producción local está siendo desplazada
en los mercados internos por artículos de importación que entran ayudados por
un dólar barato que, por esa misma razón, desestimula la exportación: tremendo
lío.
De hecho, según el más reciente informe del Dane, durante
los siete primeros meses de 2012 las compras externas del país crecieron
11,6 con relación al mismo período de
2011, estimuladas por el crecimiento de 7,9 por ciento en las importaciones de
manufacturas, es decir, de producción industrial.
“Es un dólar que no reacciona ni va a reaccionar”, le
escuché decir al analista Joseph Daccarett, que no sólo por estudioso, sino por
productor, está en contacto permanente con el fenómeno, y sabe que una cosa son
los empleos transitorios de la construcción, y otra, los puestos estables y
duraderos que ofrece la industria.
El dólar quizás reaccionará en ocho años han dicho los
grandes vaticinadores del país, porque las razones que lo abaratan se conservarán,
como la inversión extranjera, que aumenta la cantidad de dólares el mercado y
tiene al Banco de la República comprando por millones para frenarlo un poco. Y
en Barranquilla se está dando gran parte de
esa inversión.
Mejor dicho, para no complicar más las cosas, toca
formalizar al informal para que se vuelva un agente dinámico en la economía
local, y, por otro lado, estimular la innovación en el sector industrial para
competir mejor contra lo importado, quizás con un apoyo estatal muy fuerte a la
inversión en tecnología y conocimiento.
La tareíta no es fácil, en todo caso. O lo es si le ponen
empeño desde los diferentes niveles del Estado.
Publicado en ADN Barranquilla
Octubre 3 de 2012
Publicado en ADN Barranquilla
Octubre 3 de 2012
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