Por Javier Franco Altamar
A sus 95 años, el maestro Rafael Campo Miranda se considera
un náufrago de la vida, un sobreviviente del que da testimonio el estudio de su
apartamento al norte de la ciudad, lleno de recuerdos, placas, trofeos,
“comprado a punta de música”, como dice ahora con orgullo.
Lo del naufragio es un malabar expresivo, un apunte chistoso
a propósito de una de sus canciones más célebres, ‘Lamento náufrago’. Pero es,
al mismo tiempo, una señal de nostalgia, porque a Rafael Campo Miranda, en su
papel de hombre longevo, lúcido y productivo, le ha tocado ser testigo de la
muerte de sus “coetáneos”, y hasta de gente menor que él.
Soy el Titanic de la vida”, insiste y saborea la palabra
‘coetáneos’ al pronunciarla con lentitud, para que no quepa duda de que se está
refiriendo a las personas de su misma época- Muchos de ellos fueron sus
grandes amigos, sobre todo Pacho Galán, muerto hace 25 años, que igual que él,
se inspiró en el mar de Puerto Colombia para componer.
Chasquea los dientes como si acabara de comer, y le pide a
su empleada que apure los tintos porque los periodistas visitantes deben
refrescarse antes de comenzar la entrevista. Viste elegante, de corbata, camisa
clara de rayas finas y un pantalón clásico de color pastel que hace juego con
los zapatos.
En su rostro resaltan los ojos vivos que amenazan con
atravesar la gafas correctoras, cejas pobladas del mismo color blanco absoluto
del cabello lacio, peinado hacia atrás para darle respiro a la calvicie
frontal.
Cuando se incorpora de su escritorio para buscar algo en su
cuarto conque reforzar sus respuestas -un documento, un reconocimiento, una foto,
un instrumento, una placa o un libro-, lo hace con movimientos pausados, pero
decididos: nada indica que necesite un bastón.
“Todo eso lo conservo, primero, como un patrimonio
espiritual y artístico para mis hijos; y luego, para que los periodistas y los
amigos, cuando tengan necesidad de un
documental, puedan usarlo de referencia, para que sepan cuál fue mi recorrido,
cómo fue mi actividad compositiva musical a través del tiempo”, dice.
Entre los objetos más preciados que recorre ahora con la
vista, resalta uno de los más grandes y que ni siquiera es musical: una réplica
a escala de un gran danés, amarillo, casi vivo, que parece cuidar el estudio
con su presencia intimidatoria.
Es tan evidente la presencia de aquel perro de material
sintético que al maestro Campo Miranda le tocado repetir una y otra vez, ante
el curioso que no falta, la historia del animal original, que él escuchó,
cuando niño, de boca de su padre, Juan Campo Serrano.
“Dicen que lo
encontraron frente a la tumba de su amo en un cementerio de Europa con las
patas delanteras ensangrentadas y muerto de un infarto. Murió tratando de sacar
a su dueño. Le hicieron un molde al cuerpo y de ahí sacaron varias esculturas.
A Barranquilla llegó ésta, que yo recibí de mi padre como herencia, Quiero a
este perro como si fuera ser viviente", asegura.
Cuando se le pregunta el secreto de su longevidad, que en el
caso suyo no solo es asunto de edad, sino de buen estado de salud y lucidez
mental, asegura que tan solo se siente lo suficientemente bien “para resistir
los embates de la vida”. Porque, al contrario de lo que podría creerse, pasó
por todas las etapas de la vida de un hombre, pero, al contrario de muchos otros,
las fue superando una a una.
-Para llegar a esta edad: Inciden muchos factores –dice
ahora, sentado frente a su escritorio, cruzando una pierna sobre la otra-: la
parte familiar y el régimen alimenticio. El cuidado no, porque yo fumé
bastante, tomé bastante y la enterré bastante.
En este momento se ríe con una carcajada lenta, pero pícara.
Como ese apunte, habrá varios durante la entrevista, algunos alusivos a las
propiedades afrodisíacas de los licores antiguos que exhibe en los estantes de
su estudio. “Cuidado vas a publicar eso. Es un secreto” y ríe de nuevo.
A sus placeres de la juventud y los que siguieron en su
primera madurez, el maestro Rafael Campo Miranda asegura haberles dicho adiós a tiempo. “Llegó un momento en que
dije: ya esta vaina está bien, y la naturaleza me respondió, De ahí en
adelante, seguí viviendo una vida pasiva, muy disciplinada y aquí estoy”.
Por eso, no tiene ninguna complicación con su dieta diaria,
donde priman el sancocho de pollo, el arroz con coco, huevo cocido y el jugo de naranja.
De su infancia en Soledad, donde nació el 7 de agosto de
1918, recuerda esa comida de ‘la vieja guardia’, que era realmente nutritiva.
“Había sopas de la cola de res, se
tomaba la leche al pie de la misma vaca, y los sancochos eran de gallina de
patio”, sostiene.
Esa alimentación, agrega él, tiene mucho que ver con la
condición que exhibe ahora, aunque el resto del crédito lo tiene la ‘raza’, de
donde viene. “Tuve dos tíos mellizos se murieron sobrepasando el siglo, y
así….”
La historia de su producción musical ha sido contada varias
veces, incluso por él mismo en sus escritos, en las tertulias que participa y
en las charlas que todavía dicta en los colegios o donde lo invitan. Un libro suyo titulado ‘Vivencias musicales’,
editado en el 2005 y que trae sus canciones más renombradas con sus acordes de
guitarra y guiones musicales, recrea esas escenas en las playas de Puerto
Colombia, el amor mezclado con la arena, el viejo muelle como testigo.
La vida le ha proporcionado muchas alegrías y reconocimientos
nacionales, y pasó por toda clase de momentos al lado de su esposa María del
Socorro Vives, con quien tuvo a sus hijos, todos vinculados con la Música,
Rafael, y las recordadas ‘Emes’, María y Margarita.
El maestro suspende la narración y canta ahora.
“Sobre la arena
mojada, bajo el viejo muelle la besé con honda pasioooón …” Es un fragmento del
porro ‘Lamento náufrago’, canción que le ha dado la vuelta al mundo, señalo.
-Bueno –corrige- pero primero estuvo ‘Playa, brisa y mar’,
que originalmente era solo ‘Playa’. Esa
sí fue bárbara. Y después el ‘Pájaro amarillo’, que está de moda ahora mismo en
Brasil.
Y así como Puerto Colombia estuvo presente en sus canciones,
dice, también lo estuvo Barranquilla, y volvió a aparecer ahora al cumplirse
200 años de haber sido erigido en Villa. Habla primero de ‘Unos para todos’,
aquella famosa canción de comienzos de los 70, interpretada por Nelson
Henríquez, el venezolano que aún le está
cantando a la Arenosa.
-Está canción está palpitando todavía, y no dejará de sonar
hasta tanto las cosas de Barranquilla no se normalicen.
Y recuerda la historia. Era el año de 1972. Barranquilla
estaba enferma de una política corrupta y decadente. Rafael Campo Miranda era
miembro del Club de Rotarios y le pidieron que se pronunciara a través de una
canción. Y él la hizo en señal de protesta porque le dolía en el alma que una
ciudad como Barranquilla, tan grande e
importante, estuviera padeciendo todas esos problemas.
-Todavía subsiste esta situación, aunque en forma un poco
menor. Lo que ahora nos está violentando más fuerte es la criminalidad, Yo digo
en mi canción ‘Unos para todos es la consigna general, no más injusticia en
esta tierra sin igual…” En ese momento, la ciudad estaba hundida, “Salvemos a
Barranquilla” era la consigna, y sigue vigente porque ahora tenemos que
salvarla de la criminalidad. Aquí nunca habíamos tenido ese lastre del crimen,
¡jamás!. Somos gente sonriente, bailadores de cumbia, amables, acogedoras. Eso
es lo que estoy diciendo en mi última canción, la que compuse con motivo del
Bicentenario, que no pudo ser grabada porque el tiempo se vino encima.
-Es usted un agradecido con la ciudad, por supuesto.
- Yo nací en Soledad, pero me trajeron a Barranquilla a
temprana edad, Esta ciudad me acogió con los brazos abiertos, aquí adquirí mi
cultura, mi sapiencia, mi don de gente. Todas aquellas condiciones que
enaltecen y dignifican a la persona humana yo las obtuve en Barranquilla,
porque a la edad de 8 años, uno no tiene todavía noción de lo que es todo esto.
Esta labor compositiva que tiene más de medio siglo, la hice en Barranquilla,
-¿Y Soledad?
-No obstante todo eso, yo quiero mucho a mi tierra de
Soledad, y también le compuse a ella. Hay una canción que se llama ‘Cumbia
Roja’ es un homenaje a Soledad:
Yo naci en la Costa que tiene el cielo donde más brilla el
Sol,
Yo vivo añorando aquel paisaje que me vio un día nacer
Con ritmo de cumbia me bautizaron con agua sol y sal
Y me dieron de fortuna toda la espuma de las olas del mar…
-Ya que usted, canta, maestro, ese tema con tanta fluidez, y
se nota que le sale del alma, háblenos del secreto para componer. ¿Cuál sería?
-Hay una motivación que le palpita a uno en la parte más
insondable del alma. Es como una obsesión, Uno oye la canción y saborea la
letra hasta cuando llega el momento que se reglamenta todo y compone la línea
melódica y lo poético, Son puras manifestaciones del alma, Es un don divino.
-¿Cuánto dura su proceso de composición?
- Eso es relativo, en algunas soy rápido, pero hay otra en
que uno se lleva mucho tiempo, ‘Lamento náufrago’ fue muy trabajada, lo mismo
que ‘Playa’. En cambio ‘Viento verde’ y ‘Pájaro amarillo’ fueron facilitas de
componer.
Y vuelve a cantar.
Sobre el juncal
florido del riachuelo,
viene volando un pájaro amarillo.
Lleva, lleva, en su piquito el primer besito
que me diste, que se perdió en la llanura
Y continúa…
-Cuando uno se
acostumbra a componer y los elementos o ingredientes son el amor a la mujer y
el paisaje marino, uno se inspira más. Pero fíjese una cosa curiosa. Aquí en
Barranquilla, ‘Lamentos náufrago’
fracasó, no tuvo acogida (fueron arreglos de Juancho Esquivel), pero el
acetato llegó a Caracas y lo cogió un director musical allá, miró la letra y
dijo que esa canción era como un poema. Entonces le hicieron un arreglo bonito
y atractivo. La obra vino por las nubes, llegó a Colombia grabada por la
orquesta de Chucho Sanoja y aquí fue un verdadero carnaval junto con ‘Playa’:
se volvieron famosísimas.
-¿Y a qué se debería
ese fracaso inicial?
No sé. Me pasó
también cuando yo compuse ‘Playa’, Los viejos músicos me dijeron que por qué le
había puesto esa letra a ese porro si el porro no lleva letra. Les dije: ¡cómo
no! si al porro se le percibe al compás como al bolero, entonces también se le
puede poetizar, Ya yo me sentía que
había fracasado con el porro, pero entonces vino un amigo costeño desde Bogotá
y me dijo que en la avenida Caracas, en una tienda, oyó un disco y en la parte
circular de la etiqueta decía ‘Playa’, autor Rafael Campo Miranda. Era mi
primera canción. Yo di un brinco de la emoción al saber que mi obra entró por
Bogotá.
-¿Cuánto tiempo vivió en Puerto Colombia?
-8 meses, yo no salía de la playa, En ese tiempo había un
lugar que le llamaban la Isla Verde, Yo me transportaba allá cinco días, vivía
una vida natural, Había garzas y uno pescaba. La Isla Verde desapareció por los
arreglos hidráulicos de Bocas de Ceniza, después, compuse ‘Lamento náufrago’ en
los años 50, Pero eso fue una cosa bárbara,
-¿Qué siente ahora al volver?
- Cada vez que voy y veo el muelle me da es tristeza, Yo
conocí el muelle cuando estaba bueno, veía cuando llegaban los buques con
orquestas a bordo, y ese muelle iluminado de punta a punta, si uno se ubicaba
en una loma en las afueras del pueblo, aparecía como un monstruo luminoso en la
distancia, para después verlo caer. Eso a mí me dio ganas de llorar.
-Hablemos de la nueva canción a Barranquilla
- Se llama ‘Mi amada Barranquilla’, es en ritmo alegre y la
va grabar Hugo Molinares. Es un homenaje a la ciudad y fue muy fácil de
componer, no como ‘Uno para todos’, que era diferente a lo que yo hacía. Esta
nueva canción es una evolución de la otra y se complementa. Yo soy un hijo
adoptivo de Barranquilla, la amo y se lo demuestro en mis canciones.
-¿Cuantas canciones ha compuesto hasta ahora?
- Hasta ahora he compuesto unas 98 canciones, pero yo no soy
de esos que le preguntan cuántas compusiste y dicen 5.000, pero no le pega
ninguna… ahora, cualquiera que se enamora ya se es compositor. Ser compositor
es trabajado.
Y por ese trabajo que ha sido suyo por años es que ahora
vive una vejez tranquila, sin decrepitudes y muy activo, viviendo de la música,
insiste, la que le ha dado “este refugio donde me escondo”, como le llama a su
apartamento, que comparte con una de sus hijas y donde lo atiende una empleada
de confianza como el rey que es. Ahora saborea el café humeante que le acaban
de traer
-Aquí me oculto por
horas para hacer mis composiciones –dice antes del nuevo sorbo-: componer es
función del alma, y el alma no envejece.
Publicado en ADN.COM
Julio 4 de 2013
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