Enviado especial
Antes,
ese transbordo era innecesario, porque había una conexión entre el río Magdalena y la ciénaga a través de un caño. En las orillas de esa ciénaga, cuerpo agua
que lleva el mismo nombre de ese municipio, están apostadas poblaciones como Malabrigo, Concordia y
Rosario de Chengue.
Esa
conexión, sin embargo, se perdió desde hace tres meses: Son tan bajos los
niveles del río que el agua comenzó a circular a la inversa y se fue secando el
caño. Hubo necesidad de sellar la entrada para evitar una mayor catástrofe.
“Antes vendía 60 cartillitas de chance, ahora vendo 120”, dice Lafaurie. Es el
contraste de situaciones. Ahora consume un refresco en una tienda durante una
pausa de venta: el calor el feroz.
Al
otro lado, en Suan, hay otros beneficiados: el playón que dejó el río al
adelgazar, ya fue aprovechado por algunos para sembrar yuca. Y por los senderos
entre la barcaza que sirve de muelle y la primera calle de Suan, avanzan
carretas con equipajes: son oficios nuevos para cubrir unos 200 metros en
subida, es decir, la diferencia entre la orilla de siempre y la nueva, que es
hija de la sequía.
“El
río lleva siete meses bajando el nivel. Antes, subía y bajaba, pero ahora sigue
bajando”, asegura José Carmona, despachador de los botes a motor, que no paran
de cruzar entre una y otra orilla. Son 68, que cruzan el río, entre Suan y el Cerro
de San Antonio, en no más de cuatro minutos: es la única ruta por ahora y lo
será por un buen rato si el río no se opone.
“La
verdad es que estas cosas se han venido empeorando no de ahora, sino desde hace
más de diez años” -reflexiona ahora el chancero Lafaurie- “ya de la ciénaga no
se saca del bocachico, ni California viene a comprar los mangos acá”.
Porque
la subienda de pescado es historia. Lo sabrá el pescador Anairo Contreras,
quien mira el caño del Cerro de San Antonio desde lo alto. Se ve algo de vida
en el agua verde. “De aquí antes sacábamos pescados grandes. Hoy, lo que hay es
puro chipi chipi. Yo tengo como siete años que no pesco nada”.
Varios
kilómetros más al norte, en el punto entre Puerto Giraldo (Atlántico) y
Salamina (Magdalena), se cruza el río en un planchón. Allí la situación no parece tan grave. Carlos Ávila
dice que le ha tocado trabajar a diario para mantener la orilla en la dureza adecuada,
pero que la dinámica del cruce no se ha visto afectada.
La
mañana del martes, el planchón empujado por la remolcadora ‘El Radar’,
atravesaba una vez más con una docena de camiones, lo que tomaría ocho minutos. “Del otro lado, esperan un a
media hora y se regresan. Hasta ahora, todo sigue igual”, asegura Ávila: de 5
am. a 6 p.m.
En
esa parte del río es un poco más ancha y
menos alta que la de Suan, por lo que da la impresión de que no es mucho el
cambio. “Aquí, de verdad. se ha sentido menos la sequía”, dice Ávila.
Publicado en ADN Barranquilla, enero 14 de 2016
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