Monday, February 25, 2013

La Felicidad, esa experiencia subjetiva



Por: Javier Franco Altamar

Resulta que según el último informe del Barómetro Global de Felicidad, en Colombia vive la  gente más feliz del mundo, y Barranquilla es la ciudad más feliz del país.

El generoso resultado, que debería movernos a reflexión, lo que tiende es a producir una andanada de críticas sobre el entendido de que tal dignidad se contradice con el hecho de que siguen campeando la pobreza, la inseguridad, la corrupción, y la violencia de todo tipo, es decir, están vigentes los problemas habidos y por haber.

La falla del planteamiento, creo yo,  es que pone la felicidad como lo opuesto a los problemas, cuando no tendrían por qué ser excluyentes. Mejor dicho, problemas tenemos todos, hasta los ricos, que vendrían a ser lo llamados a estar más cerca de la felicidad si de plata hablamos.

La clave, creo yo, es la forma en que cada cual se conecta con su realidad. Para algunos, irlos superando es un placer muy cercano a la felicidad. Y si vamos más lejos, lo que algunos tenemos por problemas, a otros de pronto no le parecen tales. ¿Cuántas personas se pueden dar el lujo de tomarse unas cervezas en la esquina bajo el palo de almendra? Cosas como esas pueden ser tenidas como suficientes para ser felices,  y de pronto, es lo que refleja el estudio.

La felicidad, según la RAE, es un estado de ánimo, una satisfacción, es decir, una experiencia estrictamente personal: una persona “se siente” feliz y ya, y eso es tan subjetivo como sentir calor o frío: pueda que dos personas estén compartiendo espacio y mientras la una está temblando, a la otra le parece que no es para tanto ¿Y cómo se hace?

Yo creo que quienes critican el informe tienen a “objetivar” demasiado a la felicidad a partir de ciertos referentes y no entienden cómo otros pueden sentirse felices con sus propios y subjetivos referentes.
Me acuerdo en este instante de Jane Chaplin, la hija de Charles Chaplin que vive en Cartagena. Una vez alguien le preguntó cómo una suiza (ella nació en Suiza) termina radicada en una ciudad que si bien es admirada por extraños, está llena de los más grandes problemas, como lo reconocen sus propios y sufridos habitantes.

“Esa es la cosa. En Suiza todo es perfecto, no ocurre nada, y eso resulta aburrido”, responde ella sin abandonar jamás su amplia sonrisa, porque nada le parece más placentero que tener problemas de los cuales reírse, es decir, los de Cartagena y los propios.

Publicado en ADN Barranquilla
23 de enero de 2013

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