Tania (1974)
Tania no es nadie, no existió nunca, fue la mujer soñada, y terminó siendo la hija del Joe Arroyo, tanto que muchos creen que se la dedicó a ella.
Joe confiesa que la tenía escrita desde muy joven, desde antes de encontrarse a Fruko en su camino, pero no le decía nada.
“Me daba terror mostrarles los temas, hasta que un día me decidí a enseñarle una canción al pianista de la orquesta. El álbum ya estaba grabado y el difunto Hernando –el pianista–, le dijo a Fruko:
–Vas a tener que abrir espacio porque aquí está el tema que va a romper en todo el país.
Entonces se lo canté a Fruko y el hombre casi se cae al piso. El tema era Tania”.
Así se le contó a Mauricio Silva, su biógrafo, y así lo volvería a decir una y otra vez ‘Tania’ en la mujer idealizada que Joe quería encontrar después de dejar todo atrás; y el nombre fue una elección al azar: sonaba bien, sonaba salsero.
“A mí cuando me salen esas cosas, estoy entre el sueño y la soledad, me vienen unas ideas bonitas, me paro y comienzo a grabar, se me quita el sueño, eso es un momento sublime...”, le dijo alguna vez Joe a Rafael Bassi Labarrera.
Nació Tania, se ubicó en la historia musical de Colombia donde olvidarla será imposible. La cantó con su voz brillante original, la volvió a grabar en los 80 cuando ya la voz tenía el sello distintivo nasal en los mejores tiempos de la orquesta La Verdad.
Su primera esposa Adela le daría a Tania. No fue difícil ponerle el nombre porque ya estaba decido desde antes. Ella falleció en 2001, a los 26 años de edad. Fue un golpe duro al cantante. Ella también comenzó a hacer parte de la eternidad, como la canción.
A mi Dios todo le debo (en el album 'Fuego en mi mente', 1988)
Primero, Joe Arroyo nos ubica en el Génesis, en el momento mismo de la separación entre el día de la noche. "Nos dio la Luna, también el Soooool pa´darnos claro". Es una mirada panorámica de la Creación a modo de preámbulo, mirada a la cual el músico le agrega la suya, y como se siente un elegido para cantar, en esos mismos términos lanza el agradecimiento. Antes, ha pedido en un pregón, que le muestren el camino "Claaaaro, claaaroooo. Muéstrame el camino claarooo".
Todos le debemos todo a Dios. Joe lo expresa a título personal, pero al mismo tiempo toma la palabra en nombre de la humanidad. “Ningún mal temeré, porque tú estás conmigo”, dice el Salmo 23; y Joe da testimonio de eso, lo corrobora en términos coloquiales: Yo que nací en cuna pobre, oye Papá, nunca me ha pasado nada.
"De ti no tengo queja, oye Papá: dale dulzura a mi alma", asegura Joe. Ninguna queja se tiene contra el Padre Celestial porque él sabe cómo hace sus cosas, sus designios son inescrutables. “Es un tema que le da gracias a Dios por la vida, por su bondad, por las oportunidades, por las pruebas y hasta por las desgracias” agrega Arroyo. “Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida’, dice el Salmo, .
Es una canción sentida e interpretada en toque de cumbia, en toque negroide como el que le dio vida al ‘Joesón’ a través de un fundido magistral entre los diferentes aires musicales de tuétano africano. Es el testimonio en toda su expresión, de alguien representativo a quien nadie debe poner en duda: Tú, Papá. Tú eres muy grande, Papá; eres bendito, Papá; yo soy testigo, Papá.
Y es una de las menciones más hermosas que se ha hecho al Creador, a partir de la iconografía heredada de Europa, y en atención al concepto tradicional de la morada celestial a lo alto en el Universo. Nada, sin embargo, que la vuelva menos poética. Es así como vemos al mismo Todopoderoso de barba blanca de Miguel Angel, imagen incrustada en el corazón de la humanidad cristiana: “bendito viejito, que arriba estaaá”, El viejito al que todo se le debe...
La Rebelión (Album 'Musa Original', 1986)
“De La Rebelión no hay que decir mucho”, dice el biógrafo de Joe Arroyo, Mauricio Silva: “Es el himno de su canto”.
Más que una canción es un relato sobre un esclavo africano de los años 1600 de Cartagena que se rebela contra su amo español al ver que éste tortura a su novia. El hombre de radio, Ley Martin, asegura que es, en realidad, un guión cinematográfico dada la escenificación donde estalla incluso, la voz del negro ofendido, que “aún se escucha en la verja”.
El relato es tan apegado a esa realidad que habla de una “esclavitud perpetua”. Así de interminable la sentían esos hombres y mujeres traídos a nuestro continente, africanos en cadenas que “besaban la tierra”.
Joe dice que la historia se le apareció una noche en la cabeza, así como solía pasarle con todas sus letras: de manera inesperada, sin estarlas pensando mucho. No era necesario, en verdad: cualquier afrodescendiente lleva historias como esa en la sangre, pero al sufrimiento, a la impotencia, el compositor le encima la reacción, la que fue, o la que se hubiese querido que fuera.
No es la historia propia que se cuenta en el Centurión de la noche, pero sí es la historia propia porque es la de la raza. "No le pegue a la negra, no le pegue a la negra”, le dice el protagonista de la historia, y Chelito de Castro pone la cortina musical de las teclas para ir viendo la historia, para irla sufriendo, para darle una mano al hombre que se rebela.
Javier Franco Altamar
Julio 27 de 2011
Publicado en ADN-Barranquilla
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