JAVIER FRANCO ALTAMAR
La
expresión del Carnaval está cargada de colorido, baile, diversión, creatividad,
y, por supuesto, de mucha repelencia.
Tanto
la marimonda como el monocuco están asociados, en su historia, A la repelencia.
Es repelente, también, el disfraz del hombre velludo y vestido de mujer que
pide plata mostrando un hijo de plástico o de trapo. Y son repelentes las
letanías, simulación del rezo y la poesía, cuatro líneas de una rima sencilla,
con un coro de dos líneas que rematan el apunte gracioso.
“Y
también somos repelentes porque repelemos los actos de corrupción y los
escándalos”, dice Milton Jiménez, soledeño, de 42 años, director del grupo de
letanías que lleva, quizás, el nombre más adecuado y preciso para su
especialidad: ‘Los Repelentes de Soledad’.
Ellos
llevan 28 años de presencia en el Carnaval de Barranquilla, durante los cuales
han ganado 10 Congos de Oro en el Festival de Letanías, y han logrado más de 20
reconocimientos, todos con base en repelencias bien rimadas y conectadas con la
realidad.
Los
trofeos están el apartamento de Jiménez, barrio Pumarejo de Soledad, y que
funge como sede del grupo. El acceso es un pasillo por donde el ‘repelente
mayor’, que es un tanto robusto, amenaza con no caber, porque, además, una de las paredes está ocupada por un
estante lleno de placas y reconocimientos
El polvorín flota en el aire empujado por la
brisa y se va pegando a todo cuanto encuentra. Una bicicleta también
obstaculiza el paso con sus ruedas polvorientas. Toca sacudir. El fotógrafo
estornuda. Estamos en la carrera 15 con la calle 20, un tramo destapado. El
apartamento de Jiménez es uno de los tres que resultó de la repartición de la
vieja casa de los abuelos.
Los
congos permanecen en la habitación que se abre a mitad de camino, sobre un escaparate.
Hay ocho, pero dos no son del grupo: uno es de la agrupación infantil de
letanías que lidera Andrea, hija de Milton. El otro, de una cumbiamba de la ex
esposa del ‘repelente’. ¿Anjá, y los cuatro restantes congos de la agrupación?
Jiménez recuerda con gracia lo que, en su momento, le ocasionó una profunda
tristeza: aparecieron vuelto pedazos en un basural vecino.
Ese
episodio ocurrió pocos días después de haber encargado él un trabajo interno a
unos albañiles en el 2010. “Ellos negaron haberlos robado, pero quien haya
sido, debió de llevarse un chasco cuando los examinó y se dio cuenta de que no
eran de oro, ni siquiera de bronce, sino de porcelanicrón”
Son
reconocimiento de toda una vida dedicada a los rezos criticones, groseros y
burlones. Ya Jiménez perdió la cuenta de cuántos versos ha creado, pero los más
célebres están recogidas en tres discos compactos de venta pública.
Son
lo más célebres y ‘decentes’, porque los que tienen ‘presa’ -es decir, los
cargados de procacidades-, se reservan para eventos privados, y se dejan
palpitando en la cartilla de lectura para cuando el público los pide. “Tenemos
rimas bien fuertes; otras no tanto, y unas que no llevan nada de vulgaridad,
sino que son jocosas y críticas. Leerlas
dependerá mucho de la audiencia”, sostiene Jiménez.
Esa
audiencia, incluso, podría ser de estudiantes en afán de aprender. Se trata, en
este caso, de un ambiente muy nuevo donde las letanías han pasado a convertirse
en herramientas de aprendizaje, de valoración de las letras a partir de su
condición de arte menor. El perfil, a nivel de escuelas, es el de las letanías
lúdicas y educativas, que sirven de instrumento, incluso, de transmisión de
conocimientos.
Una
selección de estas letanías están recogidas en un manual editado en el 2015 a instancias
de la Secretaría de Cultura del Departamento. Fue el resultado de una
iniciativa de los mismos grupos, partir de los dos gremios que han conformado
(Asoglecab de Barranquilla, y Diles, en Soledad), y a través de los imparten
instrucción en colegios y organizan competencias con las nuevas generaciones.
Uno
de esos torneos tuvo lugar el 21 de agosto del año pasado, en el auditorio de
la Normal la Hacienda. Fue el IV Festival Intercolegial de Letanías, durante el
cual se mostró el resultado del semillero que están dejando los letanieros con
el apoyo de Carnaval S.A. Participaron 10 escuelas del Distrito y otras del
departamento.
La
esencia de las letanías, sin embargo, está en la crítica picante y en el
lenguaje contestatario y crudo que puede rayar en lo obsceno:
Maduro estaba enloqueciendo/y todo el
mundo lo sabe/ porque el pendejo andaba viendo/ el pajarito de Hugo Chávez
Y viene el corito rematador:
En el nido al pajarito/ le veía los
huevitos
Es
cuando los versos responden al concepto de que los grupos de letanía
constituyen “un noticiero de noticias atrasadas”, como dice Jiménez, y les sacan punta graciosa a los hechos. “El
problema es que salga el primer verso: apenas sale el primero, ahí mismo salen
los demás”, agrega
Así,
también, salen la burla, el apunte preciso que mueve a risa desde lo serio:
Después que la cosa estuvo magra/con
tanta eliminación/ Pékerman fue el viagra/que paró a la Selección.
Y
luego de varios rezos y coros, el cierre
Viva la Selección Colombia/Viva
Viva el enmaicenado de Pekerman/Viva
Está,
por supuesto, el chiste pasado de calibre:
“Cuando Dios hizo al burro/como que lo
hizo de mala gana/ en el cuerpo se echó un día/ y en la m… una semana.
En
el caso de ‘Los repelentes’, la voz líder y el principal creativo es el propio
Jiménez. Los demás, prefieren quedarse como coristas. Y lo hacen tan bien que
no tienen necesidad de ensayar. “Y ahora menos, con un carnaval tan corto. Eso
va saliendo. Ya tienen experiencia”, dice él.
Por
eso, a punta de una excelente coordinación de las rimas y el coro, el vestuario
acorde con la personalidad del grupo, la puesta en escena y la dicción, se han
ganado el respeto y los premios. “Y tenemos el cuidado de poner las voces
graves en el medio del coro, y las más agudas en los extremos, como en
herradura, para que haya un balance”, explica.
El
último Congo lo ganaron en el Carnaval del 2015, y van confiados hacia el
próximo. Es una historia que va para
largo porque si bien algunos de los originales se han marchado, los reemplazos
han aparecido de inmediato en parientes cercanos. Hoy, ‘Los Repelentes’ son,
además de Milton, Brayan Gastelbondo, Neyer Noriega, Juanfer Torres, Edgardo
Jiménez, Johnatan Sandoval y Edinson Sandoval.
“Algunos
se han apartado al verse mayorcitos, pero para eso está el relevo
generacional”, agrega Milton, y sabe que algún día a él lo reemplazará su hijo
Milton Junior, que, lo acompaña de vez en cuando en los coros, pero hace parte,
todavía, de los ‘Angelitos Carnavaleros’, el grupo juvenil que dirige su
hermana.
Es
una buena época la actual, resalta ahora el director de ‘Los Repelentes’,
porque cuando él era niño, alcanzó a vivir el rechazo que generaban las
letanías en su condición de actividad casi clandestina, estigmatizada por
vulgar y callejera.
Y así
venía siendo con esta expresión carnavalera desde cuando apareció en Rebolo en
los años 30 del siglo pasado. Las investigaciones de Edmundo Vives apuntan a
que fue iniciativa de unos muchachos que se hicieron llamar ‘Las Ánimas
negras’, aún vigentes. Ellos, por alguna
razón, rescataron ese año la costumbre colonial de versificar en público para
burlarse de lo demás.
“Cuando yo era niño – insiste Jiménez-, las
letanías se alimentaban de los cuentos de barrio, y nos metíamos a escondidas
en los desfiles. Pero ya hemos llevado a las letanías a las aulas, como le
dije, y en eso estamos todos”.
Con
‘todos’ se refiere a los 18 grupos de letanías reconocidos en
Barranquilla, Soledad, Puerto Colombia,
Baranoa y Campo de la Cruz (Los Lenguamocha de Montecristo, Los Turpiales de la
Normal, Los Criticones de la Esmeralda,
y varios otros ‘chismosos’ ‘babillos’ ‘rezanderos’ y ánimas’ de barrio).
Todos, por igual, han empezado a cultivar la letanía educativa, sin dejar de
‘sacarles la piedra’ a las víctimas y ocasionar reacciones desagradables.
Jiménez
recuerda, en el caso de sus ‘repelentes’
dos episodios incómodos: uno doméstico y uno de implicaciones
nacionales. En el primero, hace 20 años, un vecino se enteró de que con su
apellido y el nombre de un condimento, habían hecho una rima en la que aludían
a la delgadez extrema de una hija suya.
“El asunto llegó hasta una inspección de
Policía. Teníamos una grabación de casete, por fortuna, y todo terminó en una
carcajada de la inspectora. Ella le recordó al señor que eso era Carnaval. Él
ya murió, pero todavía sus hijas nos detestan”, recuerda él.
El
otro episodio fue mientras participaban, a finales de los 90, en un programa de
letanías por una emisora local. Se les ocurrió rimar, en tono burlesco, sobre
unas supuestas mentiras del presidente de entonces, Andrés Pastrana. A los
pocos minutos, llegó una camioneta de la Sijín preguntando por ‘Los
repelentes’. “Nos hicieron subir, nos preguntaron dos cosas y nos soltaron en
la 72. Mejor dicho, querían asustarnos”, dice entre carcajadas Milton.
En
los días actuales del 2016, el robo del ángel de la iglesia de Soledad, que
apareció abandonado en un lote, ya fue objeto de versos, y se espera que
aparezcan otros en alusión al escándalo del Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora.
Su historia con la exsecretaria privada, Astrid Cristancho, que lo denunció por
acoso laboral y lo llevó a renunciar, es todo un manjar para los letanieros.
La
actividad en estos días de Carnaval se crece, pero continuará el resto del año,
asegura Jiménez. No solo serán las letanías lúdicas y las competencias
intercolegiales de Barranquilla y Soledad, sino las presentaciones que nunca
faltan. “Por fortuna somos autosostenibles. También ponemos a disposición de la
gente nuestro conjunto de millo, ‘Swing Soledeño’. En eso llevamos 20 años”,
agrega.
Pero
esa es una historia para otra crónica...
Una versión más corta de esta crónica fue publicada en la edición especial ADN de Carnaval
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