Por: Javier Franco Altamar
No vale la pena ponerse a discutir sobre sus valores porque llegó para quedarse. Nos estamos refiriendo a la famosa y negrizanahoria Fiesta del Halloween.
El espectáculo de la tarulla y Puerto Mocho, fuerte de por sí e inspirador de burlas, quedó como una solemne misa de velorio. Al final, los comerciantes y promotores de parranda se la ingeniaron para imponer sus estilizados aquelarres del siglo XXI.
Se le llama, también, ‘Noche de brujas’, y su origen casi antidiluviano se atribuye a los celtas de Europa. Hoy la tenemos en nuestro patio gracias a Estados Unidos, que la adoptó a mediados del siglo XIX, y la promovió a sus anchas a través de sus geniales películas y series de televisión. La naturaleza copiona de nuestros países latinoamericanos, con sus clases dominantes empecinadas en traerse a Miami para sus aceras de enfrente, hizo el resto.
En nuestro caso, la tal fiesta, típica de la noche del 31 de octubre, apabulló sin misericordia al Día de los Angelitos (1 de noviembre), vendiendo su aparente comodidad de pedir dulces de noche, bajo la complicidad y el influjo de los disfraces.
Y muy poco nos falta para que ocurra eso con el tal Día de San Valentín del 14 de febrero. Los más apurados por bajarse el pantalón cultural son, como siempre, los comerciantes, quienes están tratando de meterlo a cuenta gotas como gemelito del Día del Amor y la Amistad de septiembre.
San Valentín tiene sello gringo. O sea, lo tiene todo para meterse en nuestros pechos henchidos de orgullo, y ser un logro nuevo en ese esfuerzo por parecernos a Estados Unidos.
Noviembre 3 de 2011
Publicada en ADN-Barranquilla
No comments:
Post a Comment